La misión de Interpol para salvar a los hijos de un argentino en Brasil

José María Rosa, de 50 años, llegó a Río de Janeiro el 1 de octubre con la misión de reunirse nuevamente con sus hijos, a quienes no veía desde febrero de 2024. Su madre, Ilona Grabarczik, de 51 años, se los había llevado sin permiso fuera del país. Durante meses, Interpol había seguido los pasos de F., de 11 años, y F., de 6 años, hasta que a finales de septiembre fueron encontrados en una situación precaria en las calles de Copacabana.

Lucha por los hijos

La justicia brasileña decidió enviar a los menores a un refugio estatal, lo que impulsó a Rosa a viajar apresuradamente desde Buenos Aires para verlos y negociar con su ex pareja. Así comenzaba la etapa final de una intensa historia similar a un thriller psicológico que, hay que destacar, tuvo un desenlace afortunado.

En una audiencia conciliatoria a principios de diciembre, se acordó que Rosa traería a sus hijos de regreso a Argentina el 26, donde históricamente vivieron con él, quien tenía la custodia de hecho antes del incidente del secuestro. La madre pasaría la Nochebuena y la Navidad junto a los niños.

Pese a que el plan inicial era otro, las autoridades decidieron adelantar el retorno al 24 de diciembre, un par de días antes. ¿Qué provocó este cambio? “Se descubrió un plan de la madre para secuestrar nuevamente a los menores”, explica Rosa, quien vive en Buenos Aires y maneja un pequeño negocio.

Medidas de seguridad

Según la Justicia Federal de Brasil, se tomó la decisión de cancelar la visita navideña de la madre ante el riesgo potencial de fuga con los niños. Se permitió que la madre los viera solo el día 23, en el Shopping Rio Sul, de 14 a 16 horas, bajo estricta vigilancia de la Policía Federal o la Policía Argentina.

El lugar de la visita fue seleccionado por las autoridades, ya que la madre había sugerido Ilha de Garças, un lugar con posibilidades de escape más fáciles.

Momento de alegría: José María con sus tres hijos: J., de una relación anterior, y F. y F., quienes estuvieron retenidos en Brasil.

El responsable del Núcleo de Cooperación Internacional de la Policía Federal reveló que Rosa halló un dispositivo de rastreo en el calzado de uno de sus hijos. Luego supo que la progenitora había alquilado un apartamento en el mismo edificio donde él estaba, justo dos pisos más abajo, en Copacabana.

Ana Paula Bamgu, abogada de Rosa, confirmó al periódico Clarín la sorprendente detección de un chip GPS en el zapato del niño, y el hecho de que la madre había rentado un departamento en el mismo edificio: “Parece una película, fue una fuga sin precedentes”, dijo.

Para proteger a los niños de un nuevo secuestro por parte de su madre, Interpol organizó rápidamente un operativo para el regreso de José María Rosa y sus hijos a Argentina. “Un agente argentino de Interpol nos dio asilo en su casa la noche del 23 de diciembre y nos escoltó hasta el aeropuerto al día siguiente. Aunque parezca increíble, fue así. Mis hijos no tenían pasaportes, y en el aeropuerto, por orden de Migraciones, les hicieron dos pasaportes de emergencia para abordar el avión.”

Informe oficial: La policía brasileña confirma un posible nuevo intento de secuestro por parte de la madre, lo que adelanta el regreso a Argentina para el 24 de diciembre.

Regreso a casa

Clarín puede corroborar la tensión que se vivió hasta el último momento en Brasil. “Estamos bajo la protección de Interpol tras el hallazgo de pruebas concluyentes de un intento de secuestro”, comunicó Rosa a un periodista a las 4:10 de la madrugada del miércoles 24.

“Tengo los boletos de avión para esta tarde. Por favor, no digas nada hasta que pasemos los controles del aeropuerto”, pidió el padre por WhatsApp.

A las 13:45, un nuevo mensaje mostraba una foto de los niños en el avión de Aerolíneas Argentinas. “Nos dieron asientos en primera clase, no lo puedo creer”. Alrededor de las 17:00 aterrizaron en Argentina y celebraron Nochebuena en el departamento de Rosa, en Barracas.

Ya en casa, más calmado, contó que la buhardillera del edificio le informó sobre el localizador. “Me comentó que Ilona, la madre, le había hecho preguntas extrañas sobre la autopista más cercana y menos transitada, y que actuaba de manera sospechosa”.

José María Rosa en una visita a sus hijos en el refugio para menores en Río de Janeiro.

Pasaron 84 días difíciles desde que Rosa viajó a Río hasta que regresó a Buenos Aires. En gran parte de esa estadía, él visitaba a sus hijos en el hogar para niños, donde F. y F. permanecieron 65 días.

“Fue muy duro. Al inicio, la alegría de verlos después de dos años; luego, las visitas en horarios fijos de lunes a viernes, y al final, el esfuerzo de mantenerse en un país extranjero casi sin recursos.”

Mientras que sus hijos estuvieron en el refugio, Rosa vivió en condiciones difíciles en una casa de huéspedes, compartiendo el cuarto con otras siete personas, hasta que ellos pasaron las últimas tres semanas con él en un apartamento arrendado.

“Un argentino que siguió mis publicaciones en redes me contrató para trabajar en Copacabana, lavando platos ocho horas diarias por 35,000 pesos. Lo hice durante más de un mes, a pesar de las dificultades. Había que comer y pagar el alquiler”.

Ilona Grabarczik, madre de F. y F., señalada por las autoridades como responsable de planear otro secuestro de sus hijos.

Rosa agradece a la Fundación Morelli, “fueron un valioso apoyo emocional y económico, acompañándome fielmente en este arduo camino”, asegura Rosa, que revela que su próximo desafío “es salir de la deuda de la tarjeta de crédito. Estoy con seis millones en rojo, pero espero poder superarlo”.

Desde el 23 de febrero de 2024, José María Rosa ha librado una batalla solo contra el mundo para recuperar a sus hijos. Con la falta de colaboración de las autoridades en Argentina, el distanciamiento de la Policía de Brasil y la “sorprendente ausencia de los medios de comunicación”, enumera este porteño decidido.

El fin de semana previo al inicio del ciclo escolar de 2024, Ilona Garbarczik, polaca residente en Estados Unidos y Europa, estaba en Argentina, pasando tiempo con sus hijos bajo la aprobación de Rosa. Nada indicaba la tormenta que se avecinaba.

Sin previo aviso, la madre se llevó a sus hijos a lo que parecía ser un recorrido a las Cataratas del Iguazú. Apenas se lo comunicó a su ex esposo poco antes de embarcar, con un mensaje escueto. Fue sólo hasta varios días más tarde que se puso en contacto “desde Cuba”, sin brindar detalles, excusándose de la mala conectividad en la isla. Claramente, nunca llegaron a Cuba.

Con una determinación sobresaliente, Rosa nunca se rindió. A falta de recursos, se dedicó a narrar sus pasos en redes sociales, documentando cada avance que realizaba en su búsqueda personal o judicial, expresando abiertamente su frustración y ansiedad. Se propuso visibilizar su situación a través de TikTok e Instagram, sin importar que desde afuera pudiera parecer una escena innecesaria tratándose de la desaparición de dos menores.

“Aunque a algunos no les pareció adecuado, decidí seguir un lema: ‘Quiero un millón de ojos en la calle’. No sabía en qué calle del mundo estaban F. y F. así que debía atraer la atención como fuera, captar a los tiktokers e instagramers. Tenía claro que un seguidor más era una posibilidad más de encontrar a mis hijos. Mis videos empezaron a viralizarse y algunos alcanzaron un millón de visitas”.

Fue así como los localizaron, aunque suene increíble. Un mensaje perdido en redes sociales alertó a Rosa que los pequeños habían sido vistos en Río de Janeiro. “Me informaron desde Brasil que los vieron en un centro comercial, no lo podía creer. Eso sucedió en septiembre y desde entonces comenzó otro capítulo, pero al menos ya localizados los chicos. Me siento orgulloso de todo lo que hice, siempre un paso adelante de las autoridades, nunca permanecí inactivo”.

En vísperas de Navidad, el 24 de diciembre, F. y F. regresaron a Argentina en un vuelo de Aerolíneas, incluso visitaron la cabina del piloto.
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Rosa recordó los episodios recientes y apenas cree lo acontecido en los últimos tres meses. “Si algo no hice fue dormir. Cuando no trabajaba, interactuaba en vivos de Instagram con mis seguidores, que querían conocer cada detalle”. Actuando casi como una estrella de rock, Pepe destinaba tiempo y paciencia a responder preguntas de los internautas. “Mostrarme así me sirvió más que descansar”, reflexiona.

Una de las pocas tranquilidades que experimenta es ver que sus hijos se mantienen íntegros. “Pese a todo lo vivido, están bien, demuestran una fortaleza admirable y se les nota felices y sonrientes. Poco a poco, vamos recuperando una rutina que tanto necesitamos”.

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