Desde temprano, en la sala de encuentros, se siente una mezcla de nervios y emoción. Se esperaba que fueran ocho, pero una anciana que alcanzó el centenario decidió evitar el frío para no perderse la ceremonia programada. Los demás, seis mujeres y un hombre con edades entre los ochenta y más de noventa años, esperan la llegada de Clarín mientras charlan sobre sus atuendos para el evento tan esperado.
Evento Único en su Tipo
El evento es organizado por la Fundación Tzedaká y representa una ocasión sin precedentes: ocho sobrevivientes del Holocausto, de fe judía, realizarán un rito que no hicieron en su juventud debido al escape del régimen nazi. Ellos, que no tuvieron la oportunidad de celebrar su Bar o Bat Mitzvá (más raro para las chicas de entonces), se prepararon un año para el llamado “Jai Mitzvá”.
Reparación Histórica y Emocional
El jueves, a las 10:30 en el Templo Max Nordau, tendrán un rito bautizado “Jai Mitzvá” por el rabino Marcelo Bater. Con este acto, los sobrevivientes honrarán su vida y su religión a pesar del sufrimiento. La expresión “Jai” quiere decir “vida” en hebreo, y por eso se trata de una celebración de la supervivencia.
Nacidos en países como Rumania, Croacia, Polonia, Alemania, Bélgica, República Checa y Austria, todos encontraron asilo en Argentina después del nazismo. “Argentina es nuestro hogar, un lugar que nos acogió en el peor momento. Aquí logramos ser felices y reconstruir nuestras vidas desde cero en Buenos Aires”, relatan.
Las personas son: Marisha Szefner (89), polaca; Ruth Jacquel Marshall (94), austríaca; Pedro Polacek (89), checo; Ilse Jordan (96), alemana; Elizabeth Kogan de Kociak (88), polaca; Berta T. (87), belga; y Alba Silvia Werthein (86), argentina, hija de alemanes. “Estamos ansiosas y alegres por el jueves”, dice Ruth.
Una Nueva Oportunidad
“Nunca hicimos el Bat Mitzvá, y aunque al principio no era sencillo considerar la idea, nos animamos con el apoyo del rabino Marcelo”, añade Betty, tal como llaman cariñosamente a Berta.
Este acto resultará conmovedor para quienes concurren a la Fundación Tzedaká, un espacio donde reciben apoyo y participan en actividades sociales y literarias. Esta institución, ubicada en el mismo edificio que el Museo del Holocausto, les proporciona la calidez y el compañerismo para disfrutar su vida en plenitud.
Elizabeth, sin consultar a su familia, aceptó la propuesta del Jai Mitzvá y lo celebró al comunicarlo. Pedro, más reservado, admite que este ritual no era una necesidad hasta que entendió su importancia, no solo para él, sino para quienes no tuvieron esa opción antes.
Las reacciones de sus compañeros ante su decisión son emotivas: “Lo expresaste de manera hermosa, Pedro”, dice Ruth. La reunión muestra la diversidad de personalidades del grupo, que a pesar de las adversidades, muestra brillantez y profundidad emocional.
El rabino Bater, presente en la reunión, apoya la iniciativa discretamente. Alba expresa: “Este ritual simboliza nuestro homenaje a la vida y la memoria”. Otros como Marisha destacan su significancia como una recuperación histórica y emocional.
Un Mensaje de Resiliencia
Bater explica que el Proyecto Jai Mitzvá transmite un mensaje de esperanza y continuidad, recordando que la vida puede celebrarse tras el sufrimiento. Esta muestra de resiliencia y fe no solo es un mensaje para sus familias, sino para el mundo entero.
Ruth comenta que, aunque el Jai Mitzvá no formaba parte de sus planes, lo hace para dejar un legado a sus descendientes. Ilse, quien prefiere escuchar, asegura que la ceremonia traerá paz interior. Berta menciona la tranquilidad que logra resolver esta deuda consigo misma.
Ritos Especiales
El jueves 30 de octubre no será una fecha más para Ilse y sus compañeros, quienes piensan que este evento simbólico no tiene precio. Realizarán lecturas de la Torá, rezos y compartirán mensajes personales sobre lo que el Jai Mitzvá significa en sus vidas.
Confiesan que no fue fácil hablar con sus hijos sobre su pasado, y a menudo evitaron cargar a sus familias con esas sombras del pasado. Para algunos, como Pedro, abrirse llegó tarde en su vida. En sus encuentros, encuentran alivio al entenderse mutuamente, al haber pasado por experiencias similares.
El rabino Bater relata cómo se eligió el nombre Jai Mitzvá, haciendo hincapié en la palabra “vida”, ya que ellos son verdaderos ejemplos de resiliencia y vitalidad. “Este jueves honrarán la vida que han vivido”, concluye.
Lecciones para el Futuro
Con deseos de que su acto inspire a otros supervivientes, buscan abrir un camino para aquellos que aún no han sentido la fortaleza de recordar y celebrar. Se despiden con abrazos calurosos, pensando en futuros viajes a Israel y nuevas experiencias por vivir.
Quién es quién
En el encuentro, cada uno de ellos compartió brevemente el calvario que enfrentaron durante el nazismo, develando cómo, a través de la persecución y el exilio, lograron sobrevivir y reconstruir sus vidas.
Marisha nació en Lodz, Polonia, en 1938. Su familia escapó del gueto gracias al ingenio de su padre y sobrevivió escondida en condiciones infrahumanas. Tras la guerra, emigraron a Argentina donde Marisha estudió Farmacia.
Originaria de Viena, Austria, Ruth fue enviada a Gran Bretaña tras la anexión nazi. Después, se reunió en Buenos Aires con sus padres, donde continuó con estudios ópticos y trabajó con su madre en decoración.
Nacido en Praga, Pedro fue enviado con su madre al campo de Terezin. Fue separado de su padre en Auschwitz y liberado en 1945. Emigró a Argentina, donde adquirió el título de Ingeniero Mecánico.
Ilse, alemana por nacimiento, se embarcó hacia Argentina, donde su familia vivió fabricando lencería. Estudió Química y formó una familia junto a José Smilg, también argentino.
De Vilna, Polonia, Elisabeth y su madre emigraron tras la invasión alemana al ser ayudadas por oficiales soviéticos. Finalmente, se reunieron en Argentina, donde Elisabeth trabajó y formó una familia.
Desde Bruselas, Bélgica, Berta fue escondida durante la guerra. Luego se reunió con su familia en Argentina, donde continuó su vida y trabajó en el Hospital Moyano.
Nacida en Buenos Aires, Alba es hija de alemanes refugiados en Argentina y trabajó muchos años en alta costura tras estudiar en el Colegio Pestalozzi.
Anita, oriunda de Rumania, encontró refugio y ayuda en tiempos difíciles. En Argentina, se estableció en Mendoza, donde creó un exitoso taller de alta costura.
Elijamos ver este acto como un espejo que motive a otras personas que, como ellos, aún no se han atrevido a celebrar su historia. Alegres se despiden, predicando el valor de la vida y los años por venir.
