Liberarse de ataduras pasadas

Desde hace algunos años, la idea me ronda la cabeza; no comprendo por qué no tomo una decisión al respecto. Me interesa realizar ese análisis genético que, por un lado, revela los orígenes de tu linaje familiar y, por otro lado, al subir la información a una base de datos, te notifica sobre parientes de los que no tengas conocimiento ya sea aquí o allá.

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El valor de conocer tu historia genética

En ocasiones me cuestiono si eso cambiaría algo en mi vida. Tal vez sí, tal vez no. Yo continuaré siendo el mismo, pero la idea de tener indicios sobre la historia -o prehistoria- de mi genealogía suena interesante. Apenas puedo rastrear mis ancestros un par de generaciones atrás: Los documentos registraban Rusia (lo que hoy sería Ucrania). Sé que abandonaron ese lugar porque la situación era complicada, producto de la discriminación antisemita durante la época de los zares. De hecho, mi padre solía narrar que él, siendo ingeniero, en una época enseñó en una escuela y mi abuelo siempre encontraba asombroso que un judío pudiera instruir a un cristiano.

Los genes: misterio de nuestras raíces

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Otras veces me pregunto qué secretos podrían revelar mis genes. ¿Habré descendido realmente de aquellos que, supuestamente, huyeron de Jerusalén hace 2000 años? ¿O seré simplemente el resultado de varias mezclas que finalmente se identificaron con lo hebreo?

Redescubriendo conexiones familiares

Y luego están los familiares. Cuando mis abuelos o bisabuelos cruzaron el océano Atlántico, este pareció borrar cualquier rastro del pasado. Argentina se convirtió en una tierra llena de esperanzas, y la vida en Europa no se quiso recordar. O si era recordada, no se compartía con las nuevas generaciones, dando a entender “Ustedes ya no están atados al pasado”. Al menos, así fue en mi familia.

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Ante tanto silencio, que aunque comprensible resulta infructuoso ya que no nos permite ahondar en nuestras raíces, parece lógico que sienta curiosidad por saber qué habrá sido de aquellos primos lejanos de tercer o cuarto grado. ¿Quedará familia en aquellas tierras o en otros lugares donde se hayan esparcido? En alguna ocasión, cuando las redes digitales estaban en auge, escribí a desconocidos que compartían mi apellido. No hubo demasiado éxito; mi intriga no encontró eco. Habrá que descubrir, si me atrevo, si los genes ofrecen mejores respuestas.

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