Tres relatos de supervivientes dos décadas después de la tragedia de Cromañón: una cicatriz perpetua en sus vidas

Veinte años después del devastador incendio en Cromañón que se cobró 194 vidas y afectó a miles entre heridos y sobrevivientes con secuelas físicas y emocionales, el Parque de la Estación fue el anfitrión de una ceremonia organizada por la Coordinadora Cromañón. Esta reunión tuvo como objetivo brindar un nuevo significado a esta fecha desde una óptica de unión, apoyo mutuo y reivindicación de los derechos de quienes fueron impactados por la tragedia.

Ya adentrándose la tarde, alrededor de cien individuos, vistiendo camisetas negras en honor a las bandas de rock nacional, se congregaron compartiendo mates, risas y conversaciones, mientras esperaban el comienzo del acto. A pesar del intenso calor, las sombras de los árboles brindaban algo de frescura y el ambiente se veía cargado de esa anticipación tan típica previa a los conciertos. De fondo, se podían escuchar los primeros acordes de una prueba de sonido que cortaban el aire, seguidos por voces alentadoras que anunciaban el inicio inminente.

Para Sofía, una joven de 28 años, quien se encontraba ajustándose un pañuelo mientras tocaba el tatuaje de Callejeros en su brazo, este día posee un significado muy especial. “Era apenas una niña cuando sucedió la tragedia, pero escuchar constantemente esas historias te deja una marca indeleble. Hoy estamos aquí para hacer memoria, pero también para festejar todo lo que hemos aprendido como comunidad”, expresó convencida.

La primera banda en tomar el escenario fue La Chilinga, ante la cual Pedro Bustamante, portando una camiseta desgastada de Las Pastillas del Abuelo, compartía “es imposible faltar a este encuentro. Yo era un joven rolinga, y podría haber estado en su lugar. Esta lucha aún no ha terminado. Nosotros estamos aquí por ellos. La música no mata”.

Relatos de un dolor que perdura

Martín Genauer rememora aquel viaje en el bus 105 hacia Cromañón junto a sus amigos de Villa del Parque, cuando apenas tenía 21 años. “Éramos una gran multitud, siguiendo a Callejeros a donde fueran”, dice. Aquella noche del diciembre de 2004 cambió sus vidas radicalmente, “Recuerdo el entrar sin imaginar lo que nos esperaba, y cómo en un instante todo se transformó. Fue repentino y cruel”. Martín logró sobrevivir, a diferencia de algunos amigos. “Algunos de nosotros regresamos al lugar de siempre, otros terminaron en el hospital, y otros jamás volvieron.”

Hoy, como líder de la Coordinadora Cromañón, celebra los logros alcanzados en pro de la seguridad en eventos, subrayando el cambio de mentalidad hacia espacios que sean al mismo tiempo hermosos, seguros y con buena acústica. Igualmente, destaca la Ley de Reparación Integral que asegura atención médica vitalicia para las víctimas. Sin embargo, señala que aún queda un largo camino por recorrer: “Tenemos sobrevivientes que terminaron quitándose la vida y otros que luchan contra el estrés, la ansiedad o adicciones. Es una herida que siempre encuentra la manera de manifestarse”.

Si bien no se siente en condiciones de ver la serie recientemente lanzada sobre Cromañón, reconoce su importancia, “No es para nosotros; es para esas generaciones que no entienden lo ocurrido. Dialogar con ellos es un avance”. Martín resume su reflexión con una verdad contundente: “En esta batalla, nadie se salva solo”.

Memoria colectiva: una responsabilidad de todos

Laura Lluvero narra cómo, a sus 23 años, asistió al fatídico recital de Callejeros con su entonces novio (ahora padre de su hija), su hermana y amigos. “Nos reunimos en casa de Marcelo, un amigo que lamentablemente no sobrevivió. Era parte de nuestra rutina: apoyar a bandas locales, encontrarnos, compartir sueños”, cuenta. Hoy, con 43 años y siendo vicepresidenta de la Coordinadora Cromañón, reflexiona sobre cómo esa noche dejó una marca imborrable en su vida.

“Tuve que interrumpir mi carrera como maestra. A pesar del tratamiento psicológico, era difícil funcionar día a día. Con el tiempo, gracias al apoyo de seres queridos, recuperé mi confianza”, comparte respecto a las consecuencias de aquel evento. Además, comenta sobre la reciente serie de Cromañón, “No la he visto ni tengo planes de hacerlo. Martín lo dijo bien: es una producción sobre nosotros, pero destinada a quienes no vivieron aquella época”.

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A pesar de los avances, Laura insiste en que aún hay desafíos pendientes, como la lucha por la expropiación del lugar del incendio, buscando convertirlo en un espacio de memoria colectiva. “No es solo por nosotros o por los familiares, es por toda la sociedad”.

“Mi hija, de 16 años, durante mucho tiempo ocultó nuestra condición de sobrevivientes, pero la serie ha abierto un canal de diálogo con sus amigos. Eso también es parte del proceso de mantener viva la memoria”, agrega.

Un inicio trágico en el mundo de los recitales

“A mis 16 años, fue uno de mis primeros conciertos en solitario”, recuerda Gonzalo Caneda Díaz (36) sobre aquella noche junto a su hermano menor. “Mi padre nos había regalado las entradas como un regalo de fin de año, animándonos a adentramos en la cultura de los recitales”.

Llegaron temprano, anticipando una multitud debido al lanzamiento del nuevo álbum de la banda. Gonzalo describe con profunda claridad el momento en que una candela encendió la tragedia. El pánico fue absoluto. “Faltaban señalizaciones y luces de emergencia. Al bajar el humo, el aire se volvió ácido, provocando una sensación de quemazón interna”. La desesperación de perder a su hermano marcó el punto más álgido de la noche, logrando reunirse tras un caótico esfuerzo mutuo.

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Gonzalo, al igual que Martín y Laura, enfatiza la importancia de la memoria y la lucha constante por justicia y prevención para que desastres como Cromañón nunca se repitan.

Con el atardecer, el Parque de la Estación no ve disminuir su afluencia, sino todo lo contrario. Las familias y amigos se acomodan para seguir disfrutando de la música, en un evento que, a pesar de estar teñido de recuerdos, sirve también como un acto de memoria y homenaje a aquellos que se vieron afectados por la tragedia de Cromañón.

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