La idea de una tarde de verano en bikini, camiseta y short junto a su pareja en el Cajón del Azul, cerca de El Bolsón, se tornó en un recuerdo angustiante. Atrapados por un incendio forestal, se vieron forzados a pasar la noche en un refugio de montaña con otras 290 personas, aguardando la señal de evacuar.
Un rescate sin precedentes
La madrugada trajo noticias a las 3 AM, con las familias en vilo gracias a un baqueano que proporcionó wifi, y un francés que no comprendía el caos que se desataba a su alrededor. Así fue la evacuación de 856 aventureros de una red de refugios montañosos en Argentina, un operativo nunca antes visto, ejecutado siguiendo las órdenes a través de handies y dependiendo del viento para poder escapar de la Cordillera.
Brisa Castro, de 24 años, decidió recorrer la Patagonia junto a Leonel García, su novio de 27, y en sus últimos tres días en El Bolsón, Río Negro, optaron por visitar el Cajón del Azul. Este río que fluye entre rocas y ofrece refrescantes pozones donde nadar, rodeado de una espléndida vegetación de lengas, coihues, ñires y cipreses, es un atractivo destino veraniego en la Patagonia.
Una odisea inesperada
El acceso al Cajón del Azul se realiza mediante una senda de montaña de aproximadamente 8 kilómetros, bordeada por bosque, donde solo cabe una persona en muchos tramos. Una caminata que normalmente toma entre tres y cuatro horas. Antes de iniciar, en la Chacra Wharton, los visitantes deben inscribirse en el ANPRALE (Área Natural Protegida Río Azul Lago Escondido), incluso si solo planean una visita diurna.
Brisa y Leonel se convirtieron en protagonistas de un rescate sin precedentes.
La lista incluye a aquellos que ascienden a los 12 refugios de montaña, donde se puede acampar por $ 10,000 por persona, o pasar la noche en el refugio por $ 20,000. Usualmente suben jóvenes y amantes del trekking, incluidos turistas extranjeros. El jueves, fueron atrapados en una situación aterradora.
“Pensamos en subir, disfrutar del Cajón, y regresar. Empezamos a las 12, sin comida ni abrigo. El camino estaba muy frecuentado, llegamos alrededor de las 15:30. El paisaje es espléndido, valió la pena el esfuerzo, pero una hora después un joven llegó alterado”, relata Brisa, ahora en Loma Verde, Buenos Aires.
“Nos avisó que teníamos que irnos, que el sendero estaba prendido en llamas, y debíamos refugiarnos en un sitio más seguro. Nos concentramos en una isla, a la orilla del río Azul, éramos un gran grupo. Todos empezamos a preocuparnos cuando el humo se hizo visible a las 18”, narra ella.
A las 20, aún con luz solar en la Cordillera durante el verano, se ordenó pasar la noche en el refugio y ubicarse en una “isla de piedras” lejos del bosque, en caso de que el fuego avanzara.
La incertidumbre se apoderó de las casi 300 personas atrapadas mientras rumores se expandían sobre la llegada del fuego a sus vehículos estacionados en Wharton, y la falta de señal para contactar a sus familias incrementaba la ansiedad. “No sabíamos qué esperar, la desesperación era total”, confiesa Brisa.
Ante el caos, un hombre de la zona prestó su wifi mediante un código QR, permitiendo la comunicación con sus hogares. “Nos organizábamos para enviar audios breves y volver a desconectar para ahorrar energía”, comparte Brisa.
Recuerdos de la noche en el refugio incluyen compartir alimentos y bebidas con aquellos que subieron sin dinero. Personas de diversas regiones se prestaban ayuda, intentaban tranquilizarse y asignar lugares para descansar en el suelo, mientras algunos permanecían en sus tiendas, listos para huir si el fuego se acercaba.
Cuando la Patrulla de Montaña llegó a las 3 AM, todos esperaban instrucción. Aunque el incendio no alcanzó su refugio, la preocupación por el viento prevalecía. Con la luz del día, comenzaron a organizar el rescate.
Conforme el fuego se intensificaba, la evacuación se complicó hasta el mediodía, momento en que retomaron la cuenta en grupos de 10. Se dio la autorización para descender, priorizando a los más vulnerables. Aunque una abrupta contraorden instó a un descenso conjunto debido al humo cada vez más denso.
A las 13:30, iniciaron el descenso en fila india por un polvoriento sendero de montaña. Guiados por la Patrulla de Montaña hasta el encuentro de los ríos Blanco y Azul, lugar donde se originó el incendio. Durante el trayecto, atravesaron zonas afectadas y trabajaban junto a brigadistas para controlar el fuego.
Tras cinco horas de recorrido, a las 18 del viernes, llegaron a Wharton, donde recibieron atención médica y agua. También ofrecieron transporte a El Bolsón, donde el acceso a señal aseguraba la posibilidad de comunicarse con sus angustiadas familias.
Brisa describe esta experiencia como extremadamente angustiosa, pero resalta el valor de los socorristas: “Ellos enfrentaban la pérdida de sus hogares, pero nos animaban a nosotros”.
El incendio en El Bolsón persiste, especialmente en el flanco sur. Para reforzar las tareas de extinción, se espera la llegada de brigadistas de Buenos Aires.
