Exploración nunca antes vista en el lecho marino de Argentina: el trabajo en directo de los investigadores

A una estrella de mar, posiblemente identificada como Hippasteria phrygiana, en la web la apodan “estrella culona”. Igualmente, un gran benthodyte, del tipo de los pepinos de mar, recibe el sobrenombre de “el batata” por su color violeta. Estas denominaciones no le divierten tanto a Daniel Lauretta.

Este especialista en Ciencias Biológicas, a sus 44 años, lidera una crucial misión oceanográfica en aguas del Atlántico Sur, a más de 2.000 metros de profundidad y a 100 kilómetros de Mar del Plata, un logro significativo para la ciencia argentina. Y se transmite en vivo a través de Youtube.

Exploración en el fondo del mar

Más de 27.000 espectadores observan simultáneamente, en tiempo real, lo mismo que ven los investigadores bajo nuestras frías aguas. Esto es posible gracias a SuBastian, el ROV (Vehículo Operado Remotamente), que proporciona imágenes fascinantes y ha dado lugar a curiosos sobrenombres para las ejemplares más llamativos entre las más de 300 especies recolectadas desde el inicio de la misión el 27 de julio.

Un grupo de 25 científicos, coordinados por el Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas (Conicet) y la fundación Schmidt Ocean Institute, participan en esta singular expedición para estudiar el cañón submarino Mar del Plata, conocido por su vasta y oculta biodiversidad. Varios investigadores, por restricciones de capacidad, no pudieron unirse a bordo.

Misión “Underwater Oases”

El proyecto, denominado “Underwater Oases of Mar Del Plata Canyon: Talud Continental IV”, se lleva a cabo en el buque Falkor (too), una plataforma de investigación que cuenta con expertos de diversas instituciones como el Museo Argentino de Ciencias Naturales (MACN), el Instituto de Biología de Organismos Marinos (Ibiomar), el Instituto de Investigaciones Marinas y Costeras (Iimyc), y el Instituto de Biodiversidad y Biología Experimental y Aplicada (Ibbea).

Sin duda, el material capturado es cautivador.

Graficación de la expedición marina. Crédito: Schmidt Ocean Institute.

“No podemos anticipar lo que encontraremos en áreas inexploradas, esa es la sorpresa. Sin embargo, esperábamos ciertas especies y las hallamos en gran cantidad. También nos topamos con dos cosas subestimadas”, comenta el biólogo.

Se refiere a los octocorales, que a diferencia de los más conocidos en zonas tropicales, son blandos.

“En la misión de 2013, realizada con el buque del Conicet mediante redes, teníamos una buena idea de la diversidad de octocorales, pero ahora, con la tecnología del Rov, hemos descubierto numerosos espacios y especies nunca vistas. Familias enteras desconocidas para mí”, asegura.

A estas especies ya las habían encontrado hace diez años, pero modificar el enfoque de la investigación cambió completamente su percepción.

“No habíamos considerado la diversidad morfológica que se puede ver en las grabaciones. A veces hay una gran cantidad de vida y en otros momentos no hay nada. Aparecen pequeños hábitats que no estaban en nuestros cálculos. Por ejemplo, un muro vacío y al lado, vértices llenos de vida”, describe Lauretta.

Un sorprendente hallazgo

El experto los denomina “pequeños oasis de vida” cuya aparición ha sido toda una sorpresa. Aquí surge la cuestión de los nombres: para un científico, esto es crucial.

El ROV recoge muestras del suelo oceánico. Foto: Schmidt Ocean Institute.

“Luego de recoger las muestras con el Rov, en el laboratorio analizamos su identidad. Quizás existan especies nuevas, pero aún no podemos confirmar nada”, aclara. Según información de Clarín, los descubrimientos -una vez identificados- supondrán “un anuncio significativo” por parte de la fundación al regreso al puerto, programado entre el 12 y 13 de agosto.

Durante esta transmisión en directo del lecho oceánico, las preguntas del público son diversas. Muchos cuestionan sobre la cena de los científicos o dónde residen. También tienen apodos, como “Coralina”, la renombre de Nadia Cerino, bióloga marina y divulgadora a bordo, destacándose en las visualizaciones.

Al ser entrevistado, Lauretta no revela la ubicación exacta de su hogar, diciendo solo que vive al norte de Buenos Aires. Sin embargo, comenta “llevo 24 horas sin dormir” y destaca la calidad de la comida a bordo, esencial en turnos de 12 horas, para evitar el mal humor del equipo. Aunque criticando los apodos dados por el público a las criaturas, se alegra del interés que la ciencia suscita entre los jóvenes.

Los investigadores han recolectado 300 ejemplares diferentes. Foto: Schmidt Ocean Institute.
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En este significativo evento online, Lauretta asume un rol discreto, admitiendo que intentar descansar “cuatro horas” es su próximo objetivo.

“Cuando observo la transmisión, me concentro en las imágenes del fondo oceánico. Hay otros que manejan los comentarios. Yo ocasionalmente reviso el chat y, si respondo, es porque veo algo relevante. El multitasking no es lo mío”, confiesa.

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Agrega: “Piense que tienes segundos para observar y dar instrucciones al operador. Si un benthodyte ‘grande’ (de 30 centímetros, el ejemplar más grande capturado hasta ahora), apodado ‘el batata’ es visible. Pero hay criaturas menores a 1 centímetro, requiriendo gran concentración”.

Hay otra curiosidad en “el batata”. El benthodyte capturado en 2013 es diferente al que ahora se ha hecho popular por streaming.

La expedición descubre ejemplares inéditos. Foto: Schmidt Ocean Institute.
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“Debemos evaluar en el laboratorio si esta diferencia se debe a que el ejemplar anterior estaba muerto y este está vivo. Queremos saber si se trata de la misma especie. Este es uno de los objetivos de la misión: establecer coincidencias entre especímenes muertos y vivos a través de las imágenes del Rov”, explica.

Una pregunta común del público es: “¿Los matan a los bichos?”. Los investigadores responden en vivo, aclarando: “Seleccionamos los ejemplares recolectados con el Rov, los clasificamos y conservamos adecuadamente. Eventualmente, irán a museos. Las muestras vivas no se retiran de este barco”.

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