En los últimos diez años, se ha planteado que los fondos oceánicos representan una frontera crítica para la obtención de metales necesarios para fabricar baterías destinadas a dispositivos móviles. En el afán de localizar los apreciados sulfuros y nódulos, llamados “trufas del océano”, las aguas en torno al Banco Saya de Malha—una meseta submarina del tamaño de Suiza ubicada entre Mauricio y las Seychelles en el Océano Índico—han tomado importancia como un objetivo deseado.
Peligro invisible
A pesar de que gran parte del Banco es demasiado superficial para ser adecuada para minería, ciertas zonas alrededor, especialmente las que no están en el área de las praderas submarinas de la meseta de Mascarene, logran alcanzar profundidades superiores a los 2.750 metros (o 9.000 pies), lo que las hace apropiadas para la minería.
Varias compañías han firmado acuerdos de exploración a largo plazo para extraer metales valiosos como titanio, níquel y cobalto en este lugar.
La técnica de extracción
Para obtener los nódulos, se llevan a cabo operaciones mineras industriales mediante gigantescas excavadoras que pesan 30 veces más que las convencionales. Las grúas las bajan desde los barcos hacia el lecho marino donde recogen y trituran las rocas, enviando una mezcla de nódulos y sedimentos hacia el barco través de una red de tuberías.
Después de extraer los minerales valiosos, las embarcaciones devuelven al océano las aguas procesadas junto con sedimentos y pequeñas partículas de minerales triturados, conocidos como “finos” mineros.
En 1987, investigaciones sobre la Cuenca de Mascarene, parte del Océano Índico que incluye el Banco Saya de Malha, identificaron posibles depósitos ricos en cobalto alrededor de unos 11,500 kilómetros cuadrados.
Impacto medioambiental
Corea del Sur cuenta con un contrato de exploración con la Autoridad Internacional de los Fondos Marinos en los respiraderos hidrotermales de la Dorsal Central del Índico, situados a 400 kilómetros al este del Banco Saya de Malha. Este contrato comenzó en 2014 y culminará en 2029, con exploraciones ya en curso. Alemania e India también poseen acuerdos para investigar áreas a unos 1.300 kilómetros al sureste del Banco Saya de Malha.
El impacto de esta actividad es motivo de preocupación para los investigadores. La minería genera sedimentos que afectan a las praderas submarinas al bloquear la luz solar esencial para ellas; los sedimentos transportados por las corrientes pueden alterar significativamente la cadena alimenticia en el océano, poniendo en riesgo especies clave como el atún.
Además, el lecho marino se recupera lentamente de las alteraciones mineras. Un estudio en 2022 usando drones submarinos descubrió huellas de pruebas mineras realizadas 50 años atrás cerca de Charleston, Carolina del Sur. Estos lugares carecían de vida marina significativa.
Otro estudio en 2023 destacó que un año después de una prueba de minería en aguas japonesas, la densidad de vida marina se redujo a la mitad.
Proponentes de la minería enfatizan la creciente necesidad de minerales, mencionando que el Banco Mundial auguró un incremento del 450% para 2050 en la demanda de minerales como el litio. Sin embargo, escépticos argumentan que el avance en tecnología de baterías podría revolucionar el sector, haciendo que dependan menos de estos minerales.
A pesar de las críticas, la industria de minería en el fondo oceánico busca atraer inversores, aunque muchos dudan de sus beneficios a largo plazo por lo costoso que resulta conseguir estos minerales debido a las grandes distancias y condiciones del mar.
Algunas grandes corporaciones tecnológicas y automovilísticas no persiguen los minerales del mar, prefiriendo métodos sostenibles como reciclaje, reutilización de metales y minería urbana.
En 2024, surgieron quejas alegando que una de las principales compañías de minería marina, The Metals Company, pudo haber engañado a sus inversores. Recientemente, la empresa ha cambiado su enfoque, planteando que estos metales son cruciales para propósitos militares.
Políticos en Mauricio ven en la minería oceánica una oportunidad económica y aunque prometen precaución, continúan explorando posibilidades en sus aguas. En 2024, se anunció un acuerdo entre Mauricio y Seychelles para explorar petróleo en los alrededores del Banco Saya de Malha.
Globalmente, el rechazo a la minería submarina ha crecido. Organizaciones como Deep Sea Conservation Coalition han instado por una pausa en estas actividades. En 2021, Greenpeace realizó la primera protesta submarina en el Banco Saya de Malha para denunciar la minería marina e instar a una transición tecnológica responsable.
