La controvertida situación surgida en el monte Aconcagua

La investigación judicial en Mendoza sobre el supuesto maltrato de mulas utilizadas como animales de carga en el Aconcagua (6.962 msnm) ha reavivado el debate acerca de la prohibición de alquilar estos animales por parte de los arrieros a las empresas que operan en la cima más alta de América.

Una mula es un animal estéril, fruto del cruce entre una yegua y un burro. Estos animales jugaron un papel crucial en la travesía de la cordillera de los Andes durante la campaña libertadora del General San Martín.

Desde que el Aconcagua se convirtió en un destino de renombre internacional, las mulas han sido esenciales en los ascensos a grandes alturas, transportando equipamiento como tiendas, utensilios de cocina, colchones, mantas térmicas, calefactores, luces de emergencia y baterías para los campamentos.

Regulaciones y controles

Por ley, las mulas no deben cargar más de 60 kilos, pero los controles en el Aconcagua, conocido también como el Coloso de América, eran esporádicos hasta que surgió la denuncia judicial, lo que a menudo resultó en cargas mayores.

Con su andar en fila india, las mulas recorren empinadas sendas de tierra, hielo y roca hasta los 4.500 metros de altura, donde se encuentra Plaza de Mulas, el campamento base más importante del Aconcagua.

Desde noviembre hasta marzo, las mulas transportan equipamiento para montañistas, guías, porteadores, guardaparques, médicos, cocineros y personal técnico que forman un pequeño poblado en altura cada verano. Plaza de Mulas sirve como el mayor punto de aclimatación antes de intentar la cumbre.

Intervenciones y consecuencias

El 13 de enero pasado, una inspección del Ministerio de Ambiente y Energía de Mendoza y el fiscal Gabriel Blanco identificaron que 70 de las 300 mulas de carga que operan en el Aconcagua estaban desnutridas y con serios problemas de salud.

Según Nuria Ojeda, subsecretaria de Ambiente, el maltrato animal era evidente y el sistema de monitoreo debía cambiarse. La responsabilidad del bienestar y salud de estos animales correspondía al Colegio de Veterinarios de Mendoza, que tenía un convenio remunerado con el programa de Bienestar Animal.

Con el registro de denuncias e irregularidades, el Colegio de Veterinarios dejó de supervisar el estado de las mulas, dejando al parque Aconcagua sin dicho control de un día para otro.

“El Colegio se retiró a mitad de temporada sin información completa sobre los controles a los proveedores del servicio de mulas”, apuntó Ojeda, añadiendo la presencia de dos veterinarios por turno con inspecciones esporádicas.

Acciones y posturas

Ante la retirada del Colegio Veterinario, los guardaparques asumieron el control del cuidado y descanso de las mulas. “Se han integrado actas digitales para registrar todos los movimientos de las mulas y su seguimiento”, indicó Ojeda.

Durante el monitoreo de 300 animales, el personal de Áreas Protegidas y el Ministerio Público Fiscal determinó que había indicios de maltrato, resultando en la detención de dos personas y la imputación de cerca de diez arrieros según la Ley 14.346.

Los animales afectados fueron encontrados en diversos lugares como el Parque Provincial Aconcagua, Puente de Inca y Plaza de Mulas, entre otros.

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Entre los hallazgos de la investigación liderada por el fiscal Gabriel Blanco, usando drones para inspeccionar zonas inaccesibles, se detectó una mula con quemaduras por ácido después de transportar una batería de coche. También encontraron mulas debilitadas y mal alimentadas.

La discusión actual es cómo mejorar la eficiencia de los controles y asegurar el bienestar de las mulas. A pesar de que un helicóptero podría cargar parte del equipamiento, no alcanza para cubrir las necesidades de aproximadamente 2.800 montañistas cada temporada.

La fundación ambientalista Cullunche, que anteriormente controlaba el bienestar de las mulas, ha lanzado una petición en change.org para retirar a las mulas del Aconcagua, con el lema “Basta de tracción a sangre en Parque Aconcagua”.

Jennifer Ibarra, al frente de Cullunche, reclama que las mulas han sido maltratadas durante años con exceso de carga, heridas y falta de descanso, argumentando que es inaceptable seguir usando estos animales como vehículos de carga.

Habitualmente, el uso de una mula hasta el campamento elevado tiene un costo entre 250 y 280 dólares, y el protocolo establece que deben descansar y alimentarse en periodos de 24 horas, además de pasar por controles por parte de guardaparques. Todas las mulas que ingresan deben tener un chip.

Por otro lado, Arturo Erice Argumedo, abogado experto en derecho de deportes en montaña, defiende el uso de mulas cargueras, argumentando su adaptación genética y utilidad histórica en terrenos montañosos como el Aconcagua.

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Según Erice, los arrieros dependen económicamente de esta actividad y cuidan diligentemente a sus animales. “No se trata de un negocio oscuro”, expresa, “sino de una tradición que ha sido perfeccionada a lo largo de 40 años, con un adecuado manejo del peso y distribución de las cargas en cada mula”.

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