Antes de fallecer, María Branyas Morera, reconocida como la mujer más longeva del mundo en vida, realizó una solicitud final. “Por favor, estudien mi cuerpo”, pidió al profesor de genética Manel Esteller, de la Universidad de Barcelona.
Habitante de la ciudad de Olot en Cataluña, la señora Branyas falleció durante el verano con una asombrosa edad de 117 años.
El doctor Esteller, junto a un equipo numeroso de investigadores, decidió cumplir con el deseo de María, realizando análisis de su sangre, saliva, orina y heces para entender las razones detrás de su longevidad.
El estilo de vida de María
Un estudio compartido en la revista Cell Reports Medicine revela que uno de los secretos de su longevidad era su autocuidado. Madre de tres hijos adoptó una dieta mediterránea, se mantuvo alejada del tabaco y el alcohol, y caminaba diariamente hasta principios de los años 2000 cuando la actividad se volvió complicada.
Las ventajas de una lotería genética
Además de su estilo de vida saludable, su genética le brindó ciertas ventajas. Según los investigadores, sus variantes genéticas pudieron actuar como un escudo contra riesgos habituales como colesterol alto, enfermedades del corazón, demencia y cáncer.
El doctor Esteller señaló que “las células de María daban la impresión de ser más jóvenes que la edad que tenía”.
El papel del microbioma
Un factor importante fue su microbioma, los microbios convivientes en su cuerpo, que se asocia a niveles bajos de inflamación. Específicamente, su microbioma tenía abundancia de Bifidobacterium, una bacteria beneficiosa especialmente presente en el yogur. Ella ingería tres yogures diariamente.
El investigador explicó que “los niveles elevados de inflamación suelen estar relacionados con un envejecimiento prematuro”.
Perspectivas y cautela científica
La genetista Immaculata De Vivo de la Universidad de Harvard, aunque no participó en los estudios, califica las conclusiones de “razonables científicamente”. Sin embargo, advierte sobre la importancia de no extrapolar conclusiones individuales a población general.
“La genética y un microbioma saludable pueden influir, pero la enfermedad es más cuestión de probabilidades que de certezas absolutas”, dijo De Vivo.
La doctora Mary Armanios, oncóloga y genetista de Johns Hopkins, se muestra más escéptica sobre la predictibilidad de la longevidad basándose solo en variantes genéticas. Señala que esas asociaciones son complejas y no siempre reflejan la capacidad de predecir la vida extensa.
“Un excelente perfil genético no garantiza superar barreras socioeconómicas que influyen en la expectativa de vida”, concluyó Armanios, apuntando a diferencias significativas en esperanza de vida ligadas a factores como educación e ingresos.
Nacida en San Francisco en 1907 de padres españoles, el fallecimiento de su padre llevó a María y su madre de vuelta a España cuando tenía 8 años. Con una familia que sufrió diversas pérdidas, María siguió adelante, mostrando una notable resiliencia ante adversidades.
Hasta su traslado a un hogar de ancianos en 2001, donde vivió acompañada de familiares y amigos, María llevó una vida independiente. “Vivió una vida saludable”, subrayó el doctor Esteller.
Este análisis refleja cómo la genética y el estilo de vida, combinados, pueden ofrecer pistas hacia una vida más longeva, aunque no determinen el destino de forma definitiva.
