¿Hemos vivido una vida anterior diferente a la actual? Para muchos, la respuesta es afirmativa. En el pasado, la descendencia de un noble heredaba derechos, a los hijos de campesinos les esperaba el arduo trabajo de los campos, y los descendientes de los artesanos seguían el camino de los gremios. Un grado de movilidad social -que en nuestros días pareciera haberse reducido- ofrecía la posibilidad de forjar nuestra identidad sin depender del linaje.
Raíces y Momentos de Decisión
Al explorar mis orígenes, identifico momentos clave. Uno de ellos se relaciona con el ámbito familiar, donde una carrera universitaria era un mandato implícito. En mi familia, donde predominan ingenieros y dentistas, el periodismo -considerado un oficio de menor relevancia- no tenía cabida. Sin embargo, el azar jugó a mi favor: justo cuando concluía la preparatoria, se reinauguró en Rosario una peculiar licenciatura en Comunicación Social. Nadie podía definirla con claridad, pero el periodismo empezó a destacar. Logré así unir mi vocación con la educación formal, evitando convertirme en alguien que estudia Derecho solo por la pomposidad del título y el afán de lo tradicional.
Cambios de Rumbo en la Adultez
Otra etapa de transformación se presentó en mi madurez, con hijos ya adolescentes. Al mudarme con mi familia de Argentina a España, junto a mi esposa, inauguramos una librería. En los comienzos, me asombró algo novedoso. Si bien el periodismo me brindaba interacción con personas, siempre estaba filtrada por el alcance de un periódico importante. Uno puede intuir el impacto de un tema, pero esa percepción es mínima: un programa radial que discute el asunto o un lector que envía un correo electrónico. Estas son señales difusas, sin un encuentro directo.
Interacción en la Librería
En la librería, por primera vez, trabajé directamente con personas, quienes tienen nombre, cara, historias personales y preferencias literarias (ya sea ficción, ensayos o incluso el manga). A través de ellos, me educaba y compartía mis conocimientos. El trato personal es inherente a la tarea, creando un sentido de comunidad y un valor invaluable, que no se cuantifica en dinero.
