Análisis del estado emocional en los residentes urbanos
Recientemente se ha llevado a cabo un estudio inédito para evaluar el bienestar emocional de la población de la Ciudad. Los hallazgos indican que aproximadamente el 30% de los habitantes experimentan signos de ansiedad o desánimo. Estos problemas psicológicos son más comunes entre las mujeres, las personas sin empleo, en familias monoparentales y en las áreas del sur de la ciudad.
Estos síntomas se intensifican en aquellos con predisposición al uso compulsivo de dispositivos móviles, al consumo de drogas psicoactivas y a las apuestas en plataformas digitales.
Encuesta sobre prácticas adictivas
Estos datos provienen de la Encuesta de Prácticas Adictivas y de Riesgo (EPRA) 2024, desarrollada por el Ministerio de Desarrollo Humano y Hábitat junto al Observatorio de la Deuda Social Argentina (ODSA-UCA).
Durante el periodo de octubre a diciembre de 2024, se realizaron 6,000 encuestas presenciales, revelando que 28.6% de los ciudadanos entre 18 a 75 años manifiestan sentirse ansiosos o con síntomas depresivos.
Síntomas predominantes y metodología utilizada
El informe, que se planea renovar cada cuatro años para observar tendencias, indica que los principales síntomas son nerviosismo, fatiga inexplicable y la percepción de que cada tarea requiere un esfuerzo excesivo.
Un 63% de los participantes admitió sentirse nervioso en el último mes, mientras que un 60% informó de un cansancio sin causa aparente, y más de la mitad describió una carencia general de energía. Para medir estos malestares —sin llegar a un diagnóstico clínico— se aplicó la Escala de Malestar Psicológico de Kessler (K10), un método reconocido internacionalmente que estima la frecuencia de síntomas como ansiedad y depresión recientes.
La K10 está compuesta por diez preguntas, con opciones de respuesta que van desde “nunca” hasta “constantemente”. Este instrumento permite diferenciar entre quienes no tienen malestar y aquellos con síntomas leves, moderados o serios, sin diagnosticar trastornos clínicos específicos.
Distribución del malestar y factores contribuyentes
Los resultados del estudio reflejan cómo, tras estos números, hay una distribución desigual en la población. Las mujeres, con un 33.1%, reportan más malestar psicológico que los hombres, que lo hacen en un 23.1%.
Agustina Márquez, socióloga del Observatorio de Desarrollo Humano y Hábitat, explica que factores como los roles de género, tareas domésticas, y desigualdades en el trabajo impactan desfavorablemente en el bienestar emocional de las mujeres.
Entre las mujeres desempleadas, el 60% experimenta malestar psicológico, mientras que entre los hombres desempleados, esta cifra baja al 45%. Además, los hombres tienden a expresar menos sus problemas emocionales debido a normas culturales.
Factores sociodemográficos también influyen significativamente: los jóvenes de 18 a 30 años muestran menor afectación, pero el malestar se incrementa a partir de los 45 años, siendo más agudo en quienes superan los 60, donde la soledad y la falta de apoyo social influyen notablemente.
La salud mental y el bienestar emocional están correlacionados con desigualdades económicas y sociales. Entre quienes pertenecen a niveles socioeconómicos altos, el 80% no experimenta malestar. Este porcentaje desciende a 59% entre los de nivel más bajo, donde el malestar se duplica.
También existe una división marcada al comparar datos con la disponibilidad de servicios de salud. Quienes dependen del sistema público enfrentan malestar moderado o severo en un 24% de los casos, casi el doble que quienes tienen cobertura médica privada. El desempleo, asimismo, correlaciona con altos niveles de malestar psicológico.
Impacto del nivel educativo y laboral en el bienestar
El nivel de educación juega un papel de amortiguador: el 4.4% de quienes completaron estudios superiores sufre de malestar severo, comparado con el 12% de aquellos sin estudios secundarios completos. Esto se asocia a las diferencias en acceso a empleo e ingresos.
El malestar es mayor entre quienes tienen trabajos informales y subempleo. En empleos registrados, el malestar severo afecta al 4.4%, mientras que en empleos informales, esto sube al 9.7%. Quienes desean trabajar más horas, reflejan un malestar del 41%, comparado con el 25% de quienes trabajan tiempo completo.
Además, un mapa de desigualdad se vislumbra dentro de la ciudad: los niveles más altos de malestar se encuentran en el área sur con un 35.7%, superando significativamente al norte, donde la proporción baja a un 21%.
Los hogares monoparentales también están más afectados: el 41% de las personas criando hijos solos sufren algún grado de malestar psicológico, en comparación con el 27% de las familias completas.
Asociación entre malestar emocional y salud
La relación entre el malestar psicológico y el estado de salud es directa. Entre quienes padecen enfermedades crónicas, el 61% muestra síntomas de ansiedad o depresión. Para quienes reportan buena salud física, el nivel de malestar baja al 22%.
El estudio también examina la conexión entre problemas de salud mental y consumos problemáticos. Individuos con riesgo en consumir alcohol o drogas reflejan niveles más altos de ansiedad y depresión. Por ejemplo, entre consumidores de marihuana de alto riesgo, el 46% experimenta malestar severo.
Lo mismo se observa con el uso intensivo del celular y apuestas en línea. Entre los jóvenes que utilizan el celular más de seis horas al día, un tercio presenta malestar psicológico. Y entre quienes apuestan en línea, el 30% enfrenta malestar severo. Así, el contacto con conductas de riesgo adictivo incrementa la presencia de ansiedad y depresión.
En resumen, los resultados señalan que el malestar psicológico refleja múltiples desigualdades: de género, ingresos, empleo y acceso a salud. “La salud mental está desigualmente impactada en diferentes grupos de la población”, destaca el informe.
Además, el déficit en la percepción del estado de salud alcanza al 8.7% de la población que refiere enfermedades graves o crónicas. Al considerar quienes tienen “algunos problemas de salud”, el total sube al 26.3%, mientras que a nivel nacional, la cifra fue del 13.9% en 2024, según el Observatorio de la Deuda Social Argentina.
