Mi núcleo familiar laboraba en un ingenio azucarero ubicado en Jujuy. Durante mi niñez, mi padre, como tantas otras familias del interior del país, decidió trasladarse a Buenos Aires. Allí, se transformó en un trabajador textil. Esto marcó mi infancia y adolescencia, que transcurrieron entre dos culturas muy dispares.
Un Viaje entre Dos Mundos
Crecí inmerso en las ofrendas a la Pachamama y el rock del sur, entre carnavales indígenas y prejuicios racistas, entre el tango y la música autóctona, entre platos tradicionales como las humitas y la pizza, entre montañas imponentes y las vastas pampas, entre el concreto de la ciudad y la espiritualidad heredada de mis ancestros. Mi camino me llevó a conocer diferentes horizontes y maneras de ver la vida, pero en esta ocasión deseo contarles un suceso particular de unos años atrás.
Víctima de Sueños Oscuros
Una noche, el llanto de G., quien era mi pareja en ese entonces, me despertó. Durante semanas tuvo estos episodios nocturnos, despertándose angustiada con un dolor que le impedía respirar, un dolor que parecía provenir de lo más profundo de su ser.
—¿Esa mujer otra vez?
—¡Sí! Me acosa en mis sueños continuamente; quiere mi muerte.
Años antes de que nos conociéramos, G. había visitado a un chamán en el noroeste del país, renombrado en la región. Gente de la comunidad y aldeas aledañas acudía a él, buscando sanación o bendiciones.
—No es necesario que me digas más, muchacha. Una mujer aparece en tus pesadillas, es peligrosa y busca hacerte daño. Necesitas distanciarte de ciertas personas en tu entorno cercano.
—Pero…
—No hay más que agregar. Se cuidadosa con la curandera. Ella sufrió algo terrible y ahora su alma es pura hostilidad.
El Enfrentamiento con la Oscuridad
Desde el encuentro con esa curandera, un anciana envuelta en prácticas antiguas de curación, su vida cambió. La mujer, que había sido custodia del bienestar colectivo, se desvió hacia acciones maliciosas, dañando en retribución por antiguas heridas que le infligieron.
Su único encuentro fue en una casa humilde, presidida por una atmósfera pesada con un intenso aroma, habiendo solo unas pocas velas alumbrando el lugar. La conversación fue breve y concluyente.
—¿Qué buscas aquí?
—Necesito que me ayudes a comprender…
—Este no es tu lugar. Huye antes de que sea demasiado tarde.
Los pensamientos de G. se vieron asediados cada año al adentrarse en noviembre. Ningún médico pudo diagnosticar su dolencia, un dolor punzante e inexplicable que la asediaba.
Una calurosa mañana, mientras se esforzaba por levantarse, relató de nuevo la pesadilla recurrente: una mujer acercándose silenciosamente, atacándola con un objeto puntiagudo.
Esa noche decidí actuar según mis instintos. Realicé un ritual espiritual en nuestro hogar y propuse cambiar de lados en la cama. Esa alteración sencilla, como si hubiera encontrado una solución, le trajo tranquilidad.
Presencié una visión entre el sueño y la vigilia. Vi una figura etérea, su rostro de anciana lleno de malevolencia, acercándose. La enfrenté en mi sueño, incapacitado al principio, hasta que logré liberarme y revertir el efecto de su maleficio rompiendo el vínculo que tenía sobre nosotros.
Desde entonces, G. se libró de aquellas pesadillas, y alcanzamos la serenidad.
A pesar de que el tiempo ha pasado, aún siento de vez en cuando la presencia de algo a una conveniente distancia.
Para muchos pueblos originarios, el jaguar tiene una importancia espiritual o cultural significativa. Su presencia alcanza a lo largo de Abya Yala, simbolizando protección y espiritualidad en diversas ceremonias y cosmología.
Insignes en la mediación de mundos, los ancestrales y actuales chamanes poseen habilidades curativas y se comunican con dimensiones espirituales, conferenciando una realidad donde la naturaleza de los sueños influye profundamente en la existencia diaria.