Los incidentes intrafamiliares violentos y extremos generan un sinfín de preguntas. Especialmente en situaciones donde un individuo decide acabar con su propia familia de manera brutal. ¿Qué puede haber llevado a alguien a tomar una decisión tan drástica? Aunque a menudo se atribuye al desenfreno mental, esta no es la única respuesta. Varios factores pueden influir en tal desenlace, según expertos en la materia.
Recientes sucesos impactantes
Recientemente, han salido a la luz tres situaciones particularmente aterradoras. En Villa Crespo, una madre quitó la vida a su esposo y sus hijos usando un cuchillo; otro caso en Tres Arroyos involucró a un hombre que asesinó a su familia cercana; y en Lanús, un joven de 22 años atacó a su madre y su pareja antes de ser detenido tras intentar suicidarse. En los primeros dos casos, los responsables se quitaron la vida posteriormente.
Además, un crimen horrible ocurrió en Gregorio de Laferrere, La Matanza, donde una mujer fue decapitada con un hacha en su hogar. Su hijo, que es sordomudo y sufre de esquizofrenia, fue arrestado y podría ser considerado inimputable.
Interpretar estos actos es una tarea compleja. Muchos podrían estar vinculados a desórdenes mentales, pero en otros casos, las causas no son tan evidentes, sugiriendo la presencia de otros elementos explicativos.
Factores emocionales y psicológicos
Según Andrés Mega, antiguo psiquiatra forense, la ira ha sido descrita como una especie de locura momentánea desde la época de Séneca. Este componente puede desatar tragedias imprevistas que, aunque nos sorprendan, emergen de características intrínsecas a la naturaleza humana. Para comprender estos eventos, hay que explorar más a fondo.
Mega destaca que en un entorno donde se prioriza la imagen y se silencian los problemas psíquicos, pasar por alto los indicios iniciales de trastornos mentales es peligroso. Aunque su enfoque no es alarmista, enfatiza la necesidad urgente de reconocer y tratar estos trastornos para evitar consecuencias severas.
Las redes sociales suelen mostrar vidas perfectas, como las de Fernando Dellarciprete y Rocío Villarreal. Sin embargo, Mega señala que es común que personas con grandes conflictos internos aparenten calma y amabilidad en sus interacciones breves, lo que oculta años de sufrimiento y posibles abusos tempranos.
El estigma y sus consecuencias
Mega argumenta que uno de los principales problemas es el estigma social asociado a la enfermedad mental. Aun en la actualidad, los prejuicios prevalecen, dificultando el acceso temprano a atención especializada.
Signos de advertencia como cambios en los patrones de sueño, uso excesivo de sustancias, aislamiento social y abandono de responsabilidades deben servir de alerta si se observan de manera adecuada.
Un riesgo considerable se presenta cuando individuos con condiciones crónicas suspenden su medicación. Mega subraya la importancia de que los seres cercanos estén bien informados sobre sus tratamientos y participen activamente.
A nivel médico, Mega afirma que la mayoría de los trastornos mentales tienen tratamientos efectivos si son dirigidos por profesionales capacitados, pero lamenta que el marco legal argentino, especialmente la Ley Nacional de Salud Mental, representa un obstáculo para recibir atención adecuada.
El enfoque moderno de la psiquiatría ofrece herramientas terapéuticas avanzadas que pueden cambiar vidas, pero el estigma y la normativa restrictiva impiden que muchos accedan a esos beneficios.
Desentrañar el sufrimiento mental implica profundizar más allá de las apariencias y enfrentar lo que suele ser ignorado.
El papel del odio
Javier Cabello, experto en psiquiatría forense, sostiene que además de las enfermedades mentales, el odio acumulado es un motivo significativo. Este sentimiento puede cocerse lentamente a lo largo de años hasta provocar un cambio en el pensamiento.
Cabello indica que quienes son dominados por el odio tienden a deshumanizar a los demás, viéndolos como meros objetos. Acota que tales homicidios no son exclusivos de personas con trastornos, ya que individuos “normales” también pueden verse inmersos en estas situaciones.
El psiquiatra explica que el odio se materializa en actos de violencia después de un proceso prolongado, marcado por rencores y envidias que culminan en agresiones hacia personas íntimas.
Finalmente, señala que estos comportamientos suelen ser difíciles de detectar ya que, a menudo, ocurren bajo el manto de la normalidad social. La intervención, muchas veces, llega cuando ya es demasiado tarde.