En los silenciosos pasillos del Hospital Garrahan, donde solía percibirse el murmullo constante de padres nerviosos, el eco de pasos de médicos y enfermeros y el abrir de puertas incesante, ahora reina un silencio cargado de incertidumbre. En una habitación de la sección sur, Catalina, una niña de diez años, lucha por sobrevivir tras haber sido golpeada por una esquirla en la cabeza durante una feria de ciencias en Rancagua, un pequeño poblado en Pergamino.
El hospital pediátrico ha declarado que este es el caso más crítico que están tratando actualmente. Catalina se encuentra en estado grave, con asistencia vital especializada, y ya ha pasado por dos cirugías muy complicadas. Una pieza metálica se alojó en su cráneo a causa de la explosión. Sus padres, desbordados por la conmoción, no se han separado de su hija mayor.
Desde su traslado en un helicóptero médico el viernes anterior, el Garrahan ha manejado el caso de Catalina con extremado cuidado. La sala sur, donde ella se encuentra, presenta medidas de seguridad con vallas, guardias y solo personal autorizado tiene acceso mediante identificación de huella dactilar.
El Origen del Accidente
El incidente ocurrió el jueves por la noche en el Instituto Comercial Rancagua. Catalina se encontraba en primera fila, emocionada por presenciar de cerca el clímax del evento anual de ciencias: la simulación de la erupción de un volcán. Este evento ha sido una tradición de 17 años en el colegio.
“Había una multitud”, rememora Cristina, quien asistió junto a sus dos hijas para ver a su nieta. “Fue una explosión de gran envergadura; primero hubo un humo espeso fuera de lo común, luego surgió el fuego, y finalmente, la explosión generó una onda expansiva que me derribó y dejó a muchas personas paralizadas, sin saber cómo reaccionar”, relata.
Cristina describe que la maqueta del volcán se situaba en un patio abierto. La feria estaba dividida en tres secciones: un gran almacén con numerosas exposiciones, otro espacio intermedio con el volcán y, al frente, una muestra de enfermería.
Testimonios Impactantes
“La señora que resultó herida en el rostro estaba frente a mí con un niño pequeño. Caminaba con mi nieta cuando observé un humo inmenso seguido de una llamarada. En ese momento, cubrí a mi pequeña nieta. Fue aterrador”, confiesa Cristina.
Las imágenes posteriores al desastre todavía reviven en su memoria: “Vi a un hombre llevando a Catalina en brazos y, en otra dirección, a una mujer con algo incrustado en su rostro. Mucha gente resultó herida. Vi a otra joven con la cara ensangrentada”, recuerda con emoción.
Para Cristina, lo que se usó no era un modelo de volcán escolar, sino algo parecido a un explosivo casero. La magnitud del estruendo causó lesiones serias. “No fueron solo diez heridos, como se menciona. Hubo más, y el impacto mostró que Pergamino, sus autoridades, bomberos, servicios de emergencia y hospitales no están listos para enfrentar estos desastres”.
De regreso a casa, Cristina encontró pequeños fragmentos del metal de las tuberías volcánicas en su ropa. Su hija fue quien más sufrió: “Mi niña tiene problemas para dormir, sufrió varios golpes. El trauma persiste, está afectada porque vio a Catalina de cerca. Cata estaba celebrando en la primera fila, aguardando el espectáculo de la erupción”, comenta.
La Inoperancia y sus Consecuencias
Las personas estaban en el suelo, había sollozos, gritos de terror, materiales lanzados por el aire como proyectiles. Una escena que Cristina y su familia recuerdan vívidamente y que difícilmente olvidarán. “Las esquirlas, el barro y todo lo que voló fue como una ráfaga de ametralladora. Es sorprendente que no se haya podido controlar”, observa Cristina. Catalina y la maestra fueron de las más afectadas.
Para Cristina, lo más doloroso vino después: “La ineptitud, pues sacaron a la señora pensando que había una ambulancia y la llevaron a una plaza, cubriéndola con telas para ocultar sus heridas. Estuvieron desorganizados; la segunda ambulancia demoró 40 minutos en llegar”, critica enfadada.
Video
Otro observador, que prefirió no dar su nombre por seguridad, estuvo ahí con su familia. “Lo del jueves fue inesperado; actuamos preventivamente para asistir a las víctimas y calmar a los estudiantes que estaban en pánico. Algunos se sentían responsables”, refiere.
Él agrega: “Desde la escuela brindan apoyo a todos, ofreciendo ayuda psicológica por mensajes. La comunidad educativa, junto a la sociedad de Pergamino, se une en oración por los afectados”.
Este padre reconoce que asiste a este evento de ciencias cada año con su familia, al igual que muchas personas de Pergamino y alrededores que, con curiosidad, concurren al Instituto Comercial de Rancagua para disfrutar de los ingeniosos experimentos de los estudiantes. Una especie de ritual en la ciudad.
“Mi hija asistía a esa escuela y el evento de ciencias siempre ha sido parte de su calendario. Los proyectos que presentan son siempre aprobados por la directiva”, señala Juan Manuel, otro miembro de la comunidad.
Él considera que lo ocurrido fue algo inusual, resultado de una falta de control o de una posible mala manipulación por alguien. “Espero que los expertos determinen qué pasó”, expresa Juan Manuel. Y concluye: “Es una tragedia para la niña hospitalizada, para la maestra, el profesor responsable y toda la escuela”.
La otra persona gravemente afectada, una docente de 45 años, sufrió serias heridas. Se le realizó cirugía en la cara y la mano, comprometiendo uno de sus ojos, pero logró conservar la vista y ya fue dada de alta.
La investigación está a cargo del fiscal Fernando Pertierra, de la UFI N° 1 de Pergamino. Se han realizado exámenes químicos y se han tomado declaraciones a la directora del instituto, al profesor de química y a la representante legal. Las autoridades buscan determinar si hubo negligencia o si los controles de seguridad del experimento fallaron.
Aún no hay imputados, pero las investigaciones continúan e incluyen el análisis de cámaras y materiales para comprender qué causó la explosión.
Ante el sentimiento de impotencia y distancia, los habitantes de Rancagua han encontrado una forma de mostrar su solidaridad: organizaron una cadena de oración. En las redes y las calles del pueblo, el clamor es unánime: “Recen por Cata”. Y allí, en ese rincón del mundo, la esperanza sigue viva.
MG