Historias personales: ante la falta de respuestas médicas para mi hijo con discapacidad, abrí un centro para personas con diferencias

Me llaman “Loco”. Tengo 76 años y he vivido siempre en Benito Juárez, en la provincia de Buenos Aires. Mi historia está llena de desafíos de salud desde temprana edad y de lo que significó para mi esposa y para mí que nuestro hijo mayor fuera diagnosticado con una discapacidad intelectual severa.

El inicio de una misión

Sin embargo, lo que realmente define mi vida es el Centro de Día Despertares, un lugar que fundamos hace casi 30 años con otros padres de niños con discapacidades. Hoy asisten, sin ningún costo, cerca de 190 personas de nuestra ciudad y los alrededores. Esta obra, que quedará como legado para la comunidad, comenzó gracias a nuestro primer hijo, Papo. Esta es su historia y la de muchos otros como él. Para contarla, debo regresar en el tiempo.

Superando obstáculos personales

A los nueve años, mi padre falleció, dejándonos a mis hermanos y a mí en una situación difícil. Mi madre tuvo que trabajar limpiando casas para mantenernos. Empecé a trabajar a los diez años en un almacén y luego en un supermercado, mientras terminaba la escuela primaria por las noches.

Durante mi vida he pasado por diversas pruebas de salud. Me operaron de un tumor cerebral a los 14, y también he enfrentado cáncer de vejiga, múltiples cirugías de columna y caderas, y más. Incluso estuve paralizado durante seis meses. Considero un milagro estar vivo.

Fundación del centro

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La vida me llevó por varios trabajos: fui camionero, florista, vendedor de vinos, entre otros. El 5 de mayo de 1979, un año después de casarnos con Angélica Ester, nació nuestro hijo, Fernando Daniel, conocido cariñosamente como Papo. Al poco tiempo, notamos que Papo aumentaba de peso rápidamente.

Decidimos ir al Hospital Gutiérrez y continuar las visitas mensuales durante cinco años, viajando desde Benito Juárez a la Capital. Los médicos intentaron muchas cosas hasta que finalmente declararon que la ciencia no podía ofrecer más. El diagnóstico fue retraso mental severo.

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Este diagnóstico nos impulsó a involucrarnos en crear el Centro de Día y una escuela, todo por Papo. Asiste al centro todos los días de lunes a viernes.

Una reunión clave en la escuela 501, donde asistía Papo, cambió nuestra perspectiva. Mi esposa me sugirió asistir a la asamblea y, sin predecirlo, después de la reunión, pregunté sobre el futuro de Papo. Las opciones eran crear un centro de día o un taller protegido. Aunque al principio no entendí, esas palabras encendieron una chispa en mí.

Comenzamos a reunirnos. No mucho después, fundamos la Asociación de Padres de Personas con Discapacidad en Benito Juárez, justo cuando nacía mi hijo menor. Con la comisión, llevamos a cabo un concurso para un logotipo, y empezamos a buscar un terreno adecuado.

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Gracias a mi experiencia en la Municipalidad y mi relación con el intendente, logramos recibir el permiso para usar una vieja cerámica abandonada. Conseguimos financiamiento, y a pesar de las críticas, logramos completar la construcción.

Inauguramos el 9 de octubre de 1997. El Centro de Día Despertares, un edificio adaptado para discapacitados, hoy ofrece múltiples instalaciones y servicios. Aunque enfrentamos muchos retos, seguimos creciendo y planificamos nuevas expansiones.

Nuestra institución acoge a 186 personas de distintas edades y discapacidades, provenientes de varias localidades cercanas. Nadie paga por asistir y no recibimos ayuda gubernamental. Dependemos de obras sociales, donaciones y una rifa. Lo que hacemos, lo hacemos por el pueblo, porque la discapacidad no tiene fronteras.

Dedico mis días al centro, aunque ahora trato de pasar más tiempo con mis nietos. Mirando atrás, nunca esperé alcanzar todo esto. Pero estoy agradecido y sé que cuando ya no esté, Papo y otros como él tendrán un lugar seguro en nuestro centro.

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