Durante los últimos tres años, el Premio Nobel de Medicina ha recaído en investigadores del campo de la inmunología. En los años 2023 y 2024, los premios se centraron en avances relacionados con vacunas para el Covid y el ARN mensajero. Esta semana, el galardón fue otorgado a tres científicos por sus descubrimientos sobre la tolerancia inmunitaria periférica, un mecanismo cuya disfunción se vincula frecuentemente con enfermedades autoinmunes. Esto plantea la cuestión: ¿por qué algunas enfermedades autoinmunes tienen tratamientos eficaces mientras que otras siguen siendo difíciles de manejar?
A lo largo de más de dos décadas, los premiados japones Shimon Sakaguchi y los estadounidenses Mary E. Brunkow y Fred Ramsdell, desarrollaron investigaciones paralelas pese a partir de preguntas divergentes. Su objetivo fue sistematizar y explorar las funciones de los diferentes tipos de linfocitos, que actúan como defensores en el sistema inmune humano.
Es importante destacar que el ámbito de las enfermedades autoinmunes es tan diverso que los especialistas prefieren hablar de “tratamientos” antes que de “curas”, ya sea una enfermedad que afecte solo un órgano o una que impacte de forma sistémica en el organismo.
La pregunta clave persiste: si la ciencia ha llegado a entender cómo el sistema inmunológico ataca a los patógenos sin dañarnos, y si las bases de estas alteraciones son similares, ¿por qué aún existen enfermedades autoinmunes sin tratamientos efectivos?
Es decir, ¿por qué enfermedades como la psoriasis, la celiaquía o la diabetes tipo 1 pueden abordarse de manera más optimista, mientras que la artritis reumatoide o el lupus eritematoso sistémico presentan más dificultades?
Jorge Geffner, investigador del Conicet y director del Instituto de Investigaciones Biomédicas en Retrovirus y SIDA (INBIRS) y del Departamento de Microbiología de la Facultad de Medicina de la UBA, ha explicado el problema en términos de falta de “grises”.
Las razones detrás de las enfermedades autoinmunes sin cura
Geffner comienza con una explicación que podría evocar recuerdos de la pandemia y del SARS-CoV-2: “Primero, es crucial entender qué es la respuesta inmune del organismo. Es nuestro modo de enfrentar los desafíos de los microorganismos patógenos, sean bacterias, hongos, parásitos o virus, además de los desafíos no infecciosos como los tumores”.
Existen dos grandes componentes de esta inmunidad: la innata y la adaptativa, siendo esta última más específica contra ciertos patógenos. La adaptativa incluye dos componentes principales: los linfocitos T y B.
Para comprender los hallazgos del Premio Nobel de Medicina 2025 y dar respuesta a la pregunta inicial, es esencial considerar cómo progresa este proceso: “Desde que nacemos, contamos con un repertorio de millones de clones de linfocitos B y T, cada uno con una especificidad única contra diversos agentes. Algunos reaccionarán contra el SARS-CoV-2, otros contra el VIH, etc.”
Parte del conflicto radica en la falta de “grises”, y es que, “para disponer de tantos clones diversos dirigidos a múltiples blancos, pagamos un precio”, señaló Geffner.
El precio evolutivo de nuestro sistema inmune
La propia evolución no ha logrado (por ahora) escapar de este coste técnico: para poder atacar numerosos blancos ofensivos, alguno que otro inevitablemente nos termina afectando.
Este mecanismo, o la eventualidad de que existan clones de linfocitos que puedan perjudicarnos, está en la raíz de las enfermedades autoinmunes, como una especie de reverso de nuestra fortaleza innata. “La evolución no encontró otro camino”, explicó Geffner.
No obstante, la mayoría de las veces, no sucumbimos a nuestro propio sistema inmune gracias a un mecanismo regulador. Este es el descubrimiento por el cual se concedió el Premio Nobel de Medicina de este año, conocido como tolerancia inmune periférica.
“No morimos debido a la existencia de células T reguladoras que suprimen, regulan y detienen la respuesta inmune cuando es necesario”, aseguró Geffner.
En un lenguaje menos técnico, los linfocitos T reguladores previenen que nuestro sistema inmune se sobrepase, similar a las tormentas de citoquinas observadas en pacientes con Covid antes de las vacunas.
Hacia un tratamiento para las enfermedades autoinmunes
Es fundamental entender que la variedad de clones preparados para atacar diversas afecciones (tumores, microrganismos infecciosos…) está basada en un proceso aleatorio y naturalmente subjetivo. Así, una persona puede enfermarse más que otra con la misma exposición, dependiendo de su susceptibilidad (o sus clones de linfocitos T). Esto, conjuntamente con factores de estilo de vida como la dieta, el ejercicio y el sueño, refuerza las defensas individuales.
Pese a conocer que un déficit en las células T reguladoras facilita la aparición de enfermedades autoinmunes, los tratamientos siguen siendo un reto.
Volviendo a la cuestión inicial, Geffner explicó: “Detectar los signos de una enfermedad autoinmune no garantiza comprender sus mecanismos. Algunas enfermedades tienen diferentes mecanismos subyacentes, lo que representa un desafío médico considerable”.
Así, mientras que enfermedades como la psoriasis tienden a ser más homogéneas, dependiendo comúnmente de un factor en particular que las terapias buscan bloquear, condiciones como la artritis reumatoide o el lupus presentan mecanismos variados y más complejos.
Hasta que la ciencia básica no comprenda completamente estos mecanismos (como puntualizó Geffner respecto a los hallazgos del Nobel), las terapias inmunosupresoras seguirán siendo una opción. Aunque no son ideales, ofrecen una forma de manejar estas enfermedades. Sin embargo, estas terapias no son específicas y conllevan un costo para la salud general.
PS