La devastación en Mallín Ahogado
Paulino Montesinos detiene su caminar y señala un rectángulo ennegrecido en el suelo, recordando que allí se encontraba su hogar. En el inicio del incendio en El Bolsón, el fuego arrasó con su vivienda, su galpón y otras dos construcciones, aunque milagrosamente respetó la huerta. La tierra permaneció ardiente durante una semana, pero la determinación de Paulino por reconstruir su vida es más fuerte que la pérdida sufrida.
Resurgir entre las cenizas
“No tengo claro cómo, pero voy a levantar todo de nuevo”, afirma Paulino, frente a las dos hectáreas que le pertenecen desde hace 13 años. Su preocupación más acuciante es adquirir una motobomba para extraer agua de la vertiente y volver a regar sus cultivos de frambuesas, moras y hortalizas.
Con experiencia como horticultor y albañil, Paulino recuerda aquel viernes de enero mientras trabajaba en El Bolsón. Al observar humos al horizonte, decidió regresar de inmediato, pero los brigadistas le impidieron el paso. Solo al amanecer del día siguiente pudo ver la magnitud del desastre.
“Quedé en estado de shock. No sabía qué hacer”, confiesa mientras muestra apenas unas matas chamuscadas de una variedad de tomate amarillo en su huerta, testigos del implacable avance del fuego.
Esperanza entre ruinas
El incendio trajo consigo episodios curiosos. Paulino relata cómo se derritió un tanque pero un mangrullo de madera quedó intacto. Las gallinas sobrevivieron y, lo más sorprendente, su gato “Negrito” apareció en medio de la devastación al siguiente día.
Actualmente se aloja con amistades en El Bolsón, consciente de que la ayuda llegará lentamente. Mientras tanto, no se queda de brazos cruzados. Comenta que han prometido apoyo para la reconstrucción de su casa, pero él ya ha empezado a trabajar en algo temporal para comenzar a retomar su vida.
Fortaleza ante la adversidad
Paulino, oriundo de Osorno, Chile hace cuatro décadas en El Bolsón, conoció la lentitud de la ayuda tras el incendio de Golondrinas en 2021. Sin embargo, su espíritu inquebrantable y su experiencia en la construcción le permitieron derribar las paredes humeantes de su antiguo hogar y comenzar de nuevo.
La solidaridad no se ha esfumado. Paulino asistió a un vecino a armar la estructura de su nueva casa. Durante una semana, la comuna registró 147 hogares destruidos, con dos más sumados el último domingo por las llamas.
La historia de Viviana Mestre
Viviana Mestre, con 60 años recién cumplidos, vivió momentos críticos cerca de Wharton en el Mallín Ahogado. Diez días después del incendio, rememora con gratitud haber celebrado su cumpleaños con entusiasmo. “Lo material es secundario”, expresa, reflejando su optimismo ante la pérdida de todo lo que tenía.
Rememora una tarde en que, tras proponer visitar el río o ir a un festival con su sobrino, el destino los llevó al primero. Sin embargo, no llegaron a su destino cuando varias columnas de humo se alzaron. Su optimismo se basaba en la cercanía del Área Natural Protegida Río Azul Lago Escondido (ANPRALE), confiando en un rápido protocolo de actuación que no pudo impedir el avance del fuego.
Finalmente, la evacuaron en medio del caos. La fuerza del fuego desequilibró su casa y arrasó el taller que alquilaba, pero la construcción principal sobrevivió.
En los años ’90, recién llegada de España, invirtió en un terreno en parte por consejo materno. Allí edificó sin vigas, algo que contribuyó a que la casa no fuera totalmente devorada por las llamas.
Brigadistas lograron salvar la casa de su hija al rociarla con agua justo antes de ser llevada de las llamas al otro lado. Relata que, frente a las llamas, pudo presenciar el peligro sin que las lágrimas brotaran en sus ojos.
Recibe el apoyo de Mariano Sylvester, un vecino que organizó recolectas virtuales y colaboró con las labores de rescate usando un dron. Este dispositivo fue crucial para identificar amenazas ocultas y guiar las acciones del SPLIF antes de sufrir daños el domingo pasado.
