Podría decirse que tiene alma de nómada. Tommy Heinrich (63) pasa tres semanas en constante movimiento y una en casa, pero no siente cansancio. En los últimos seis meses, este ingeniero agrónomo, que dejó su carrera tras cinco años para dedicarse al montañismo y la fotografía, ha viajado a lugares tan diversos como la Antártida, Islas Malvinas, Groenlandia, Islandia, Suiza, Italia, China y Uzbekistán. Siempre en busca de nuevas experiencias y capturando momentos para National Geographic, para quienes trabaja. Además, ofrece charlas alrededor del mundo sobre sus enriquecedoras vivencias.
Sin embargo, la mayor hazaña de Heinrich, hijo de un alemán y una sueca, fue coronar la cumbre del Everest, la montaña más alta del planeta (8.848 metros). El 15 de mayo marcó el 30 aniversario de su logro y Clarín intentó contactarlo, pero Heinrich estaba en Ashgabat, la capital de Turkmenistán, donde las restricciones digitales hicieron imposible la comunicación.
La gesta en la cima del mundo
Hace tres décadas, tras casi sesenta días de escalada, Heinrich llegó a la cumbre del Everest a las 7.45 am de un lunes, habiendo emprendido el último ascenso durante la noche. “Recuerdo ese instante como uno de los más importantes de mi vida, no solo por el logro en sí, sino por lo que vino después”, reflexiona. “Éramos cinco personas, pasamos unos 45 minutos en la cima. En montañismo, cada minuto cuenta porque teníamos que descender de una montaña que tomó seis decenas de días en escalar”, añade.
En lo alto del Everest, sacó una bandera argentina de 60×40 centímetros que había comprado en Buenos Aires. La izó y se tomó una foto, pero decidió no dejarla allí. “Era un tesoro que me había acompañado en todo el viaje, así que pensé que sería más significativo dársela a mis padres, quienes sufrieron mucho por mi travesía”, explica.
Un espíritu indomable
Heinrich recuerda su estado al llegar a la cima: “Estaba enteramente bien a pesar de los serios congelamientos en los dedos de manos y pies; perdí uñas, pero no falanges, y la punta de mi nariz estaba morada. Sabía exactamente cómo estaba, pero en ese momento solo importaba estar allí, haberlo logrado, y ser el primer argentino en lograrlo… fue increíble.”
Destaca la camaradería del grupo que lo acompañó: “La importancia de cuidarnos mutuamente era fundamental”. Subieron junto a él Brad Bull de Denver; Apa Sherpa, quien en ese año alcanzó su séptima cima y totalizó 22 antes de retirarse en 2015; Arita Sherpa, hermano de Apa, que logró la cima once veces y falleció de cáncer en 2012; y Nima Rita Sherpa, cuñado de Apa, quien llegó con nosotros por primera vez y murió en 2000. “En la montaña conocí a las mejores personas de mi vida”, recuerda con aprecio.
Reflexiones personales y profesionales
Heinrich continúa vinculado al montañismo: “Es un camino sin retorno, pero ahora soy más prudente porque tengo un hijo”. Relata que esta pasión por las montañas le ayudó a afrontar la enfermedad de su esposa Victoria: “El montañismo realmente me enseñó a buscar equilibrio en momentos difíciles”.
Todo el tiempo de reflexión, meditando en la ‘soledad del montañista’, le llevó a replantearse su identidad argentina y la posibilidad de retornar a Argentina. “Aunque me fui en 1988 y viví en Utah, nunca dejé de sentirme argentino. La crisis y adversidades del país me empujaron a irme, pero también despertaron en mí un fuerte sentimiento nacionalista”, confiesa.
El gran cambio personal
Su retorno a Argentina fue acompañado de un cambio radical en su vida personal: conoció a Victoria Minguillón, “la única mujer de la que me enamoré realmente”, con quien formó una familia. Aunque eligió la vida familiar sobre el montañismo profesional, esta elección no fue sencilla.
“La montaña me enseñó que la vida debe vivirse y disfrutarse. Renuncié a una carrera profesional para dedicarme a mi familia con Victoria y nuestro hijo Liam”, reflexiona. “Ser montañista me enseñó a buscar un equilibrio que era crucial durante esos momentos inesperados”, añade.
Tommy conoció a Victoria en diciembre de 2002 y en abril de 2004 nació Liam. Aunque se separaron en 2009, volvieron a unirse en 2012, poco antes de que a Victoria le diagnosticaran cáncer de colon. “Lo enfrentamos juntos y nos casamos en 2014, lo que resultó sorprendentemente grandioso”, dice Heinrich mirando hacia atrás.
La mirada de Tommy se ilumina al recordar los viajes familiares, aprovechando los momentos de recuperación de Victoria después de las sesiones de quimioterapia. “Exploramos Europa juntos, creando recuerdos inolvidables”, narra.
A pesar de enfrentar riesgos extremos en el montañismo, reconoce la ironía de la vida, ya que perdió a su esposa en septiembre de 2018. “Hay factores que uno no puede controlar”, acepta con serenidad.
Su experiencia le hizo reconsiderar su pasión por el montañismo. “No puedo asumir grandes riesgos porque Liam, que estudia ciencias económicas, es ahora mi compañero de viaje. No heredó mi pasión, y eso está bien; mi papel es apoyar lo que a él le gusta”, concluye Tommy, dejando ver la firmeza de sus decisiones.
AA
