A lo largo de muchos años, Ignacio Pieckenstainer, un joven de 28 años, asumió que su destino se encontraba en Rosario. Allí vio la luz, creció, recibió su educación y se preparó para ser médico. Sin embargo, el azar y una elección casi fortuita lo condujeron a Maggiolo, un pequeño rincón al sur de Santa Fe, donde actualmente es uno de los dos doctores disponibles.
“Mi interés por la medicina surgió en mi adolescencia. Siempre tuve afinidad por el ámbito de la salud, pero se intensificó tras la muerte de mi padre, Jorge, debido a una enfermedad que no logramos identificar a tiempo. En aquel momento, yo contaba con 15 años”, recuerda.
“Ese suceso me impulsó a querer entender las causas y también a ofrecer ayuda. Durante mi formación académica me percaté que lo más relevante es estar al lado del paciente. Intentar solucionar o brindar apoyo en lo que se pueda. Porque, en muchas ocasiones, no es posible resolver el problema, pero sí puedes ofrecer compañía”, explica.
Esta noción de ofrecer apoyo se transformó en el pilar central de su carrera. Ignacio se capacitó en medicina general y geriatría, y recientemente ha comenzado a especializarse en sexología. Antes de trasladarse a zonas rurales, trabajó en telemedicina y en importantes centros de salud de Rosario: el Hospital Italiano del Centro y el Sanatorio IPAM.
“Las guardias eran intensas, con un ritmo urbano exigente. Pocas veces podías estar tranquilo, ya que rápidamente todo se volvía caótico. Y es crucial poder brindar apoyo a tu equipo. Aunque fue un período breve, aprendí bastante”, enfatiza.
Una decisión imprevista y un cambio radical
El cambio surgió de manera inesperada. “Todo inició como un ‘¿por qué no intentarlo?’”, relata. Se encontraba presentando su examen final cuando su madre le mostró un artículo sobre una convocatoria de la fundación Es Vicis. Esta entidad benéfica, a través de su proyecto Bienvenidos a mi Pueblo, buscaba profesionales para revitalizar pequeñas comunidades rurales que necesitaran ciertos perfiles. En Maggiolo, había escasez de médicos.
“Sin muchas expectativas, me inscribí siendo aún estudiante. No dudé un instante en tomar mis cosas e irme”, comenta Ignacio. “Fui parte de un concurso con 34 médicos de todo el país. Realicé tres entrevistas y fui seleccionado. Mi perfil les llamó mucho la atención. Además, yo también estaba interesado en el estilo de vida del pueblo, más tranquilo”, señala.
Desde la fundación explican que “el caso de Ignacio Pieckenstainer es un modelo de cómo una elección personal puede transformar no solo su vida sino también la de una comunidad, generando nuevas oportunidades de crecimiento profesional y humano”. Es Vicis colabora junto a vecinos y autoridades locales para fomentar el arraigo y el desarrollo sostenible de pueblos pequeños. En los últimos años, la atención médica ha sido un desafío recurrente, por lo que la llegada de Ignacio fue ampliamente bienvenida.
“Se acababa de titular y se mudó de inmediato. Actualmente es médico en una comunidad de 2,000 habitantes. Es muy apreciado, proporciona atención no solo en Maggiolo sino también en pueblos aledaños que necesitan servicios médicos”, comentan desde la organización.
Adaptación a una vida rural
La transición de la ciudad al pueblo fue un giro completo. “Fue un cambio de 180 grados. Pásate de estar en una ciudad rodeado de amigos, familia y múltiples actividades, con ruido por doquier, a la calma de un pueblo pequeño. Aún me sorprende no tener que tomar un transporte público para ir al trabajo o estudiar”, dice riendo.
Maggiolo cuenta con “10 por 10 cuadras” nada más. “Aprecio la cercanía con los vecinos, nos cruzamos constantemente. Llevo un año aquí y nos conocemos todos. Es como una gran familia de dos mil personas. Llegué en el auto de mi familia, que me acompañó durante la primera semana, y, afortunadamente, los habitantes me trataron con gran amabilidad. Aquí hay mucho respeto, algo que no siempre encuentras en la ciudad”, comparte con serenidad.
Describe el lugar como “una localidad encantadora, con una significativa población de adultos mayores. Está próximo a Venado Tuerto, la gente es muy amable y generosa, y predomina la agricultura y ganadería. Destaco la paz y las relaciones cercanas con los vecinos, algo a lo que no estaba acostumbrado en la urbanidad”, afirma.
Experiencias inolvidables y consultas especiales
Su primera consulta en Maggiolo dejó una huella indeleble. “Atendí a una señora con intensos dolores lumbares. Tenía numerosas hernias de disco. Gracias a una recomendación que le hice, logró reducir un 70% de esos dolores. Aprecio mucho situaciones como esta”, relata.
Sin embargo, el caso más sorprendente fue otro. “Estábamos monitoreando a una mujer embarazada. Ella estaba a término y había acudido varias veces al hospital por un posible parto. Justo me tocó a mí esa vez”, narra.
“El parto sucedió en el hogar de la paciente. En esos momentos, no te invade el nerviosismo, te centras en el presente y actúas. El bebé, quien se llama Yamal, lo revisé el mes pasado en consulta y se encuentra muy bien”, cuenta.
El día a día en un pueblo
Su rutina diaria se divide entre guardias, consultas y derivaciones. “Somos tres médicos. Proveemos atención primaria, intentando abarcar todo lo que nuestra preparación permite, pero derivamos al especialista cuando es necesario”, detalla.
“El hospital donde trabajo se centra en atención primaria, contamos con recursos limitados. Es como un CAPS. Disponemos de rayos X, pero no de laboratorio. En tales casos, ofrecemos al paciente un diagnóstico inicial y procedemos a la derivación. Para emergencias, utilizamos el sistema de ambulancias. Venado Tuerto es nuestro principal centro de derivaciones”, puntualiza.
En ocasiones de brotes de faringitis o gastroenterocolitis, puede llegar a atender de 30 a 35 consultas diarias. “Nunca me siento aburrido”, dice sonriendo. Aunque, en general, la atmósfera es bastante calmada.
También realiza visitas a domicilio cuando es necesario: “Se comunica al Samco, se examina la situación, y si es pertinente, asisto con la ambulancia. De lo contrario, camino hacia el domicilio del paciente”, describe.
La importancia de elegir un camino distinto
Ignacio ha aprendido a disfrutar de la tranquilidad, del sonido de los pájaros y de los saludos cotidianos en la calle. “Aquí es muy sereno. Escucho el sonido del ganado. A veces, en mis paseos, me cruzo con gallinas y ovejas. Ya no hay más autos ni colectivos”, señala.
Cuando no está de guardia, su día comienza temprano. Cumple con sus obligaciones en el Samco, atiende en el centro de jubilados, se dedica al estudio y practica meditación. Los fines de semana, viaja a Rosario para reunirse con su familia.
Pese al gran cambio, no se arrepiente. “Para aquellos profesionales que están comenzando, definitivamente lo recomendaría. También para quienes están finalizando su carrera y desean retirarse. La medicina abarca muchas áreas. Si te gusta el primer contacto con el paciente, sin dudas, es altamente recomendable”, sostiene.
En Maggiolo, Ignacio halló lo que había perdido en la ciudad: tiempo, tranquilidad y significado. Su historia, como enfatizan desde la fundación que lo convocó, evidencia que una elección personal puede alterar no solo una vida, sino también impactar en todo un pueblo.
