La inestabilidad climática preocupa a visitantes y comerciantes en Punta del Este
Las adversas condiciones climáticas afectan desde hace días a Punta del Este, alterando la experiencia de los turistas y complicando la situación económica de los comerciantes locales. Lluvias intermitentes, ráfagas de viento y el sol que apenas se deja ver, configuran un escenario poco alentador para quienes buscan disfrutar de las playas y para aquellos cuyo sustento depende de la afluencia turística.
Impacto económico en los negocios costeros
La falta de sol y el frío desalientan a los visitantes de acercarse a las playas, provocando una merma significativa en las ventas de puestos y paradores. Edison, propietario de un puesto en La Mansa, señala con preocupación el marcado descenso en la demanda de alimentos y bebidas típicamente asociadas al disfrute playero, como reflejo de la situación que atraviesa el sector.
Expertos meteorológicos, como el uruguayo Gabriel Labrador, atribuyen esta situación anómala a una fase negativa de la oscilación antártica, que intensifica la llegada de frentes fríos al litoral esteño. Esta condición meteorológica, lejos de ser un fenómeno pasajero, parece instalarse durante el inicio del año, augurando una temporada estival atípica.
La vida en el centro de Punta del Este muestra un contraste marcado. Aunque la playa se encuentre desierta, las calles céntricas, especialmente la avenida Gorlero, bullen de actividad. Familias enteras, cargadas de bolsas de compras, intentan compensar la imposibilidad de disfrutar del mar con paseos por las zonas comerciales y gastronómicas.
Los efectos del clima no solo se sienten en la playa. En la Brava, camareras de restaurantes costeros ven reducido su trabajo ante la ausencia de comensales, reflejando cómo esta adversidad climática repercute negativamente en diversos sectores de la economía local.
Testimonios de afectados. No son solo los empresarios los que ven mermadas sus expectativas; los turistas, especialmente aquellos provenientes de Argentina, se las ingenian para aprovechar su estancia. Algunos, como María y Guillermo, optan por disfrutar del paisaje marítimo desde la protección de una carpa, mientras otros, conscientes de la imposibilidad de una estadía playera, se vuelcan a explorar las ofertas culinarias y comerciales que ofrece la ciudad.
Finalmente, mientras la mayoría lamenta este giro climático, hay quienes, como Francisco, encuentran en él una oportunidad para disfrutar de la tranquilidad que el bullicio turístico suele arrebatar. Este contraste de percepciones subraya la complejidad de la situación y el amplio espectro de reacciones frente a una misma realidad.