El testimonio de Rosana Plaza sobre su hija Matilda
Rosana Plaza está decidida a compartir la historia de su hija Matilda Angeleri. “No busco venganza, sino crear conciencia”, afirma repetidamente. Durante su relato, las lágrimas empañan sus ojos al recordar lo sucedido. Matilda, de 18 años, cursaba el último año en el Colegio Preuniversitario Dr. Ramón Cereijo, vinculado a la Universidad de Buenos Aires (UBA) en Escobar. Mientras sus compañeros disfrutaban del tradicional viaje a Bariloche, Matilda decidió partir. Había soportado interminables episodios de acoso y mucha soledad.
Un emotivo momento en la entrega de diplomas
“No soportó más”, comparte Rosana sobre la situación de su hija. Durante el evento de entrega de diplomas celebrado en la sala magna de la Facultad de Derecho, se resaltó la importancia histórica del primer cohort colgado bajo la supervisión de la UBA en la provincia de Buenos Aires. Allí, Matilda Angeleri recibió su diploma en medio de un emotivo ambiente. Su madre, valiente, subió al escenario, recogió el certificado de manos del intendente de Escobar, Ariel Sujarchuk, y simbolizó su lucha con un beso al pergamino.
El compromiso de Rosana contra el acoso escolar
Rosana, sosteniendo el diploma, miró al público y después al cielo. Antes de bajar del escenario, desplegó un cartel desde su bolso con un mensaje contundente: “Matilda presente, Matías presente. ¡Basta de bullying en la UBA!”. Este mensaje también mencionó a Matías Rolfi, un joven que perdió la vida tras caer desde el segundo piso de la Facultad de Medicina. Se sospecha que su trágico destino también estuvo marcado por el acoso.
Las inquietudes de Rosana sobre la falta de atención institucional
El deseo de Rosana es desvelar la verdadera situación dentro de esas aulas, donde el compañerismo y la empatía deberían predominar pero, para su hija, la experiencia fue opuesta. Matilda, al igual que muchos adolescentes afectados por el aislamiento de la pandemia, sufría por la constante exposición en redes sociales. La visión distorsionada de su cuerpo y los problemas alimenticios agravaban su estado.
Desde 2020, Matilda fue víctima de acoso al empezar su escolaridad en Escobar. Sufría agresiones físicas y verbales a diario. Aunque algunos compañeros intentaron ayudarla, el grupo de acosadores intimidaba a quienes se acercaban. Rosana, preocupada, le sugirió cambiar de colegio, pero Matilda confiaba en que, con el tiempo, sería aceptada. Sin embargo, ese anhelado día nunca llegó.
Antes del viaje de egresados, Matilda decidió no participar. “Se dio cuenta de que estaría sola y no disfrutaría”, afirma Rosana. Catalina, amiga de Matilda, eligió lo mismo: “Mati, ¿para qué ir si nos harán lo mismo a ambas?”. Rosana está convencida de que la respuesta de la escuela fue inadecuada. “La UBA no supo cómo manejar la situación. No digo que sean responsables absolutos, pero los estudiantes pasan allí mucho tiempo”.
Matilda tenía grandes sueños de ser farmacéutica. Su amor por su hermano mayor, Mateo, era inmenso, y su talento artístico se reflejaba en su pasión por el dibujo y la creación de manualidades. A pesar de su excelencia académica, su vida terminó meses antes de concluir el colegio.
La conexión con otras víctimas y la búsqueda de justicia
En el despedida de Matilda, Rosana escuchó historias de otros padres que habían enfrentado el mismo tormento. Rosana se sumó al grupo Renacer, compuesto por padres que también han perdido a sus hijos. En su primera reunión, de seis participantes, cuatro habían vivido el suicidio de sus hijos. “Despierten, instituciones”, clama Rosana, impulsada por su dolor.
Un testimonio que resuena en otros casos
El relato de Rosana se conecta con el caso de Matías Rolfi, quien también fue víctima de acoso y burlas. Su historia, similar a la de Matilda, resuena en Rosana como un eco doloroso. Ambos jóvenes se enfrentaron a una estructura académica que, en lugar de ser un refugio, se tornó en un entorno hostil.
Por todas esas razones, Rosana optó por ir a la Facultad de Derecho, no para recibir homenajes vacíos, sino para empeñarse en una causa que busca poner fin al acoso en la UBA. “Hablar de Matilda y Matías es hablar de una necesidad urgente de cambiar. No quiero venganza, quiero conciencia”, concluye.
