En los últimos veinte años, las mujeres han logrado un avance significativo en el ámbito sanitario. La tendencia conocida como la feminización de la medicina comenzó en los años 90, alcanzando la igualdad entre estudiantes de medicina. Hoy en día, las mujeres constituyen el 70% de los estudiantes y el 72% de la fuerza laboral en el sistema de salud. No obstante, se enfrentan a restricciones para avanzar en sus carreras – el conocido “techo de cristal” -, y solo el 25% de los puestos directivos están ocupados por ellas.
Desigualdades en el ámbito laboral
Además, existe una disparidad en los salarios entre hombres y mujeres en el sector, que llega al 19,6%. De las 24 provincias del país, solo seis tienen mujeres liderando el ministerio de salud. Apenas el 27% de las posiciones de alta dirección en el Ministerio de Salud de la Nación son ocupadas por mujeres.
Retroceso en los avances
Este progreso se ha frenado en los últimos cinco años, al inicio de la pandemia. Este fenómeno no es exclusivo de Argentina, ya que en toda América Latina la participación femenina en roles de liderazgo en organizaciones de salud es baja.
Perspectiva regional
Según el informe “El liderazgo de las mujeres en la salud de las Américas” del Grupo de Trabajo Interamericano sobre Liderazgo de las Mujeres, las mujeres representan aproximadamente el 72,8% del personal sanitario y el 87% de los trabajadores de enfermería. Sin embargo, solo tienen menos del 30% de los cargos de liderazgo. En solamente el 31% de los países de la región, una mujer es la autoridad máxima en los ministerios de salud. Al ritmo actual, se requerirán 53 años para alcanzar la paridad completa en la toma de decisiones en la región.
Iniciativas para el cambio
Para cambiar esta situación desigual, se lanzó el año pasado el Programa Mujeres Líderes en Salud, una iniciativa nacional promovida por CIPPEC en colaboración con varios laboratorios y apoyada por el Observatorio de Salud de la Facultad de Derecho de la Universidad de Buenos Aires.
El programa busca expandir y consolidar el liderazgo femenino a través de una combinación de educación, mentoría y redes de apoyo. Este año, en su segunda edición, participan 41 mujeres en roles de liderazgo dentro del sector de salud pública de 21 provincias y planes de salud. El objetivo es fortalecer su capacidad de influencia, crear comunidad y apoyar liderazgos sostenibles, humanos y con impacto real en sus comunidades.
“Desgastadas”
“Las mujeres que lideramos equipos sufrimos agotamiento. No es solo el trabajo, también es el hogar, los niños, cuidar a los padres… Es parte de nuestra cultura ser cuidadoras”, comenta Carolina Casullo, directora del Programa Mujeres Líderes en Salud.
Licenciada en Ciencias de la Comunicación y Máster en Gestión de Sistemas y Servicios de Salud, con estudios en Economía de la Salud y Metodologías Ágiles, lidera el programa que “nació como una respuesta a una realidad que nos interpela; en un sistema sanitario donde la mayoría son mujeres, pero pocas llegan a roles estratégicos”.
“Los liderazgos femeninos difieren de los masculinos, son más transformadores. Está demostrado que las mujeres líderes mejoran la calidad de servicio y promueven políticas más inclusivas, pero suelen sentirse solas en roles de decisión y responsabilidad al no contar con una red que entienda sus necesidades. Nadie se preocupa por la salud mental de las mujeres con cargos de liderazgo”, asegura.
“Es complicado que las mujeres se mantengan en cargos de liderazgo, nuestro objetivo es facilitar este proceso. Por eso, el programa no solo fortalece a las actuales líderes, sino que también teje una red de apoyo. Sabemos que el cambio sostenible no se logra en aislamiento”, agrega.
Las participantes del programa tienen educación de grado o posgrado, más de diez años de experiencia en gestión y lideran equipos de al menos cinco personas. Todas las mentoras tienen un vasto historial en la gestión de políticas públicas. La propuesta integra innovación, tecnología y bienestar.
Testimonios
“Mi experiencia con el Programa ha sido excelente”, afirma Susana Azurmendi, Subsecretaria de Vigilancia Epidemiológica, Información y Estadísticas de Salud del Ministerio de Salud de la Nación.
“Los contenidos son de alta calidad y están bien estructurados. Recibimos una caja de herramientas que podemos usar cuando lo necesitemos para mejorar la gestión, la comunicación o nuestro equilibrio personal y laboral”, explica.
Azurmendi también resalta “la experiencia de un coaching personal, que fue muy beneficioso ya que provenía del ámbito privado y fue muy útil conectar con líderes de la salud pública”.
Y añade: “El programa cuenta con mujeres líderes experimentadas, que representan todos los sectores y regiones, con una cobertura nacional que le da fuerza adicional al programa y mejora nuestra red de contactos. Es una experiencia muy recomendable en la que continuaría participando”.
Yanina Mazzaresi, Directora de Prevención y Promoción de la Salud del Ministerio de Salud de Mendoza, participó el año pasado y este año actúa como mentora: “Ser parte de este programa ha sido una experiencia profundamente transformadora. Desde un primer momento sentí el poder de formar parte de una red nacional de mujeres de todo el país, que aportan perspectivas diversas y complementarias a los desafíos que enfrenta nuestro sistema de salud. Esta diversidad geográfica y cultural nos recuerda que la salud pública es un derecho esencial y que garantizarlo implica escuchar, dialogar y trabajar conjuntamente”.
“Uno de los aprendizajes más importantes fue descubrir la efectividad de los estilos de liderazgo compasivo, donde la escucha activa, la empatía y la cooperación son herramientas clave para transformar realidades -agrega-. Este enfoque permite reducir las desigualdades de género y fortalecer la participación de más mujeres en espacios de toma de decisiones, algo fundamental para lograr un sistema de salud más equitativo e inclusivo”.
Y concluye: “Estoy convencida de que esta red de mujeres líderes no solo abre camino, sino que siembra un futuro donde la salud pública sea un derecho garantizado, las brechas de género disminuyan y las políticas inclusivas sean la base de un sistema más resiliente y humano”.