Ruta clandestina de bagayeros en la frontera boliviana: un análisis desde Aguas Blancas por Clarín

Movimientos matutinos en la frontera

En el amanecer, alrededor de las cinco de la mañana, los comercios en Bermejo, Bolivia, comienzan su jornada laboral. Este ambiente temprano desata la actividad del lado argentino, en Aguas Blancas. La urgencia apremia: ya sea descendiendo de un micro en la terminal o llegando en coche hasta la frontera, los bagayeros buscan sortear el paso legal. Un salto sobre la baja muralla, que se desea reemplazar por una más alta y alambrada dentro del “Plan Güemes” para reforzar la frontera, es suficiente para continuar.

Caminos alternativos hacia el río Bermejo

El trayecto desde el control de Migraciones hasta la terminal es de unos 200 metros y existen al menos dos accesos ilegales a la ribera. La primera opción se encuentra a escasos 50 metros de la terminal, mientras que la segunda implica una bajada rocosa tras la pared de la terminal, navegando por una cornisa. Además, hay una tercera y poco conocida opción: casitas localizadas al sur, que permiten el acceso al río por una suma de dinero, ofreciendo un paso libre hacia el Bermejo.

El equipo de Clarín decide explorar la segunda ruta, deslizándose por la escalera de rocas hasta emerger en un exuberante paisaje natural que cede paso a una amplia franja arenosa. Allí, los bagayeros buscan refugio del sol a la sombra de los árboles, debajo de tablones abandonados, o en improvisadas carpas.

A pesar de que los comercios bolivianos operan desde tempranas horas hasta las cinco de la tarde, algunos acontecimientos quedan inconclusos. Por ejemplo, una reciente creciente del río obstaculizó a varios bagayeros, impidiendo su paso al territorio vecino.

Ana, que administra un negocio en Orán vendiendo productos comprados en Bolivia, es una de las afectadas. Ya casi son las cuatro de la tarde y ella lamenta la nueva normativa, que dice perjudicar a los que trabajan honradamente. Explica que las iniciativas contra el narcotráfico y la hoja de coca suelen meter a todos en el mismo saco.

Una patrulla de la Prefectura Naval Argentina vigila la costa para detener el paso, y parece evidente que del lado argentino ya no es prudente esperar más.

“Antes era diferente, más tenso. Al principio, tras la intervención de la Prefectura, solo podíamos cruzar por aduana”, comenta Ana. Pero ahora, pasadas unas semanas, la situación parece haberse normalizado.

En la costa, una variedad de chalanas y un gomón descansan inmóviles en la playa rocosa. Al regresar de Bolivia, los bagayeros pueden optar por el relativamente asequible viaje en chalana, cuyo precio oscila entre $500 y $1,000, dependiendo de la hora, aunque con restricciones de carga.

El gomón, más caro (puede alcanzar los $5,000), permite transportar cargas pesadas, recorriendo diagonalmente la distancia hasta la “finca Carina”, un recinto privado a 3 kilómetros de Aguas Blancas, donde los más valientes bagayeros encuentran refugio evitando controles fronterizos.

Adrián Zigarán, interventor municipal, estima que el 85% de los bagayeros usa esta última opción, reportando ingresos diarios entre $50,000 y $100,000. La alternativa legal abarca solo un 15% del total.

Desde Bolivia, el panorama muestra camiones descargando gomones que son utilizados por los bagayeros para retornar al territorio argentino, a menudo frente a la mirada inefectiva de la seguridad boliviana.

La proyección de un cerco de 200 metros, sumado a agentes federales, para obstruir el tránsito de personas hacia el sur, no alcanza a cubrir el área de Carina, que sigue siendo el trayecto favorito debido a la corriente del río.

Zigarán menciona que un eventual acuerdo con la Prefectura podría erradicar el uso de gomones, pero advierte que el cierre de rutas ilegales podría desencadenar tensiones en Bermejo.

Ana señala que, además del costo del gomón, se debe contemplar la tarifa de un vehículo dentro de la finca Carina que transporta la mercancía hasta la ruta 50, donde Gendarmería efectúa controles con escáner.

A menudo, los bagayeros corren el riesgo de llevar drogas ocultas sin saberlo en sus bultos. Algunos incluso evitan los controles por rutas alternativas, sabiendo que son más severos en horario vespertino.

La travesía desde Bermejo hasta Orán abarca aproximadamente 53 kilómetros, culminando en un área de distribución para todo el país, conectando con los destinos finales mediante numerosas líneas de micros.

Más allá de los bagayeros: chancheros y paseros

No solo los bagayeros desafían este recorrido; los chancheros, que suelen traficar hojas de coca, incursionan por el río de noche, impulsando su carga flotante por la corriente, un acto arriesgado pero lucrativo que les reporta grandes sumas diarias.

En un momento impresionante, algunos chancheros se lanzan con sus paquetes a la corriente, ante la atónita mirada de niños que miran con emoción y cierta preocupación cómo navegan las aguas turbulentas.

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