La Nostalgia de Pertener a una Comunidad Joven
Todos en nuestra juventud buscamos sentir que formamos parte de algo más grande. Yo no fui la excepción. Recuerdo vivamente la plaza, punto de encuentro que, a través de los años, se convirtió en un lugar lleno de memorias. Estaba a poca distancia de mi hogar, las recorridas sobre sus pisos desgastados entre mis 10 y 11 años todavía permanecen frescas en mi memoria. Por aquel entonces, tenía la libertad de ir solo y allí era donde me reunía con mi grupo de amigos, una expresión que hoy parece sacada de tiempos antiguos.
Experiencias Infantiles y Juegos de Antaño
Varios de nuestros juegos podrían parecer hoy objetos de museo. Mi preferencia era por una cartuchera de vaquero y una pistola de cebita que hacía un sonido al apretar el gatillo. Al recordar esos días, me pregunto si aquellos juegos inocentes podrían darme una imagen violenta. Sin embargo, lo que hacíamos era imitar a los vaqueros enfrentándose a los peligros del salvaje oeste. Esa era nuestra manera de jugar en un mundo lleno de imaginaciones creativas. Todo era parte de las aventuras en nuestros exploradores urbanos.
Este espacio público no solo servía para divertirnos; también representaba un lugar de aprendizaje. Era allí donde comenzábamos a tener experiencias de vida, como las primeras amistades especiales que apenas duraban días y solían involucrar paseos tomados de la mano y algún tímido beso en la mejilla.
No obstante, el ambiente tampoco estaba exento de momentos difíciles. Aunque desconocíamos el término bullying, su esencia estaba presente. Algunas veces, uno de los chicos era objeto de burlas colectivas y otras, a un nuevo integrante se le cerraba el acceso al grupo mediante dinámicas internas. Mientras unos hacían uso de un lenguaje más atrevido, otros preferíamos callar, siguiendo enseñanzas familiares que, en ocasiones, nos hacían sentir diferentes de quienes se comportaban con más desparpajo.
La plaza era, sin duda, un microcosmos con luces y sombras. Aunque abundaban los momentos alegres, también era escenario de discusiones. Pero su verdadera cualidad radicaba en su autenticidad, al ser un espejo del mundo real. En contraste con los entornos extremadamente protegidos, nos enseñaba a lidiar con lo que existe más allá de una zona de confort.