Para Ana Larrauri, quien dedicó gran parte de su vida a la enseñanza y al cuidado de sus alumnos, el fenómeno de las drogas marcó un cambio decisivo. “Es un antes y un después”, comenta, preocupada por los efectos que las adicciones tenían en los jóvenes que veía perderse. Estas eran problemáticas que superaban su papel de maestra en las escuelas de San Nicolás, en un tiempo donde se hablaba menos. Sin embargo, sentía que no podía quedarse de brazos cruzados y comenzó a enfrentar estos desafíos con una herramienta poderosa: la palabra.
Su método de diálogo para crear puentes con los estudiantes estableció una manera de tratar los problemas en la Escuela Normal de San Nicolás, donde todavía es recordada. “Era adelantada para su época al relacionarse con los estudiantes, fomentaba los vínculos y el diálogo abierto. Lograba que la entendieran”, afirma Marcela Benedettini, su hija.
Marcela decidió continuar con el legado de su madre, transformando su enfoque en un sistema viable. ¿La meta? Que los maestros sean los primeros en detectar signos de consumo excesivo, adicciones u otros problemas que podrían conducir a situaciones más serias.
En pocas palabras, que los educadores se conviertan en esa revisión rutinaria que previene complicaciones más adelante.
Educadores como protectores en instituciones
Empeñada en este objetivo, Benedettini fundó hace tres años la Fundación Ana Larrauri. La misión: proporcionar formación en escuelas y clubes, dotándolos de herramientas para identificar problemas antes de que se manifiesten por completo.
Se asoció con el doctor Hugo Barrionuevo, ex director Nacional de Salud Mental y Adicciones, y una figura clave en la prevención de problemas de salud mental. Compartían la idea de abordar el problema desde la comprensión y no el castigo.
“Queremos prevenir porque es una necesidad urgente. La mayoría de las entidades se centran en el tratamiento o rehabilitación de las adicciones, pero la prevención es esencial”, explica Barrionuevo a Clarín.
“Estamos convencidos de que si llegamos a docentes, directivos y figuras de los clubes, podemos transformarlos en agentes de prevención”, añade.
El proyecto sostiene que los colegios y clubes tienen una influencia en el tejido social inigualable, lo que les permite llegar a una amplia cantidad de jóvenes. “Queremos que cada escuela planifique e implemente un programa de prevención y detección temprana”, indican.
“Notamos en los jóvenes un deseo imperante de expresar lo que viven, de compartir todos estos sentimientos que a menudo no tienen con quién hablar en el entorno familiar”, dice Benedettini.
—¿Qué observaciones han hecho los maestros sobre lo que perciben en los estudiantes?
—Barrionuevo: Los maestros están inquietos. Ocasionalmente, detectan llamadas de auxilio de jóvenes que han tenido alguna experiencia con sustancias, como el alcohol, marihuana u otras drogas. Algunos no saben cómo manejar la situación porque les resulta desafiante dialogar con sus padres. Además, pueden enfrentar problemas de relación con sus compañeros. Hay un temor al castigo, a la respuesta punitiva, lo que dificulta la libre expresión. En los clubes, es complicado abordar estas situaciones y, a menudo, cuando se descubre el problema, ya es un poco tarde. Por eso, creemos que es crucial intervenir antes.
—Benedettini: Hablar es liberador, poder compartir lo que te pasa es un alivio. Eso fue lo que hizo mi madre. Ella creó un ambiente en la escuela donde sus alumnos podían confiar en ella. Eso es muy raro, especialmente con un adulto. Cuando alguien joven consume, luego puede dejar de estudiar o trabajar, lo que les lleva a desperdiciar su potencial. Sus vidas se ven truncadas.
Señales para identificar problemas de adicción
—¿Cuáles son los signos clave para detectar un problema de consumo en su fase inicial?
—Barrionuevo: Normalmente, se manifiestan en aspectos visibles y conductuales. Aislamiento, dificultades para comunicarse con sus pares, y en ocasiones síntomas físicos. Pero, sobre todo, irritabilidad. También puede haber episodios de angustia que se traducen en ausentismo, abandono de actividades o manifestaciones de malestar. Es importante estar atento a posibles desencadenantes como problemas familiares, la pérdida de un ser querido, divorcios o dificultades económicas. En estas situaciones, hay que ser muy prudentes y evitar que la persona recurra a sustancias como remedios o alcohol para afrontar las circunstancias.
Abordando el diálogo con los jóvenes
—¿Cómo se debería acercar a un joven introvertido e irritable, que probablemente enfrenta un problema y no sabe cómo expresarse?
—Barrionuevo: Es crucial estar atentos y dispuestos a escuchar, ya que estas situaciones a menudo no presentan señales visibles al profesor. Si se poseen las herramientas adecuadas, se puede preguntar al estudiante qué le ocurre en algún momento propicio. No hay una ciencia complicada detrás; son medidas simples que requieren estar atentos. ‘Noté que estabas distraído, ¿hay algo que te gustaría contarme?’. Siempre invitando a abrirse sin presionar ni intentar diagnosticar, ya que eso puede llevar a mayor reticencia. Si cada educador tiene un vínculo con la familia, eso también puede abrir oportunidades para abordar el problema.
La importancia de la educación tecnológica
—Benedettini: La detección temprana puede prevenir muchos problemas. Si se interviene a tiempo cuando alguien empieza a consumir, es posible marcar una diferencia significativa. Prevenir significa cuidar, porque realmente se está protegiendo la salud de los jóvenes.
—¿Qué adicciones son más prevalentes en las aulas hoy en día?
—Barrionuevo: Actualmente, el alcohol genera el mayor número de problemas, en parte por su aceptación social. Las consecuencias incluyen accidentes de tráfico, violencia de género y peleas nocturnas. Existe también un uso excesivo de farmacéuticos, con jóvenes bebiendo alcohol antes de salir a socializar para calmar la ansiedad. Otro problema emergente son las apuestas online. Aunque aún no han causado tanto daño como el alcohol, la disponibilidad fácil las hace una amenaza en aumento.
—Benedettini: La tecnología tiene una dualidad; por un lado, facilita la vida, pero también permite a niños de diez años usar celulares y billeteras digitales. Creo que la clave está en la educación que brindan los adultos. Pueden darles celulares a sus hijos y enseñarles su uso adecuado y los momentos indicados. Sin embargo, si se deja todo al libre albedrío de los niños, puede convertirse en un problema.