En Argentina, una frase retrata una realidad persistente: “Conocen, pero no actúan”. Este enunciado resume lo que ocurre en las vías y avenidas argentinas. Un análisis realizado por la consultora D’Alessio IROL en conjunto con la Asociación Argentina de Compañías de Seguros (AACS) revela que el problema del tráfico no se debe únicamente al desconocimiento. Aunque muchos argentinos manejan bien la teoría de las reglas viales, no las ponen en práctica.
“Para la AACS, el problema de la seguridad vial va más allá de la infraestructura y se centra en las conductas. Este estudio nos ofrece una visión de cómo los conductores piensan y actúan: cuáles son sus conocimientos, comportamientos y omisiones. Buscamos aportar datos objetivos para promover políticas públicas, controles eficientes y campañas de concienciación desde una óptica global del riesgo”, comentó a Clarín Gustavo Trías, presidente de la AACS.
El estudio refleja que más del 80% de los conductores puede responder de manera correcta sobre las normas viales esenciales. No obstante, persisten los errores en áreas críticas, como el uso adecuado de carriles en autopistas, la interpretación de señales preventivas y la seguridad en cruces de trenes.
La contradicción entre el conocimiento y la práctica
¿Por qué esa discrepancia entre el conocimiento y la práctica? Según Trías, existe “una cultura social de permisividad. Aunque una gran mayoría de conductores compreende las normas, no las aplican durante la conducción. Esta contradicción es uno de los mayores desafíos para mejorar la seguridad vial. Falta control, sanciones efectivas y, principalmente, conciencia de que las violaciones a las normas no son triviales”.
Viviam Perrone, presidenta de la Asociación Madres del Dolor, reafirma: “Llevo años diciendo que los incidentes viales no son por desconocimiento; por ello, no los considero accidentes.”
Para Perrone, “no se dan accidentalmente, ya que tanto conductores como peatones están al tanto de las normas, pero no las respetan. Esto sucede porque no hay controles ni límites, y las personas saben que si atropellan a alguien, generalmente no enfrentan consecuencias reales”, explica la madre de Kevin Sedano, quien falleció en 2002 tras ser atropellado y dejado por Eduardo Sukiassian.
Inconsistencias legales y sanciones insuficientes
Perrone también destaca la ausencia de severas penalizaciones para las muertes en incidentes viales: “Las leyes establecen penas en suspenso para quienes causan la muerte en accidentes. Incluso con un juicio oral, la apelación puede prolongarse por años y la pena final suele ser reducida o suspendida. Al final, las consecuencias caen solo sobre las víctimas.”
En el informe de la AACS, el 92% de los encuestados siente que la conducción no ha mejorado en el último año. Además, un 42% ha experimentado o presenciado un incidente vial recientemente. Esta cifra se eleva al 53% entre aquellos que transitan regularmente por calles y avenidas.
“El hecho de que un 92% perciba un deterioro en la conducción refleja una percepción social de retroceso y riesgo constante”, indica Trías. “Es sorprendente cómo el uso del celular es identificado como un principal factor de riesgo, lo que evidencia problemas más allá de la mera infraestructura vial”, concluye.
Factores de riesgo: distracción y falta de control
Perrone recalca que la utilización del celular al volante es un peligro creciente: “Es impresionante la cantidad de conductores que manipulan el celular mientras manejan. Este acto distrae, disminuye reflejos y aumenta el riesgo de colisiones.”
Por su parte, Trías menciona: “Si se tuviera que elegir un solo cambio de hábito para salvar vidas, dejar de usar el celular al volante sería la opción. Esta práctica es la principal causa reportada por los encuestados. Usar el móvil distrae y aumenta drásticamente el riesgo de accidentes. No hay excusas para ello.”
Problemas regionales y políticas necesarias
Aunque las problemáticas son comunes en todo el país, cada región presenta sus propios desafíos. En el Área Metropolitana de Buenos Aires, destacan el uso del celular, carreteras en mal estado y estacionamiento en doble fila. En la Ciudad Autónoma de Buenos Aires, la congestión ocasionada por ciclovías y la falta de estacionamientos conduce a infracciones. En las provincias, el exceso de velocidad y la imprudencia son predominantes. “Estas diferencias refuerzan la necesidad de estrategias ajustadas a cada zona”, afirma Trías.
Consecuencias económicas y sociales
La mala conducta al volante no solo afecta la seguridad sino que incrementa los costes del seguro. “Cada accidente tiene un costo asociado: reparaciones, indemnizaciones, atención médica y judicialización. Cuando estos sucesos se repiten, los riesgos y costos del sistema aumentan. El seguro se ve directamente influenciado por el comportamiento en carretera”, indica Trías.
El impacto más grave, sin embargo, es la pérdida humana. “Con más de 5.000 muertes anuales y miles de personas con secuelas permanentes, además del dolor familiar, la saturación del sistema sanitario y las pérdidas económicas, hablamos de una deuda ética, no solo de gestión”, concluye.
Medidas para revertir la situación
Una mayoría de encuestados coincide en que la solución demanda sanciones más estrictas, controles frecuentes y campañas de concienciación. “El 86% solicita castigos más rigurosos para infracciones graves, pero sancionar no es suficiente: se necesita control y educación. Las iniciativas de sensibilización son esenciales, pero no reemplazan el control público”, destaca Trías.
El informe señala que la ciudadanía exige del Estado más controles, medidas más duras, una mejor infraestructura, y una planificación urbana adecuada. “Se requiere una política nacional con implementación y coordinación local efectiva”, enfatiza Trías. Al preguntársele sobre la existencia de una política integral de seguridad vial en Argentina, responde con claridad: “Es evidente que falta. Hay esfuerzos meritorios, pero están dispersos. La seguridad vial debe ser una prioridad de salud pública urgente”.