En un esfuerzo coordinado en una sola jornada laboral y con algunas horas adicionales, Celina, equipada con pala y escobillón, retiró alrededor de 300 bolsas de escombros. Este material consiste en una fina capa de arena, remanente del lodo de color café que cubre las calles y superficies de Bahía Blanca, una consecuencia visible de la inundación que azotó la ciudad. “Esto llegó para quedarse”, comenta la trabajadora mientras gesticula hacia una de las avenidas más amplias que debe mantener limpia.
Se cumple exactamente un mes desde que el torrente de agua convirtió las calles de Bahía Blanca en ríos desbordados. Al igual que el trabajo de Celina, miembro del equipo de Bahía Ambiental, que día tras día enfrenta la misma tarea, los residentes todavía no logran olvidar. El impacto fue tan fuerte que la superación se percibe todavía lejana: el camino hacia la reconstrucción es prolongado.
La catástrofe dejó 16 vidas perdidas y dos niñas desaparecidas que continúan siendo buscadas en el estuario de Bahía Blanca. Así como al inicio, la ayuda se manifiesta principalmente entre los habitantes, “de vecino a vecino”, sostienen los afectados.
A pesar de la asistencia prometida por las autoridades provinciales y nacionales que se anunció cuando el barro apenas comenzaba a secarse, aún no hay residente que haya visto concretarse dicha ayuda, ya sea en forma de subsidios o créditos con condiciones favorables. Nadie.
Poco después del desastre, cuando el nivel del agua dejó de elevarse (en algunas áreas superó el metro y medio) y comenzó a disminuir, los vecinos y comerciantes de las zonas más golpeadas, al enfrentar la pérdida total de sus pertenencias, encontraron consuelo momentáneo en una frase que ha caído en desuso: “Perdimos todo, pero seguimos con vida”.
“El tiempo del ‘estamos vivos’ ya pasó. Ahora lo que la comunidad necesita es proseguir”, resume con claridad Ariel Biagetti, periodista del medio local Café x Medio. “Esto significa que las ayudas anunciadas con entusiasmo deben materializarse urgentemente. Son necesarias ahora mismo, especialmente para quienes deben reconstruir su hogar o reactivar su comercio. La fase del ‘estamos vivos’ culminó”, enfatiza.
Durante la semana hubo filas en las sucursales del Banco de la Provincia de Buenos Aires de personas registrándose para obtener subsidios. La Municipalidad está encargada de verificar y confirmar que los datos proporcionados por los solicitantes —como si el solicitante reside efectivamente en una zona de “alto impacto” o si su hogar se encuentra en planta baja— sean correctos.
La ayuda económica es de $ 800.000, se destinará a reparaciones o adquisición de electrodomésticos, no será reembolsable y no requerirá justificativos de uso. Se prevé beneficiar a 33.000 familias con un reparto millonario.
Adicionalmente, el gobierno nacional activó un fondo especial denominado Sur, Suplemento Único de Reconstrucción, que será administrado por la Agencia Federal de Emergencias bajo la supervisión del Ministerio de Seguridad.
Este fondo se repartirá en función de la cantidad de milímetros de agua acumulados en cada propiedad afectada. Por ejemplo, quienes residan en áreas de alta afectación podrán recibir hasta 3 millones de pesos, mientras que aquellos en zonas de impacto medio recibirán 2 millones. Las inscripciones estarán abiertas hasta el 15 de abril.
“Aunque me sirve, perdí muebles, mi computadora fue arruinada por el agua, y el secado de las paredes tardará hasta el próximo año. Con lo que recibo, solo puedo comprar una cocina. El problema es mucho mayor”, expresa Gerardo Macchi con desazón desde la acera de su hogar en General Cerri, sobre la calle Chiclana, al contemplar el esfuerzo que implica la reconstrucción de la ciudad.
“¿Ve ese poste allí? —señala un poste de luz ligeramente inclinado en la vereda de un vecino, sostenido por cables y cuerdas para evitar su caída—, está así desde la tormenta de viento. Nadie ha venido a repararlo”.
Se refiere al temporal de viento de diciembre de 2023, que también dejó 16 víctimas fatales. Fue el primer evento de una serie de tres que impactaron Bahía Blanca. Después, el 2 de febrero, un granizo arrasó la ciudad (aún se observan techos perforados y vehículos dañados), y el 7 de marzo, ocurrió la inundación más devastadora de su historia.
Perspectivas sobre las obras de infraestructura
En un solo día cayó la cantidad de lluvia prevista para medio año. Tanto el canal Maldonado como el arroyo Napostá, que cruzan la ciudad, se desbordaron y permanecen en su estado actual desde la inundación. Las losas de 10 toneladas que recubren el canal se desprendieron, y el agua, que sigue fluyendo, continúa desgastando sus márgenes.
“Se están llevando a cabo trabajos intensivos, y pronto se determinará cuál es la mejor estrategia a seguir para cada caso, si se construirá un canal de alivio, o cómo se ampliará el canal para manejar un mayor caudal de agua”, indicó una fuente municipal. Estas obras son responsabilidad del gobierno provincial.
Mientras tanto, en tanto se implementan las medidas definitivas, se están utilizando soluciones temporales. Por ejemplo, se han instalado puentes provisionales en áreas urbanas donde los anteriores colapsaron por la fuerza del agua, así como otros por Vialidad Nacional en la Ruta 3.
Clarín intentó obtener información sobre el estado del Hospital Penna, conocido por las imágenes de bebés trasladados de urgencia durante el incremento del agua en la sala de neonatología. “No estamos autorizados a brindar declaraciones”, informó un responsable. Ni la Dirección ni el equipo de prensa aportaron datos.
La magnitud del daño fue tal que las dos primeras semanas se dedicaron principalmente a la limpieza. Tan pronto como el nivel del agua bajó, la gente comenzó a descartarlo todo: consolas, ordenadores, monitores, prendas de vestir, parquets, álbumes familiares, muebles y más, todo cubierto de barro. Actualmente, las calles y los establecimientos están revestidos de una fina capa de polvo persistente.
El panorama económico de los negocios locales
Pablo Sasso, responsable del reconocido café Florida en el centro de la ciudad, muestra cómo el polvo adherido persiste en la barra de madera pulida. “Lo limpias constantemente, pero siempre regresa. Hay mucho por hacer, apenas estamos comenzando. Este proceso llevará tiempo”, comenta.
Además de su icónico café, posee una pizzería que aún no pudo reinaugurar. Estima que en pocos días estará lista, aunque tiene dudas: “No sé qué me encontraré. La falta de recursos es evidente; la ciudad ha enfrentado un desafío extremo”, afirma.
A apenas dos cuadras, Guillermo Alvarez consiguió reabrir sus tiendas: la zapatería Victoria y su vecina, Victoria Teen’s, dedicada a la moda juvenil. En la vidriera se exhiben: “Todo a 20 mil”, ofrece, acompañado de sandalias por $ 40.000 y botas “que originalmente costaban 200 mil” ahora a $ 90.000. Son productos recuperados de la inundación, así como lo que se vende. Lo nuevo no se mueve.
La situación que enfrenta este empresario es compartida por otros comerciantes: “No existe ánimo de consumo. La situación económica de Bahía Blanca ya era complicada, y esto lo ha empeorado”. Alvarez espera la implementación de los créditos a tasas reducidas para hogares y empresas, sin embargo, aún desconoce los plazos o el alcance de los mismos.
Similar situación enfrenta Sergio Martínez junto a Claudia Piñeyro, propietarios de Induswhite, la imprenta que está reactivándose lentamente “gracias al apoyo de particulares” y “sin respaldo efectivo del sistema financiero”, como describe Pilar, su hija, al frente de la empresa. Participaron en reuniones con entidades gubernamentales y comerciales, completaron formularios y saben que tendrán que incurrir en préstamos nuevamente.
Se preguntan con incertidumbre: “¿Cómo será el endeudamiento, plazos, montos, podremos afrontar los pagos?”, mientras confrontan un escenario tan desolador como el primer día que entraron en su taller y vieron todo bajo el agua.
Elogian a su equipo de 23 empleados, “quienes asumieron responsabilidades” y tras la retirada del agua, colaboraron intensamente en la reconstrucción de su lugar de trabajo “desensamblando y reparando fuera de horario”. Regresan a la reflexión inicial: “El apoyo es de cada ciudadano, de lo individual, de vecino en vecino. En medio de tanta incertidumbre, esa solidaridad es la única fuente de esperanza”.
AS