Descubre cuántos pensionados centenarios existen en el país según datos del PAMI

Virginia 106: así estaba guardada Virginia en el teléfono de quien se lo entregó a Clarín. Ella es abogada y socióloga, profesora universitaria de grado y del CBC. 106 representa la edad de su abuela rusa, Alejandra. “En realidad debería ser 107 porque cumple en noviembre”, explicó Virginia. Ella planea jubilarse en tres años. A sus 57 años, o casi 58 porque su cumpleaños es en octubre, cuida semanalmente de su abuela centenaria, ya jubilada, y de su padre, también jubilado, que tiene 96 años y pronto cumplirá 97, también en noviembre.

Es importante mencionar cómo se desarrolló esta nota. Refleja quizás las frágiles condiciones que enfrentan las personas mayores en Argentina hoy en día. En este contexto, surgen con más frecuencia historias de padres e hijos jubilados. Según PAMI, hay 5.214 jubilados que superan el siglo de vida, el número más alto registrado.

Virginia Demczuk, quien pronto se jubilará y cuida de su padre y abuela, fue contactada por Clarín al hablar con Víctor Cruz, un jubilado de 63 años que cuida a su madre de 87 años, todos pensionados. Después de consultar con representantes del PAMI sobre otro tema relacionado a los desafíos de los adultos mayores, se llegó a esta historia.

La atención de salud para jubilados era el tema central. Circulaban rumores sobre una masiva reducción de miembros en PAMI, sugiriendo la baja de 20.000 afiliados de golpe. El medio buscaba verificarlo. PAMI aclaró que siempre hay ceses de afiliación debido a situaciones de doble cobertura y “incompatibilidad”, donde el afiliado cuenta con otra obra social. Mensualmente hay entre 10.000 y 15.000 bajas, aunque también se registran altas, manteniendo un “equilibrio” que, en realidad, se inclina a más pensionados sin mejor respaldo de empleo registrado.

La conversación dirigió entonces a la problemática de gestionar los recursos para casi 5.7 millones de afiliados al PAMI, un 7,5% de incremento respecto a dos años atrás. Se cuestiona cómo proteger la salud de una población en crecimiento y cada vez con menos recursos económicos. Fue en este contexto que se reveló un dato impactante: “Es la primera vez que el número de afiliados mayores de 100 años supera los 5.000. Tampoco se había observado antes tantos casos de padres e hijos jubilados juntos”.

PAMI: un fenómeno familiar

Padre e hija, o madre e hijo, ambos jubilados. Este fenómeno se da cuando dos generaciones conviven como pensionados, lo cual trae varias implicaciones, positivas y negativas. Clarín buscó información precisa de esta tendencia, pero el PAMI indicó que no tienen capacidad para realizar tal cruce de datos.

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Se presentan diversas interrogantes. Ver a nuestros hijos crecer es un deseo compartido, ¿pero verlo jubilarse? La longevidad extendida, ¿es siempre positiva?

Virginia Demczuk cuida diariamente de su padre jubilado.

Estos casos podrían ser producto de un momento histórico particular. Las generaciones que han tenido hijos lo hicieron más por circunstancias que por elección, diferente de la tendencia actual de quienes se convierten en padres a los cuarenta o cincuenta años.

Manta corta para dos

“Mi madre me tuvo a los 22 años”, dijo Víctor Cruz. Su experiencia es particular. Marino mercante, comenzó a navegar a los 16 años como cocinero. Eventualmente, se estableció en Europa como chef y viajó a Asia, donde en Taiwán conoció a su esposa y fundó un restaurante argentino. Se jubiló como marino a los 52 años cuando su madre ya estaba retirada.

Víctor Cruz, jubilado, junto a su hermana y madre, ambas también jubiladas.

Ahora Víctor tiene 63 años y Clara, su madre, 86. Él vive en Buenos Aires y ella en Viedma, aunque considera mudarla a la ciudad. Está gestionando su Certificado Único de Discapacidad (CUD), pues en Buenos Aires hay más recursos médicos.

Sobre Clara, expresó: “Era una mujer de campo. Trabajó desde niña y fue empleada hasta los 14 o 15 años en Viedma y Carmen de Patagones. Allí conoció a mi padre”.

No solo está jubilado Víctor y su madre, sino que él también gestiona un centro de recreación para jubilados de su sindicato en Argentina. “Muchos colegas experimentan lo mismo. La longevidad es una realidad creciente; ahora una pastilla puede prolongar nuestra vida 15 años más. Afortunadamente, por ahora podemos sostener a nuestros padres, aunque algunos se enfrentan a desafíos mayores”.

Él reflexiona sobre las futuras generaciones que podrían vivir más décadas gracias a avances médicos, pero sin hijos. Algunos jubilados actuales permanecen solitarios por postergar la parentalidad, mientras otros prefieren no vivir con sus hijos para mantener su independencia. “Yo cuido a mi madre, pero a mí no me podrán cuidar,” concluyó.

Tanto Víctor como Virginia no tienen hijos.

Guía para un jubilado argentino

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En 2023, un jubilado que percibía la mínima ganaba 120.000 pesos, entre los 5 millones que reciben este ingreso. Con un salario mínimo de 132.000, que contribuye a la financiación previsional. Esas cifras eran muy inferiores comparadas con la canasta básica para un adulto mayor de ese año, que era de 313.185 pesos.

A la izquierda, Víctor Cruz, jubilado, junto a compañeros y el dirigente Luis Zamora en un centro de jubilados.

Para 2025, la situación sigue siendo compleja: con un bono de 70.000 pesos, quienes reciben el haber mínimo obtienen 396.266,36 pesos, mientras el salario mínimo es inferior, 322.000, y el ingreso mínimo apenas representa un tercio de la canasta básica estimada en 1.514.074 pesos por la Defensoría de la Tercera Edad.

Virginia se considera con suerte debido a que su familia posee propiedades para alquilar, lo que les proporciona un soporte económico. “Por los ingresos regulares sería muy complicado sobrevivir de manera independiente. Mi padre, aunque está increíblemente sano, necesita asistencia constante”, compartió.

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Víctor añadió: “Cuando te jubilas, el sindicato pierde interés. Todos esos años de aporte se reducen a una palmadita en la espalda y un ‘bueeeno…’. Mi madre, que trabajó toda su vida y se jubiló como ama de casa, recibiría solo 350.000 pesos sin la pensión”.

Virginia continuó hablando sobre el cuidado de su abuela: “Ella está en un hogar, y contraté a alguien que la visita cuatro veces por semana para controlarla y ayudarla. Eso tiene un costo. También debo comprar pañales y medicinas, muchas de las cuales son de venta libre, por lo que su jubilación no alcanza, ya que PAMI no cubre esos gastos”.

Alejandra, abuela de Virginia Demczuk, acariciando a su gata Lucy.

“Yo le llevo algunas comidas que le gustan. Disfruta mucho de los sándwiches de miga, así que le llevo de vez en cuando. También cada tanto la visito con su gata,” comentó Virginia. “Mi abuela ya no puede ver ni oír, lo cual es duro. Pero pocas cosas la alegran tanto como acariciar a su gata Lucy cuando se la llevo”.

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