La difícil misión de una enfermera: la importancia de llorar en lugar de forzar una sonrisa

Analía Duo, una mujer que descubrió su vocación como enfermera a los 40 años, reflexiona: “Quería hacer algo significativo para los demás desde mi posición”. Este deseo la llevó a abandonar su zona de confort y a conectar profundamente con las personas a su alrededor. Desde su juventud, Analía pintaba, incluso mientras criaba a sus cinco hijos: Alan, Sol, Katia, Derek y Gracia.

Su camino de entrega estuvo impulsado por dos experiencias personales significativas: la pérdida de su hermana mayor debido al cáncer y una etapa de depresión que su esposo Pablo atravesó. Estas situaciones moldearon su deseo de acompañar a otros.

Descubriendo una nueva vocación

Con la intención de transformar su vida por completo, Analía exploró su comunidad en Hurlingham buscando maneras de contribuir. En 2014, comenzó a trabajar en un centro de día para adultos con discapacidad mental, enseñándoles a pintar sin importar las dificultades que enfrentaran. “Lo que me inspiraba era esa atención centrada en las personas, compartir momentos con desconocidos”, recuerda Analía, quien dedicó dos años a este voluntariado.

Posteriormente, su destino la llevó al Hospice Madre Teresa en Luján, donde se alojaban enfermos terminales. Corría el año 2016 y cada viernes recorría más de 50 kilómetros para asistir a los huéspedes. Allí, fue cautivada por la dedicación amorosa de las enfermeras.

Analía rememora la escena de una enfermera peinando a un paciente en sus últimos días: “Esa imagen de amor fue tan potente porque lo cuidaba hasta su último suspiro”, cuenta. “Era un lugar de morir, pero también de vivir”, añade.

Animada por una búsqueda interna, Analía Duo optó por estudiar enfermería a sus 40 años.

Aunque amaba la pintura, sentía que no alcanzaba, así que buscó una opción académica relacionada con la salud: “Necesitaba una institución donde pudiera estudiar sin coste, ya que debía cuidar de mis hijos y costear su educación”.

Formación y prácticas en la enfermería

En 2017, se inscribió en la Escuela de Enfermería en el municipio de Ituzaingó. Esto representó un gran logro y una firme entrada al mundo del cuidado paliativo. Durante sus estudios, hizo prácticas en el Hospital de Moreno y se unió como voluntaria al Hospice Buen Samaritano en Pilar.

Un punto crucial en los cuidados paliativos es acompañar al paciente desde el diagnóstico hasta el desenlace: “La atención debe iniciar temprano en la enfermedad para ser efectiva”, explica Analía.

Colaborar con médicos, psicólogos y trabajadores sociales optimiza el acompañamiento. El cuidado hospice destaca por su cercanía y humanismo. “Nos enfocamos en que el paciente viva dignamente hasta su último día”, añade, refiriéndose a su trabajo actual.

Creando lazos, dando amor incondicional y escuchando activamente, se fundamenta el cuidado hospice. “Cuando visito a Walter en el hospital, me preocupo por él, no solo por su enfermedad”, revela Analía.

“Nos centramos en que el paciente siga viviendo con dignidad”, destaca Analía en su labor dentro del ámbito de los cuidados paliativos.

Un caso marcante fue el de Tito, un paciente que falleció a principios de este año. Sin embargo, recuerda con alegría su historia. “Nos llamó a su casa donde vivía en condiciones insalubres. Sufría un cáncer avanzado y había sido abandonado”, relata.

Ese día, Analía y su equipo lo trasladaron al Hospice San Camilo. Tito permaneció allí tres meses, transformando su vida. A pesar de su pasado como alcohólico, por fin encontró amor y atención.

“Se asombraba del amor que recibía. Su actitud hacia la vida cambió radicalmente”, confiesa Analía, quien estableció una fuerte conexión con Tito: “Estas experiencias revitalizan el alma”.

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Analía aprendió a no temerle a la muerte, sino a afrontarla con un significado distinto, influenciado por su fe cristiana que habla de un más allá.

Afrontar el dolor con apertura y amor

Este enfoque se reforzó con la pérdida de su hijo Alan, quien falleció a los 22 años el 21 de marzo de 2021. “Fue un proceso complejo, pero pensar que su vida dejó una marca me da esperanza”, reflexiona.

El duelo es una etapa ardua en el cuidado hospice tanto para el paciente como para los familiares. “No hay que enmascarar el dolor, hay que sentirlo. Decirle a alguien que sonría cuando necesita llorar es el peor consejo”, enfatiza Analía.

En su propia experiencia, Analía comprendió que cada duelo es único, aunque al principio le fue complicado: “Tuve que pasar por cada emoción para sanar”.
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Después de la partida de Alan, escribía sobre su ausencia y la evolución de su dolor. Acompañar a otros también la sanó, aunque esperó un año para retomar esa actividad.

La vida y la muerte están intrínsecamente conectadas para ella, pues permiten reordenar las prioridades. “La muerte es la lección más dura, pero te lleva a valorar lo que realmente importa”, observa.

En esta profesión, alegría y tristeza coexisten. Pesar por el adiós, alegría porque “el paciente cerró su historia de la manera que quiso”.

Apenas el 10% de quienes requieren cuidados paliativos tienen acceso a ellos.
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Para comprender los cuidados paliativos, es vital derribar mitos y estigmas que los rodean. “La resistencia es común, incluso entre el personal sanitario”, explica Analía, subrayando la relevancia de la capacitación.

Adicionalmente, la promoción del acceso a estos cuidados es crucial, considerando que en Argentina sólo cerca del 10% de las personas que los necesitan los reciben realmente.

“Cada persona merece ser acompañada en su enfermedad crónica irreversible de manera profesional y compasiva”, afirma Analía.

La génesis de la Fundación AMAH: para amar y servir

Motivada por su voluntariado previo en hospices, el 4 de diciembre de 2021, junto a su esposo Pablo y amigos, Analía fundó una ONG orientada a acompañar a pacientes oncológicos en situación de vulnerabilidad.

Junto a su esposo y amigos, Analía fundó la Fundación AMAH.

La organización ofrece tres programas: acompañamiento telefónico para pacientes y sus familias, visitas domiciliarias y asistencia en hospitales trabajando directamente con personal médico.

Actualmente, AMAH opera con 30 voluntarios de diversas especialidades, comprometidos a proporcionar amor y dignidad hasta el último aliento.

Escrito por María Juvenal – alumna de la maestría Clarín / Udesa

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