“Esfuerzo, constancia y dedicación”, con esas palabras describieron su vivencia en el Himalaya tres de los nueve integrantes del Ejército Argentino tras alcanzar, hace dos semanas, la cima del Monte Kun, uno de los picos más elevados de la cadena asiática en India. El mayor Ramiro Antoñana, el sargento primero Diego Alegre y el capitán Rodrigo Orellano compartieron con Clarín los días de lo que denominaron como “una expedición histórica” para las fuerzas armadas, vinculada a sus vidas dedicadas al montañismo.
“Es un sueño, creo que cualquier montañista desea en algún momento ir al Himalaya”, expresó Antoñana, quien recordó que al llegar a la cumbre “piensas en todos aquellos que estuvieron detrás para que esto sea posible: la familia, los colegas, los amigos”.
La misión, llevada a cabo en colaboración con las fuerzas de India, duró 17 días, desde la llegada del equipo a Nueva Delhi hasta su retorno a esa urbe para luego emprender el vuelo hacia Ezeiza. Entre los días 23 de julio y 8 de agosto, los protagonistas enfrentaron una serie de desafíos físicos para cumplir el objetivo, al tiempo que debieron realizar un arduo trabajo mental para avanzar.
“Fue una combinación de emociones, de sentir que habíamos cumplido con nuestro deber y la satisfacción personal de haber llegado allí. Nos costó mucho, pasamos por numerosas situaciones riesgosas que exigieron tanto física como mentalmente”, relató Orellano, el más joven de la patrulla.
Reclutamiento: Formación de la patrulla del Ejército Argentino
La historia de la hazaña del 5 de agosto por parte del equipo argentino tiene sus raíces en el año anterior, cuando el Ejército organizó “una convocatoria abierta a toda la fuerza” para unirse a esta expedición, previamente intentada sin éxito hace décadas.
En esa oportunidad, se presentaron 41 candidatos de las unidades de montaña situadas a lo largo de la Cordillera de los Andes. Se debía seleccionar a ocho para formar parte de la patrulla, con seis como reserva, en caso de que surgiera algún inconveniente. “Fue una convocatoria exigente, todos los presentados eran potenciales candidatos”, afirmó Antoñana.
Alegre, uno de los seleccionados, narró que al ver la bandera ondear a esa altura, a 7.077 metros sobre el nivel del mar, sintió “un orgullo enorme y emociones encontradas”. “No encuentro palabras para describirlo”.
La agrupación, conocida como cordada, incluía además a los suboficiales principales Néstor Maidana y Juan Bustos, los sargentos ayudantes Víctor Giordano y Carlos Villafañe, el sargento primero Oscar Oro y el suboficial mayor Pedro Rodríguez, de 53 años.
La media de edad del grupo fue de 46 años, todos con al menos 15 años de permanencia en las fuerzas armadas. Según Antoñana, al seleccionarlos, la clave fue la experiencia de cada individuo, “algo que también contribuyó al éxito de la misión”. Citando una expresión popularizada por la serie El Eternauta, explicó que “lo viejo todavía funciona”. “Sirve y dio resultado”, añadió.
El ascenso al Monte Kun: Recorrido y llegada al pico
El ascenso al Monte Kun se llevó a cabo el 5 de agosto a las 00:15 (hora de India) y requirió una preparación exhaustiva que había comenzado en 2024. Después del proceso de selección, todos los miembros de la patrulla se reunieron por primera vez en noviembre del año anterior.
Posteriormente, realizaron entrenamientos conjuntos en Mendoza, en el volcán Tupungato, y en marzo, en el Cerro Tronador, en Bariloche. Dos meses antes, también ascendieron al Cerro Aconcagua, el pico más alto de los Andes, junto con sus colegas del Ejército indio.
“La diferencia entre los Andes y el Himalaya es la atmósfera cambiante. Allí, no sentimos la falta de oxígeno tan evidente acá; desde los 4 mil metros se empieza a sufrir la carencia de oxígeno y el dolor de cabeza”, explicó Alegre, quien también señaló que en el macizo asiático “hasta los 4.500 metros de altura había animales pastando, como cabras y ovejas, que no se ven aquí”.
El ascenso, que se prolongó durante dos semanas, requirió el uso de herramientas como cuerdas fijas y crampones para asegurar las botas y permitir un mejor desplazamiento en el terreno, debido a “la verticalidad de las paredes de la montaña, que alcanzaban entre 75 y 80 grados”.
Como ejemplo de las dificultades enfrentadas, Alegre recordó que el día que pasaron del campamento 1 al 2 lo celebraron “como si fuera otra cumbre, pues fue una actividad extenuante de 10 horas” y en la que estuvieron “bajo gran riesgo, con muchas caídas de rocas”.
El clima, a pesar de algunas lloviznas y fluctuaciones de temperatura según la altitud, fue favorable durante todo el recorrido. El día que alcanzaron la cumbre tenían tiempo hasta las 9 de la mañana para evitar los efectos del sol. Llegaron 15 minutos más tarde, pero con margen suficiente para iniciar el regreso sin problemas importantes.
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“Había que empezar a descender porque el calor afloja los anclajes, puede debilitar el terreno; puede provocar un corte de placa y una avalancha, por eso había un tiempo estipulado para hacer cumbre y descender”, describió el sargento primero. El objetivo fue alcanzado y el 8 de agosto llegaron al punto de inicio del ascenso.
Tras regresar a la base, el equipo contactó “con la cadena de mando y con el jefe del Estado Mayor del Ejército”, Carlos Presti, a quienes informaron que todos lograron la misión y estaban en buenas condiciones. Luego, se comunicaron con sus familias.
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Mirando hacia el futuro: “Siempre vamos por más”
Aunque los tres compartieron que completar una experiencia de tal magnitud estaba entre sus deseos, no tenían certezas sobre la viabilidad de cumplirlo.
“La idea siempre está. Cuando esto surgió, muchos de nosotros teníamos dudas sobre si se podría realizar, especialmente con el conflicto entre India y Pakistán a mediados de mayo. Fue un anhelo y se pudo concretar”, expresó Antoñana, manifestando su intención de continuar con este tipo de actividades.
En línea con esto, como guía de montaña también en el ámbito civil, Alegre espera seguir formándose, “continuar aprendiendo y, por qué no, seguir soñando con actividades más grandes”.
“Siempre se busca un poco más, llegas y dices ‘listo’ pero una vez que bajas, te recuperas y ya estás planificando algo nuevo. La intención siempre es ir más allá, me encanta lo que hago”, declaró.
Con el mismo entusiasmo, Orellano comentó que su vida “siempre estuvo en la montaña” ya que nació y vivió gran parte de su vida en San Carlos, un pueblo de Mendoza cercano a la Cordillera, y su carrera militar lo llevó a esa misma geografía.
Por otro lado, Antoñana vivió en Bariloche, donde practicaba montañismo y escalada incluso fuera del trabajo. Ahora, mencionó que le queda pendiente concluir la carrera de guía que cursaba en el Centro Andino de Buenos Aires. Esta meta quedó pospuesta debido a la misión en el Himalaya.
“Esto fue una recompensa”, comentó, añadiendo que la parte ardua fue previa, “organizar, conseguir el material, mudarse de un lugar a otro, hubo que tener mucha constancia”. Sus compañeros complementaron esta definición con “esfuerzo y dedicación”.
BPO
