La sorprendente aventura de un puma
Un puma silvestre conocido como Koi completó una asombrosa expedición de 400 kilómetros, partiendo desde la región cercana a la cordillera hasta alcanzar el océano, para luego regresar en un plazo de 51 días. Este recorrido, monitoreado gracias a un collar satelital, asombró a los especialistas. Inició su recorrido en el Parque Patagonia, situado al noreste de Santa Cruz, y se dirigió hacia el Mar Argentino. Hasta ahora, no se había logrado documentar una travesía similar en estos felinos.
Navegando por diversos terrenos
Durante su extensa ruta, la puma logró sortear campos tanto fiscales como privados, cruzó carreteras y áreas destinadas a la producción, hasta llegar a la franja atlántica. Lo más sorprendente es que, desafiando las posibilidades, emprendió el camino de regreso, logrando volver a su entorno habitual en la región precordillerana, donde todavía está bajo observación constante.
Revelaciones de su ruta extraordinaria
El coordinador del grupo de conservación, José, comenta: “Fue algo completamente inesperado. Movimiento de tal envergadura es muy raro, más aún en un adulto”. José explica que normalmente los jóvenes son los que se dispersan, pero Koi, ya tenía definida su zona de acción. “Su elección de dirigirse hacia el mar y retornar es un comportamiento que aún intentamos descifrar”, expresa.
Además, José señala: “Koi nos demostró que los pumas no limitan sus movimientos solo a las áreas protegidas. Utilizan toda la gama de paisajes, incluso aquellos ocupados por humanos”.
Desde 2018, el Parque Patagonia lleva a cabo un programa de monitoreo continuado del puma, empleando cámaras de vigilancia, collares GPS en adultos, collares VHF para los jóvenes, y dispositivos solares para los juveniles.
Mariana Aguas, parte del equipo científico, explica que el propósito es entender el significado ecológico esencial del puma como depredador principal. “Analizar sus desplazamientos, hábitos reproductivos, factores de mortalidad y su uso del territorio nos proporciona información clave para crear estrategias efectivas de conservación adaptadas al entorno estepárico”, comenta.
A través de los años, los datos obtenidos revelan una amplia dinamismo. Las pumas femeninas exploran áreas que superan las 36,000 hectáreas, y los machos se extienden por más de 113,000 hectáreas, con una parte importante fuera de las áreas protegidas. Mariana acota que estos datos acentúan la necesidad de pensar la preservación de estos felinos considerando las actividades humanas, asegurando su coexistencia.
En este seguimiento, se utilizan collares GPS que registran las posiciones cada tres horas, permitiendo un seguimiento casi en tiempo real. Los cachorros llevan collares que se desprenden conforme crecen, y los juveniles se identifican con dispositivos que se recargan solarmente.
Las cámaras trampa se colocan estratégicamente para identificar rutas comunes, observar comportamientos maternos y registrar otros individuos marcables. Cada grupo de puntos GPS se examina a través de exploraciones directas, buscando evidencias como huellas o restos de presas.
“Este seguimiento continuo —indica Mariana— nos predispone a identificar patrones de comportamiento influidos por estaciones, reproducción, dispersión, o la influencia del hombre. Adicionalmente, nos brinda datos poblacionales y estrategias de conservación aplicables a diferentes territorios”, asegura.
Así fue posible identificar no solo la partida de Koi, sino también su regreso al sitio que considera suyo.
En el Parque Patagonia, gracias al seguimiento con collares GPS en 32 pumas adultos, es posible delinear de manera precisa sus zonas de acción. “Las hembras tienen un promedio de 36,043 hectáreas, mientras los machos sobresalen con áreas de más de 113,000 hectáreas”, detalla Mariana.
De ese territorio, solo un 41% corresponde al parque; el resto se extiende a terrenos cercanos, lo que demuestra que la conservación debe ir más allá de parques y reservas para permitir la coexistencia de los pumas.
Los machos buscan territorios amplios para encontrar más parejas, mientras las hembras tienen territorios más fijos. Sin embargo, “hembras adultas con cachorros a menudo comparten territorios dentro del Parque”. La disponibilidad de presas como guanaco y choique también influye.
El caso de Koi no es solo curioso, sino fundamental para entender los requerimientos de los pumas para vivir en libertad.
Con su collar, Koi se ha convertido en un símbolo de una especie que sigue buscando explorar y regresar. “Cada caso como el de Koi mejora nuestro conocimiento sobre la vida de los pumas y como preservarlos no solo en parques, sino en todo el paisaje”, concluye José.
MG
