Es media mañana, exactamente las 11:30. El sol brilla sobre San Jerónimo Sud, un pequeño poblado a casi 40 kilómetros de Rosario, después del mal tiempo. Las calles están desiertas, apenas perturbadas por el viento que arrastra hojas y nostalgias. Dentro de una casa con rejas blancas, la familia Bottoni se alista para recibir a Clarín, quien les trae una sorpresa.
En el centro del comedor, rodeado de sus seres queridos, Matías Bottoni se prepara. A su alrededor están su novia Martina, su hermano, abuelo, amigos y sus padres, Valeria y Luciano. Lo que recibe le ilumina el rostro: una camiseta autografiada por los jugadores y cuerpo técnico de River Plate, el club que siempre ha apoyado. “Gracias”, expresa, con sus ojos llenos de emoción. La observa, la palpa, y por un breve instante, el dolor y la frustración se desvanecen.
Han transcurrido medio año desde el terrible accidente que le fracturó la sexta vértebra de su columna mientras realizaba ejercicios de calentamiento antes de la final de un campeonato de natación en el Parque Roca. Hoy, Matías se encuentra en silla de ruedas. Puede mover los brazos, controlar el tronco y manejar los dedos, aunque con cierta dificultad. Está consciente del largo camino que queda por recorrer, afrontando cada día como una nueva lucha.
La tenacidad de un deportista
Ni la fiebre, ni los tubos, ni las sondas son obstáculos: acude diariamente a rehabilitación con la misma fuerza de voluntad que mostraba en el agua, donde soñaba con alcanzar la gloria. Su mentalidad de nadador sigue intacta, incluso cuando enfrenta momentos difíciles. “Dedico entre seis y siete horas diarias a la rehabilitación”, comparte Matías, de 17 años.
“Está haciendo doble turno en la piscina; por la mañana de lunes a jueves, y por la tarde los martes y viernes”, comenta su madre, Valeria Grimaux, quien lo acompaña a APREPA, el centro dedicado a su recuperación.
El último chapuzón de Matías fue aquel fatídico 10 de mayo. Las sesiones de hidroterapia le han permitido regresar a su segundo hogar, la piscina, escenario del peor golpe en su vida.
-¿Cómo fue regresar al agua?
-Fue impactante, la verdad. Pero poco a poco me fui sintiendo mejor.
-¿Y cómo te encuentras tras seis meses del accidente?
-Algo cansado, pero estoy bien, en general.
Una lucha constante
Aunque a Matías le resulta complicado encontrar las palabras adecuadas, su madre explica: “Ha llegado al punto donde el agotamiento físico lo supera; esa sensación de no poder recuperarse como quisiera. Experiencias que nosotros no podemos comprender”.
Valeria rememora el primer día que intentó ayudarlo. “Me eché a llorar al no poder levantarlo”, confiesa. Con el paso de los meses, Matías comenzó a mover los brazos y a levantarse por sí mismo. Cada pequeño avance es un gran paso.
El papel de la familia
Luciano, su padre, observa desde la cocina y se une a la conversación. “Con este tipo de lesiones siempre existe un grado de incertidumbre significativa. Nadie tiene certezas plenas y el impacto psicológico es enorme. Luchamos para llegar a un punto que ni siquiera un neurocirujano puede prever”.
Matías estaba en el carril reservado para prácticas de salida cuando se lanzó al agua y chocó con otro competidor que salía de la piscina, algo estrictamente prohibido. Tras la operación, el cirujano informó a la familia que Matías terminaría cuadripléjico, según decía su certificado de discapacidad.
A diferencia de la mayoría de las lesiones medulares, no requirió cirugía de fijación. “Es la ventaja de ser joven y deportista. Matías tenía un desarrollo muscular en el cuello que evitó dicha cirugía, gracias a sus entrenamientos de nado mariposa”, revela Valeria.
Hoy, Matías necesita una nueva silla de ruedas adaptada a sus medidas actuales. Aunque ya fue pagada por la obra social, la entrega toma tiempo, ya que se fabrica a medida y debe ser importada desde Estados Unidos. Mientras tanto, la familia improvisa y evalúa opciones para alquilar una temporal.
Desde el accidente, Matías ha recibido el apoyo de figuras del deporte que lo animan. La campeona olímpica de judo, Paula Pareto, lo visitó y lo ayudó a encontrar paz. “Después de su visita, durmió tranquilo por primera vez en muchas noches”, comenta Valeria.
Más allá de la atención de personalidades, su principal sostén es su novia, Martina. Ella confiesa: “El amor que le tengo es incondicional; ahora, mi papel es estar a su lado, segura de que se recuperará”.
-¿Algo que desees decirle a quienes te apoyan?
Matías: “Solo puedo agradecerles porque hacen que todo esto sea más fácil de llevar. Recibir cariño es estupendo. Y a todos, les digo que no dejen para mañana lo que puedan hacer hoy, ya que no sabemos qué sucederá al día siguiente”.
La vida de la familia Bottoni cambió por completo. Valeria se detiene y, conmovida, declara: “Es como un jarrón roto que intentamos reparar, pero esa tarea no es sencilla”.
Además de enfrentar dificultades económicas, pues ambos padres dejaron sus trabajos para dedicarse a Matías, cuentan con el apoyo de amigos y personas que fueron tocadas por su historia.
Un encuentro esperado
El abuelo de Matías buscó ayuda espiritual del Padre Ignacio. Este le dio instrucciones que la familia ha seguido al pie de la letra. “Nos viene funcionando, es cuestión de fe”, comenta Valeria.
El sueño de la familia es lograr un encuentro entre Matías y el Padre Ignacio, un instante de fe que, esperan, les brinde fuerza y esperanza renovada en el arduo camino de recuperación.
