Relación abierta de mi tía: su novio tenía otra pareja, ¿sumisión o libertad feminista?

Una Tarde de Charla

Mientras la pareja de un amigo organiza las servilletas, él me ofrece una cerveza sin alcohol. Me queda un largo trayecto hasta casa y prefiero no beber si conduzco.

—¿Ves esas lucecitas? Son aviones esperando aterrizar. Parecen estrellas, pero se mueven —dice él, señalando hacia el norte.

Brindamos y él comenta:

—Le propuse matrimonio, pero ella no quiere.

—Creo que el amor no se refleja en papeles —responde ella con confianza, posiblemente protegida por la experiencia de un divorcio reciente.

El Amor de mi Tía Margot

Mi tía Margot tuvo un novio hasta que él falleció a los 80. Desde que nací, los dos ya estaban jubilados. Durante el día estaban juntos, pero por las noches, él iba a la casa de su otra novia. Mi tía lo llevaba a la estación de tren y luego llamaba para avisar: “Te lo envío a Enrique”.

A la mañana siguiente, el teléfono sonaba y era la otra mujer diciendo: “Te lo envío a Enrique”. Este arreglo duró casi toda una vida, sin que los tres se encontraran nunca en el mismo lugar.

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Mi tío, que era médico y le iba bien, dejó sus propiedades repartidas entre las dos. Nunca se casaron ni tuvieron hijos. Aún así, las escrituras y testamentos también son papeles.

—Mirá qué moderna era tu tía —dice mi amigo.

Vivencias en Casa de Margot

Viví con mis padres en la casa de Margot durante mis primeros meses. Nos mudamos, pero pasaba gran parte del día con mis tías después de que mis padres se iban a trabajar. Almorzábamos y luego llegaba mi tío Enrique.

La casa tenía un pasillo oscuro que reverberaba como un túnel. Había un pequeño patio que unía dos casas. En una vivían Margot con su perro Besote y su hermana Mime; en la otra, mis bisabuelas Isolina y Corita. En ese patio jugaba y exploraba sin aburrirme. En invierno, el patio estaba limitado para evitar el frío. Por las tardes, veíamos “Yo me quiero casar, ¿y usted?” en la televisión.

Isolina gritaba al televisor si algo no le gustaba, mientras mi tía permanecía en silencio. Era una casa llena de reglas no escritas, y los recuerdos de aquellos tiempos aún me siguen.

Reflexiones sobre Libertad y Amor

La novia de mi amigo pregunta si a Margot le molestaba que Enrique tuviera otra pareja. Le explico que ninguna era “la otra”; ambas eran importantes y únicas.

Crecí y al mudar a otro barrio, los fines de semana visitaba a Margot. Enrique gustaba de los programas de Tato Bores y justo cuando había momento de irse, mi tía decía desde la cocina: “El café está listo, Enrique”, prolongando un poco más la compañía.

Reflexionando sobre esta historia, me doy cuenta de que mi tía vivió su amor a su manera, desafiante a lo convencional, anotando una vida original bajo un precepto de libertad más que de sumisión.

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