Resistencia Comunitaria
“¡Cuchillo, cuchillo! ¡Embudo, embudo!”, eran los gritos que resonaban en la oscuridad de una ruta rural montañosa en el Mallín Ahogado, cuando las ráfagas reavivaron las llamas entre las chacras de El Bolsón, en Río Negro.
Estos llamados no provenían de los brigadistas del SPLIF (Servicio de Prevención y Lucha contra Incendios Forestales), sino de los vecinos que, organizados por su cuenta, convirtieron sus vehículos en pequeñas autobombas. Necesitaban echar combustible en las bombas para generar presión y llevar el agua necesaria para enfrentar el fuego.
Aunque todo parecía un desorden, cada persona tenía un rol definido. Las propiedades mantenían sus portones abiertos y, donde el incendio empezaba a consumir los árboles, entraban cinco o seis voluntarios subidos a las cajas de las camionetas, dispuestos a toda velocidad. Palas, mantas, mangueras; todo se aprovechaba.
Impacto de la Lluvia y Pronósticos
Clarín acompañó a los brigadistas durante siete horas en la zona crítica hasta que, a medianoche, una sonrisa anunció el primer indicio de esperanza: “¡Agüita!” exclamó un brigadista cubierto de tierra, con los brazos extendidos esperando la llovizna que disminuyó considerablemente el incendio, aunque aún está activo.
El fuego se descontroló en El Bolsón el domingo, pero por la noche la lluvia trajo cierto alivio. El pronóstico del tiempo había sido tardío y las fuertes ráfagas arribaron alrededor de las 19. Durante todo el sábado, tanto las autoridades como los brigadistas y pobladores se prepararon para un escenario adverso. Llenaron piscinas, mojaron césped y podaron ramas bajas para estar listos.
El cielo naranja debido al humo, el aire espeso y los vientos provocaron dificultades respiratorias, obligando a la gente a cubrirse boca y nariz. Las cenizas causaban malestar en la piel. El paso veloz de camiones de brigadistas y el sonido de la sirena marcaban el inicio de las malas noticias: el fuego había cruzado el Río Azul.
El sábado y parte del domingo, autoridades, brigadistas y en especial los residentes se organizaron usando sus propios vehículos. Esperaban lo peor, que finalmente llegó al anochecer.
“La noche complica todo. Hay que moverse con rapidez, ya que el humo y el polvo del ripio limitan la visibilidad”, explicó a Clarín un trabajador de Vialidad Nacional, que transportaba 16 mil litros de agua para abastecer otros camiones equipados con mangueras capaces de llegar hasta el fuego.
La sensación de urgencia llenaba la expresión de cada voluntario, enfocados en llenar tanques y atender nuevos focos. Se comunicaban mediante handies en un entorno dominado por el ruido de motosierras talando obstáculos para que las mangueras alcanzaran su objetivo. El sonido continuo de las bombas ayudaba a mantener la presión del agua, con cada vehículo equipado con tótems y bombas.
La rapidez con la que los voluntarios manejaban mangueras y repostaban combustible, casi sin iluminación y en medio de cenizas, recordaba a los pit stops de la Fórmula 1. Durante la noche, el resplandor naranja del fuego iluminaba sus rostros. Cuando las llamas alcanzaban los pinos, el calor se percibía a varios metros de distancia.
Después de horas de lucha en la primera línea, brigadistas, bomberos y voluntarios se enfrentaban al fuego que afectó la Loma del Medio. Fuertes vientos y temperaturas elevadas complicaban la situación.
A las 23.57, en el trayecto rural entre la Loma del Medio y el Río Azul, dos bomberos se percataron de que la manguera ya no goteaba por fallas, sino por la lluvia que había comenzado a caer, a pesar de un cielo despejado y la luna visible.
La lluvia continuó hasta aproximadamente las 2:30 de la madrugada. “La lluvia ha minimizado el incendio, pero no está controlado, aún está activo. Hay más humedad, lo que nos da la posibilidad de avanzar en la línea de fuego frontal,” señaló Orlando Báez, jefe del SPLIF, a Clarín.
Por primera vez en días, la mañana en El Bolsón amaneció libre de humo, mostrando la belleza del cerro Piltriquitrón. A las 8 de la mañana, los brigadistas retomaron sus esfuerzos por controlar el fuego y una hora después despegó el primer avión hidrante. Muchos desplazados acudieron para evaluar las condiciones de sus hogares.
La lluvia proporcionó un respiro. Sin embargo, el ingreso de un frente frío trae consigo una nueva jornada de fuertes vientos, sobre todo por la tarde, con velocidades entre 60 y 80 kilómetros por hora. A medida que el lunes progresa con cielos nublados, no se prevén más lluvias y se espera que el viento disminuya solo al anochecer. Hasta entonces, todos se mantienen en alerta.