Martín Alejandro Fabio, conocido como “el Mono”, lleva tres décadas cautivando audiencias con su grupo Kapanga en los escenarios internacionales. No obstante, antes de alcanzar el estrellato en el rock argentino, pasaba largas jornadas con un bolígrafo en mano enfrentándose a un reto constante: completar la Claringrilla, que ahora celebra su 60 aniversario.
“Aprendí a leer antes de asistir a la escuela con revistas como Isidoro y Patoruzú. En mi hogar, la lectura del diario era un hábito diario. Mi padre lo compraba, pero era mi madre quien siempre completaba la Claringrilla. Yo me sumé a esta pasión al crecer, y desde los 15 hasta los 23 años, no hubo un día que no la resolviera”, relata el Mono en una conversación con Clarín.
Aquella actividad diaria se transformó en casi un ritual. “Trabajaba en un bar donde el diario llegaba a las 6:30 de la mañana. A las 7:30 ya estaba ahí, abría a las 8, y aprovechaba esa media hora para darle una primera pasada. Algunas veces la resolvería de inmediato, mientras que otras veces quedaban unas pocas palabras pendientes”.
Pasión y dedicación
El compromiso del Mono iba más allá, al punto de aguardar más de 12 horas para regresar y finalizarla. “Una vez en casa, buscaba las palabras desconocidas en el diccionario. Evitaba pedir ayuda, ya que era muy persistente”.
El artista de Quilmes rememora también momentos específicos en el café donde trabajaba, cortando la última página del diario para garantizar que nadie más la resolviera antes que él. “Si alguien la completaba antes que yo, me enojaba”, confiesa sonriente. “La Claringrilla era mi territorio”, añade.
Un vínculo especial
La Claringrilla no solo era un hobbie para él; también representó un puente que intensificó su relación con su madre. “Este crucigrama me unió a mi madre, lo resolvíamos juntos. Mi padre nunca podría hacerlo porque siempre estaba bajo nuestro dominio. La última página era intocable”.
En octubre de 2022, Nilda Pasarelli, su madre, falleció y el Mono la homenajeó con un sentido mensaje en sus redes sociales: “Gracias por darme la vida, por tu educación, por ser mi luz en tiempos oscuros y por el apoyo inquebrantable en todo lo que emprendí”. El intercambio de ideas y resultados del crucigrama fue, sin duda, un mecanismo vital para fortalecer su relación.
Palabras y desafíos
Con 55 años, el Mono continúa apasionado por los desafíos lingüísticos. “Adoro los concursos de preguntas y respuestas. Aunque no veo mucho televisión, siempre miro ‘Los 8 escalones’. Participé y llegué a la final”.
Recientemente participó en Pasapalabra (Telefe), donde completó el rosco, ganando 2 millones de pesos que destinó a Adopciones Quilmes, un refugio de animales que apoya desde hace tiempo.
El último 28 de septiembre, durante un concierto, el Mono sufrió un infarto y fue hospitalizado de emergencia. Le colocaron 7 stents, pero a pesar del contratiempo, un mes después ya regresó al escenario. “No tengo intención de partir todavía”, asegura.
Legado y futuro
“Aún en recuperación, me esfuerzo por disfrutar cada día. La vida la abordo de una manera distinta, ya hay cosas que no me afectan”, afirma.
Su hijo se ha adentrado en el mundo musical, aunque sin compartir su pasión por las palabras. “A él no le fascinan, pero escribe y crea letras. Una versión mejorada”, bromea.
A treinta años de la formación de Kapanga, el Mono celebra su trayecto, admitiendo haber usado vocablos de la Claringrilla en sus letras. “Treinta años en cualquier actividad ya es mucho, pero en una banda de rock, lo es aún más. Le adjudico el asiento más preponderante de mi vida. Hice algo fuera de lo convencional, recorrí el planeta, absorbí culturas, gané amigos. Estoy eternamente agradecido”.