Ejemplos Inspiradores de Curiosidad
A la edad de 73 años, Giuseppe Verdi lanzó “Otelo”. Goethe puso punto final a “Fausto” estando en sus 80 años. Aunque Tolstoi alcanzó la fama a una edad más temprana, no fue hasta los 67 cuando aprendió a montar en bicicleta. En nuestro entorno, Aurora Venturini se alzó con el Premio Nueva Novela por “Las primas” a la edad de 85 años.
La Edad: Solo un Número
La edad puede que influya, pero no de la forma en que imaginamos. A pesar de la pérdida de agilidad física o el aumento de peso, el fervor por vivir no entiende de años si eliminamos las barreras culturales que nos confinan a la calma en ciertas etapas de la vida. ¿Y si, en lugar de serenidad, deseamos acción y dinamismo? Siempre me provoca una risa -esa risa irónica- escuchar que alguien recién jubilado va a disfrutar de su “bien merecido descanso”. La verdad es que, si la salud acompaña, el descanso podría parecer la antesala del final. Aunque esto es seguro que llegará, ¿por qué no aprovechar el tiempo para crear e ilusionarse mientras tanto?
En mi vida, he asumido nuevos retos ya en la madurez. Me inicié en el mundo del running alrededor de los 50 años pese a haber sido una persona sedentaria. Es fascinante cómo, cuando el deseo nos impulsa, lo que se percibe como difícil o agotador puede volverse luminoso. No hablo de Eros como sexualidad, sino como una energía vital.
Años después de descubrir el correr, abrimos una librería junto a mi esposa. Aunque siempre sentimos una profunda pasión por los libros, hasta ese momento el periodismo había ocupado casi toda nuestra atención. Algunos amigos nos miraron con escepticismo, e incluso un amigo nos llamó “imprudentes”. Sin embargo, gracias a la fortuna, la casualidad o nuestro propio empeño, la librería ha prosperado y nos ha regalado una experiencia única: el trato directo con la gente. Mediante el periodismo se crean lazos con un amplio público, lo cual es gratificante, pero carece de la intimidad del contacto cara a cara, entendiendo al otro o al semejante en su esencia más profunda. Ser libreros nos ha brindado esa oportunidad.
No se trata de las opiniones de los demás, sino de seguir nuestro propio instinto. No arriesgar sin sentido, pero sí considerar que las oportunidades son como trenes; si no subimos, nos quedamos en el andén viendo cómo parten.