El papel del centro de distribución del bagayeo en sustento de miles de familias en Salta según un diario local

En San Ramón de la Nueva Orán, desde las primeras horas, el centro de distribución reúne a aquellos que llegan desde Aguas Blancas, una localidad fronteriza con Bolivia separada por el río Bermejo. En este espacio, los bagayeros almacenan las mercancías que traen sin control aduanero desde el país vecino. Cada jornada, una variedad de vehículos, de diversos tamaños y colores, hacen fila para descargar su carga y organizarla para ser enviada a diferentes destinos, utilizando buses estacionados a la espera.

María Elena, de 54 años, recibe al equipo de Clarín. Lleva dedicándose al bagayeo desde que tenía 17 años, lo que la convierte en una líder respetada entre los bagayeros. Como ella señala, ha pasado por todas: enfrentamientos con la Gendarmería, problemas con los “coqueros”, y dificultades con la política. Actualmente, su objetivo principal es mediar y calmar las aguas desde su posición como dirigente de los trabajadores fronterizos. Su compromiso es con sus compañeros bagayeros.

Una voz de autoridad

“Cualquier situación que surja, todos me preguntan a mí, y yo trato de resolver. Cuando tengo alguna reunión, me contactan tanto el concejal como el comandante. En caso de problemas, son ellos quienes me llaman para encontrar soluciones. Siempre busco el diálogo para que todo permanezca en calma y no surjan conflictos”, explica María Elena sobre su función.

María Elena minimiza el impacto que podría tener la reciente medida de alambrar 200 metros de la frontera en Aguas Blancas, desde la terminal de buses hasta la Aduana, para los suyos. Lo que realmente le perturba es ser catalogados todos “en el mismo saco”.

Diferentes formas de trabajo

“Cada grupo, los coqueros, los narcos, tienen su forma de operar, y nosotros la nuestra. Cuando ocurren incidentes causados por los coqueros o los narcos, nos meten a todos en el mismo saco, lo cual no es justo. Nosotros realizamos nuestro trabajo correctamente y estamos abiertos a ser inspeccionados. Al final del día, estas medidas no nos afectan tanto, ni a los narcos ni a los coqueros. Ellos continuarán haciendo lo suyo por cualquier medio disponible”, comenta María Elena.

En un lateral del centro de acopio, los bagayeros organizan los productos que posteriormente serán cargados en los autobuses. Prefieren mantenerse callados sobre el tema que los situó en el centro de la controversia en los últimos días. Sin embargo, algunos comentan de manera reservada que “los bagayeros están unidos” y “la economía de Orán depende en gran medida del bagayeo”.

“Aquí se distribuyen todo tipo de artículos. Especialmente electrónicos, aunque su comercio ha disminuido temporalmente debido a la subida del dólar. Hoy día, lo que está en auge es la ropa”, explica María Elena. Del lado boliviano, la mayoría de los bagayeros compran con pesos argentinos, aunque algunos también utilizan dólares.

El impacto del bagayeo en Orán

Con un predio que ya se siente pequeño, María Elena explica que más de 6.000 familias dependen del bagayeo. “Estos buses parten hacia Buenos Aires, Córdoba, Santiago y otros lugares. Es un trabajo familiar, por así decirlo. Vienen personas de todas partes, Tartagal, Embarcación, Colonia y Pichanal, entre otras, para trabajar aquí. Aquellos que pierden sus empleos en otros lugares, encuentran una oportunidad en este sitio”, dice María Elena.

Después de las festividades, era común ver una disminución en el volumen de personas comerciando con Bolivia, pero hoy “es imposible, porque resulta muy económico”. María Elena da un ejemplo claro: Actualmente, un bus carga y parte en el mismo día, un proceso que anteriormente podía tomar de tres a cuatro días. Un bagayero eficiente puede hacer dos o tres recorridos en un solo día.

“Ves que los jóvenes que empiezan aquí, lo hacen con pequeñas compras. Esto se ha convertido en una fuente de empleo legítima aunque ilegal. Ninguna empresa ofrece lo que nosotros tenemos ahora. No puedo dejar el bagayeo, es mi vida”, dice con orgullo María Elena.

Desde sus años de adolescencia, María Elena comenzó, transportando harina y grasa hacia el otro lado, logrando buenas ganancias. “Hacía un peso y lo iba acumulando. Con ese ahorro, compraba mercancías para mí, empecé a traer y vender. Nunca paré. Incluso trabajé en el ingenio, pero allí la temporada dura apenas tres meses, y yo tenía que continuar trabajando”.

Mientras narra su historia, algunos jóvenes mueven cargas envueltas en lonas. Una de color negro puede contener hasta ocho docenas de zapatillas. Los bultos que los bagayeros transportan sobre sus espaldas pesan alrededor de 60 kilos por lona.

Hace años, María Elena tenía una función diferente, cerca de la finca Carina, un área que recibe a muchos bagayeros que cruzan el río en balsas improvisadas. “Estaba antes de Carina, encargada de la finca El Negro. Allí también hacía mi negocio, pasando gente con mercancía. Si Carina tenía problemas, podía negociar con el dueño de El Negro para permitir el paso”, recuerda.

El río como factor determinante

Para Elena, el nivel del río influye considerablemente en el comercio diario y en el éxito de la jornada. “He visto cómo un bote con unos 20 pasajeros se encontraba con palizadas que lo hacían volcar en cuestión de segundos”, cuenta refiriéndose a experiencias pasadas.

El transporte en buses comienza a sus destinos y durante la tarde nuevos vehículos seguirán llegando y partiendo. María Elena señala las viviendas humildes que rodean el centro de acopio, muchas en progreso de construcción.

“Orán ha progresado gracias al esfuerzo de los bagayeros. Sin esta actividad, el desarrollo manifiesto no sería posible. Hace tiempo, estas tierras eran de madera o caña, simples viviendas. Ahora, gracias al esfuerzo del bagayero, estas familias pueden aspirar a un futuro mejor, incluso soñar con hijos profesionales. Me llena de orgullo ver el crecimiento de mi gente”, afirma emocionada.

María Elena también señala que, en la frontera, los narcotraficantes ofrecen al bagayero una compensación para que transporte droga. Sin embargo, la mayoría rechaza estas ofertas ya que “es muy poco lo que pagan en comparación a lo que ellos ganan”. A veces, algunos caen en la trampa, convirtiéndose en lo que llaman “perejiles”, al ser utilizados sin conocimiento previo.

Tras el último conflicto en el Puesto 28, en diciembre de 2024, que resultó en la muerte de un bagayero enfrentándose a la Gendarmería, María Elena enfatiza que busca mantener la paz. Según cuenta, el fallecido transportaba hojas de coca, un incidente que llevó a que todos los bagayeros fueran señalados por la ministra de Seguridad Patricia Bullrich.

“Nos acusan de ser narcotraficantes. Pero hay casos de gendarmes y políticos implicados. Nosotros no queremos que nos confundan a todos en el mismo saco”, concluye María Elena, marcando la diferencia entre bagayeros, narcotraficantes y políticos.

AS

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