En Argentina, anualmente, unas 16.000 personas son diagnosticadas con cáncer colorrectal. Este tipo de cáncer ocupa la segunda posición en incidencia dentro del país y también es el segundo más mortal, generando más de 7.500 muertes cada año. Junto con el cáncer de pulmón, representa aproximadamente el 12% de los decesos en el ámbito nacional.
Situación de Argentina en la región
La situación refleja la carga sanitaria de este cáncer, ya que especialistas indican que Argentina enfrenta una incidencia moderada a alta en cuanto a casos de cáncer colorrectal. En Sudamérica, luego de Uruguay, Argentina se sitúa al frente en términos de número de casos y mortalidad asociada a esta enfermedad.
A nivel mundial, aunque Europa tiene varios países al frente como Hungría, Eslovaquia y Noruega, Uruguay y Argentina se encuentran en una posición destacada dentro del top 10-15 si se considera la tasa ajustada por edad, según los datos de GLOBOCAN 2022 proporcionados por la Agencia Internacional de Investigación del Cáncer de la OMS.
Factores de alto consumo de carnes rojas
Argentina y Uruguay son prominentes en el consumo de carne roja y procesada per cápita. Esto está vinculado a un mayor riesgo de cáncer colorrectal en países con un alto índice de desarrollo humano, lo cual está asociado a estilos de vida urbanos y dietas específicas. Aunque la carne no es el único factor, es parte de un patrón asociado con el desarrollo de este cáncer, afirma Mariano Dioca, oncólogo del Instituto Angel Roffo.
Investigaciones locales sugieren que un alto consumo de carne aumenta el riesgo hasta en un 30-40%. Otros factores de vida occidental como el sedentarismo, obesidad, consumo de alcohol y tabaco también contribuyen. Además, una mayor expectativa de vida implica más tamizajes y colonoscopías, lo cual eleva el número absoluto de casos detectados.
Condiciones hereditarias
El cáncer colorrectal inicia con la formación de pólipos en el intestino grueso, que, si no se detectan y eliminan a tiempo, pueden transformarse de benignos a malignos. Un 80% de los pacientes desarrollan tumor de forma esporádica, sin un patrón hereditario claro, mientras que el 20% posee antecedentes familiares sin mutaciones germinales específicas. Entre un 5% y 10% de los casos responden a síndromes genéticos hereditarios.
Los trastornos hereditarios más comunes que predisponen al cáncer colorrectal son el síndrome de Lynch y la poliposis adenomatosa familiar (PAF). El síndrome de Lynch es una anomalía genética que incrementa el riesgo de cáncer en varios órganos, mientras que la PAF es una condición rara que se caracteriza por la aparición de múltiples pólipos desde la adolescencia, requiriendo colectomía para prevenir el desarrollo de cáncer antes de los 40-45 años.
Influencia de mutaciones genéticas
El CCR también puede estar ligado a mutaciones genéticas como BRAF, KRAS y NRAS, que influyen en su agresividad y tratamiento. Notablemente, el gen BRAF vinculado al CCR metastásico es responsable de aproximadamente el 10% de los casos y no responde bien a la quimioterapia. Un tratamiento innovador aprobado en Argentina combina encorafenib y cetuximab para inhibir la vía MAPK.
El ensayo clínico de fase III mostró que esta terapia reduce el riesgo de muerte en un 51% y la progresión de la enfermedad en un 47% en comparación con el tratamiento estándar, según lo reportado en la reunión de ASCO y el New England Journal of Medicine.
Estrategias de prevención y tratamiento
Prevenir el cáncer colorrectal es crucial, ya que un diagnóstico temprano mejora sustancialmente las perspectivas de tratamiento. Sin embargo, en Argentina, más de la mitad de los diagnósticos se realizan en fase metastásica incidiendo en la mortalidad, pues sólo el 20% de la población se somete a exámenes de rutina como la colonoscopía.
Las chances de sobrevivir dependen del estadio del cáncer en el diagnóstico. En primera y segunda fases, las tasas de curabilidad son altas; en la tercera, disminuyen a un 40-50%, y solo un 10% en la cuarta fase. Expertos como Dioca y O’Connor destacan que el tratamiento de cáncer colorrectal se personaliza cada vez más, determinándose según biomarcadores específicos para optimizar los resultados.
