Descubrimos cientos de parientes al investigar nuestra conexión familiar con un antepasado francés del siglo XVII

Fue en mayo de 2015 cuando mi madre, Susana, recibió una inesperada carta desde Cessens, una localidad del sureste de Francia. El remitente era Bernard Emonet, líder de la Asociación Cousinade Emonet de L’Albanais. En el escrito, se le sugería verificar su parentesco con los descendientes de Laurent Aymonet (1605-1673), quien vivió en la aldea de Grange en el siglo XVII. Si se confirmaba el parentesco, la invitación era a asistir a una “cousinade” (reunión familiar) en Haute Savoie el 6 y 7 de mayo de 2016.

Encuentros Inesperados

El firmante de la misiva, apasionado por la genealogía, también compartía el apellido de mi madre, lo que le llevó a pensar en un vínculo familiar. Junto a la carta venía un enlace que permitía comprobar si nuestro ancestro que había llegado a Argentina compartía origen con los habitantes de esa región francesa.

Con desconfianza, mi madre mostró cierta incredulidad a pesar de la coincidencia del apellido. Fue mi hermano Diego quien, cansado de mi ilusión por conocer la tierra de Molière, me dio la noticia que ella pensaba ignorar. Aquella carta era el primer paso de un viaje ansiado, y no sabía que se enmarcaría en una investigación genealógica que transformaría mi 2015 en un año de descubrimientos profundos.

Misterios del Pasado

Siempre me he sentido intrigada por los secretos que guardan las palabras. Si eligiera una flor, aroma o vocablo, sería la “glicina”. Curiosamente, nunca había estado cerca de una.

Mi crianza tuvo lugar en la casa de mis abuelos en Campana. Sabía que mi abuelo materno, Ignacio, era hijo de un francés, quien falleció cuando Ignacio era apenas un adolescente y dejó siete u ocho hijos. Se vivían tiempos cuando los niños no debían conocer ciertas cosas. Las palabras, portadoras de misterios, dejaban vacíos. En mi infancia, escuché a mi abuelo mencionar un hermano que murió jovencito, ahogado, aunque nunca supe si era una realidad o un eco de mis fantasías.

Conexiones Genealógicas

Retazos de Francia, un bisabuelo y la distancia temporal ejercían una atracción enorme. Hasta me halagaba pensando que llevaría su nombre si fuera varón. Conservo de Guillaume, mi bisabuelo, una libreta con su nombre, pensada erróneamente como un documento de Servicio Militar argentino, que era en realidad su exoneración de las fuerzas armadas por incapacidad, el cual marcó el inicio de mi búsqueda.

Corroboré la información proporcionada por Geneanet, tal como Bernard me sugirió. Los datos de la libreta encajaban a la perfección. Guillaume Emonet nació en 1862 en Bloye, dentro del Cantón de Rumilly, y residía en Moye, Haute-Savoie.

Reencuentros Emotivos

A pesar de mi timidez inicial, envié un correo, siendo respondido tiempo después por una respuesta llena de entusiasmo por parte de Bernard, quien llevaba una investigación que había comenzado su abuelo. Empezó a tomar forma mi lugar en esta estructura familiar desde mi abuelo Ignacio. Junto a mi madre, reconstruimos las ramas que Guillaume formó en Argentina.

Fue un viaje arduo. Conversaciones con primos, casos resueltos por teléfono, Facebook y correos electrónicos. Reuniones con familiares que llevaba años sin ver, historias de nuevos parientes y emociones compartidas. Algunos ofrecieron datos valiosos; otros se mostraron más reservados. Esta pesquisa me movilizó por Campana, Zárate, Capital Federal, Argentina e incluso España, llevando finalmente a encontrar una foto de Guillaume y su familia en Campana.

Emprendi el sueño tan esperado: el viaje. Al despedirme de mi mamá el 3 de mayo, sentí una conexión entre sus memorias con su padre Ignacio. El itinerario me llevó de Buenos Aires a París, luego Lyon, y finalmente Aix les Bains, donde Bernard Emonet nos recibió con un abrazo que cruzó el tiempo y el espacio.

Fui la primera descendiente argentina de Guillaume en volver a sus raíces. Originalmente migró gracias a la ley Avellaneda, recibiendo tierras y cultivo en 1884 y muriendo en Campana en 1925.

Al llegar al sureste de Francia, vi cómo las glicinas teñían de lila los paisajes, despertando partes de mi ser. El reencuentro con cientos de Emonets bajo un gran salón dejó una huella imborrable. A pesar de desconocer el idioma, sentí una conexión profunda. Más de 600 parientes posamos para una foto que capturaba la esencia de un linaje compartido.

El encuentro culminó con un video que preparé sobre los hijos de Guillaume y sus descendientes, mostrando a un ancestro que cruzó océanos y mantuvo su legado. La televisión francesa documentó el evento con especial interés por las glicinas que mencioné.

Visité la antigua casa de Laurent Aymonet en Grange, donde Bernard había descubierto nuestra filiación familiar. Apenas existían registros anteriores a 1660; el primer catastro databa de 1730.

La búsqueda no terminó ahí. Regresando a Argentina, seguí investigando la existencia del hermano de mi abuelo del que había oído de niña. Finalmente, en Family Search, encontré a Antonio Emonet, que muriera a los diez años. Mi abuelo fue el “octavo” hijo.

La llegada de Antonio había reorganizado nuestro árbol familiar, y simultáneamente llegó mi sobrina, completando así el árbol de Ignacio. Las raíces de esta vasta familia Emonet continúan expandiéndose. En 2018, un grupo de franceses visitó Campana, y junto a los argentinos celebramos con un festival cultural lleno de música y abrazos.

Celebramos estos vínculos y cada cuatro años, la Asociación Cousinade Emonet organiza un nuevo encuentro. Saludamos a nuevos comienzos y memorias continuas.

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