El famoso pianista ruso que conquistó Buenos Aires: su legado en Palermo y el éxito en el teatro Colón

Nikolai Lugansky, a sus 53 años, es considerado uno de los pianistas rusos más destacados de nuestro tiempo. Su aprecio por Buenos Aires nació de la costumbre de los argentinos de reunirse con amigos para charlar, lejos de las imposiciones de las jerarquías sociales, y su energía tan vibrante. Lugansky está fascinado por los museos y, principalmente, por el Teatro Colón. En Buenos Aires, además, vive una de sus hijas, junto a dos de sus nietos en Palermo.

Un legado en Buenos Aires

El pasado sábado, Lugansky deleitó al público del Teatro Colón con el Concierto n.º 2 de Sergéi Rachmaninov, obra que ganó notoriedad gracias a la película “Rapsodia” con Liz Taylor. El público lo ovacionó en cuatro ocasiones, y él ofreció un único bis, aclarando a Clarín que “no era mi concierto, sino de la Filarmónica de Buenos Aires bajo la batuta de Srba Dinic”.

Gracias a una conexión con Gustavo Mozzi, director musical del Colón, el pianista accedió a desayunar en casa de un periodista de Clarín esta semana, demostrando una humildad sincera y simpatía poco comunes entre artistas de su talla, acompañado de su esposa Lada.

Apreciativo de los sabores locales, Lugansky disfrutó de los sándwiches de miga y pasteles de maracuyá, aunque evitó tocar una colección de piedras andinas, atento al cuidado de sus valiosas “herramientas de trabajo”: sus manos.

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Esta es la tercera ocasión que Lugansky se presenta en Buenos Aires. Su debut fue en 1999 con la Orquesta Nacional Rusa, y regresó para el Mozarteum en 2022.

El pianista ruso considera al Teatro Colón como uno de los tres mejores teatros del mundo, apreciando tanto su acústica como su estructura.

Éxito en el Teatro Colón

A menudo, en sus viajes internacionales, Lugansky aprovecha momentos para practicar el piano, dado que su favorito, Rachmaninov, demanda un rigor rítmico y estructural muy específico. Recordando su formación, agradece a su primera profesora de música por inculcarle la disciplina de practicar tres horas diarias y destaca la relevancia de la enseñanza musical en la era soviética.

Desde 1930, la educación en Rusia proporciona formación musical gratuita a todos los niños desde los ocho años, sin importar su origen socioeconómico, replicando el modelo de una enseñanza accesible que permitía a todos recibir educación musical independientemente de su talento.

Esta base educativa ha dotado a Lugansky de una “enorme memoria auditiva”, haciendo que no necesite leer partituras durante los conciertos.

En su visita a Buenos Aires, antes de partir hacia París, Lugansky mostró gran interés por la cultura argentina, desde la historia del bailarín Vaslav Nijinsky hasta la relación de Jorge Luis Borges con el tango en Palermo.

Con respecto a la acústica del Teatro Colón y su experiencia con el público argentino que lo ovacionó de pie, Lugansky destacó la excepcional calidad acústica del teatro, comparándola con los mejores del mundo como los de París y Brasil. Considera que el público porteño es siempre cálido y expresivo.

Sobre Buenos Aires, Lugansky comentó sentirse cada vez más cómodo en cada visita, asombrado por la belleza de lugares emblemáticos como la Catedral, el Puente de la Mujer, y el mismo Teatro Colón. Lo que más valora es la atmósfera democrática de la ciudad, donde la jerarquía social parece menos opresiva que en otros lugares como Londres, París o Moscú.

Sobre sus preferencias culturales, Lugansky admira la música de tango desde Gardel a Piazzola y considera a Marta Argerich como una de las más extraordinarias pianistas de todos los tiempos. Valora también a escritores como Julio Cortázar y Jorge Luis Borges, destacando la accesibilidad del primero frente al perfil más intelectual del segundo.

Finalmente, en cuanto al romanticismo en su interpretación del Concierto n.º 2 de Rachmaninov, Lugansky enfatiza que la música, más allá de etiquetas estilísticas, debe interpretarse con una profunda reverencia y actitud reflexiva, manteniendo una vitalidad desbordante en cada ejecución.

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Siente que la conexión entre las culturas de Argentina y Rusia se encuentra en valores compartidos como el humanismo y el idealismo, a pesar de las profundas diferencias climáticas y sociales.

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