Doce días tras el fallecimiento de Jorge Lanata, los recuerdos y anécdotas persisten entre quienes compartieron momentos con el famoso periodista. Alejandro Borensztein, columnista de humor político, lo recordó en la sección de Clarín con una historia que resaltaba la naturaleza impulsiva y los cambios repentinos del “Gordo”, como lo llamaban.
El Vínculo de Borensztein con Lanata
Borensztein relató la conexión afectiva que lo unía a Lanata, a pesar de no ser grandes amigos. En su columna destacó su experiencia como arquitecto, una faceta que desarrolló durante los años ’90 mientras residía en Uruguay.
“Jorge me encargó el diseño y la construcción de una vivienda en José Ignacio. La hice simple y pequeña, con dos dormitorios y un despacho elevado con vistas al faro y al océano. Tenía techo de chapa y paredes sencillas revocadas. Él nunca visitó la obra mientras se construía. Cuando la finalicé, me llamó para decirme que la vendería, ya que sentía que José Ignacio no encajaba con su estilo. Le animé a que viniera a visitarla. Vine, le agradó, pero mantuvo que el lugar no era para él”. Esto sucedía durante el primer mandato de Menem.
Transformaciones y Nuevas Propiedades
El diseño original de la vivienda fue completamente renovado, adquiriéndola la empresaria paraguaya Carmen Cavallero a finales de 1994. Federico González Cavallero comparte: “He visitado esta casa por tres décadas. La transformamos porque somos una familia numerosa, añadiendo más habitaciones”.
González Cavallero compartió su historia con Clarín sobre su infancia en Punta del Este. “Mis padres tenían una casa allá, pero tras su separación, mi madre buscó alejarse y llegó a José Ignacio. Curiosamente, Lanata se convirtió en nuestro vecino nuevamente tras adquirir un terreno continuo y construir ‘La Sarita’.”
Según González Cavallero, rara vez se cruzaban con Lanata. Aunque cuando lo hacían, se referían a él como una celebridad en la cuadra. Lanata también disfrutaba de comidas en Los Mejillones, famoso por sus vistas al Faro.
Recuerdos y Anécdotas
En sus años en Uruguay, Lanata conducía un humilde Lada, lo que Borensztein le sugirió cambiar. Poco después, adquirió una enorme camioneta. “¿Y ahora?”, preguntó Borensztein. “Tendré que vender la casa”, respondió Lanata, optando por vender la vivienda en lugar de la camioneta.
Martín Caparrós, amigo de Lanata, también recordó la precariedad del Lada. “Un día me quedé con Jorge en el verano y probé ese coche. Le advertí sobre el peligro que representaba y, tras un tiempo, lo vendió”.
Relación con José Ignacio
Sara “Kiwi” Stewart Brown, ex pareja de Lanata, compartió que inicialmente él no sentía que José Ignacio fuera lugar para él debido a la intensa atención mediática, aunque más tarde, a mediados de los 2000, volvió a interesarse por la zona. Compró un nuevo terreno y construyó “La Sarita” otra vez.
Lanata apreciaba la privacidad y el encanto del lugar. Su amor por José Ignacio renació y se hizo evidente al comprar más propiedades y disfrutar del paisaje mientras escribía sus obras.
María Riera, ex dueña de un conocido restorán cercano a la casa de Lanata, contaba con él como cliente frecuente, describiéndolo como un hombre reservado y apasionado por su trabajo, además de tener gran cariño por sus mascotas.
Ignacio Ruibal, primer agente inmobiliario de José Ignacio, mencionaba como Lanata se movía en el pueblo casi desapercibido, aunque siempre tenía un sentido de pertenencia con el lugar, siendo una figura visible en los restaurantes locales.
Una de las últimas residencias de Lanata en la zona sigue en alquiler, marcando el legado del periodista en el área. Vecinos opiniaron que la calle donde Lanata pasaba gran parte se debería renombrar en su honor.