Un equipo de científicos en China ha desentrañado el enigmático origen de la papa, revelando una adaptación genética clave que permitió que este tubérculo prevaleciera en las alturas y el clima riguroso de los Andes. Sorprendentemente, la papa, un famoso tubérculo americano, tiene como antepasado al tomate.
Descubrimientos sobre la Petota
Investigadores del Instituto de Genómica Agrícola de Shenzhen han identificado que la Petota, un grupo taxonómico que engloba a la papa cultivada (solanum tuberosum) y múltiples especies silvestres, proviene tanto del tomate como de otra planta conocida como Etuberosum.
Zhiyang Zhan, uno de los responsables de la investigación, explicó a El País que aunque pueda parecer extraño debido a las claras diferencias entre la papa y el tomate que encontramos en el mercado, ambos comparten ciertas similitudes. Mientras que el tomate se aprovecha por sus frutos, la papa se consume por sus tubérculos subterráneos. Sin embargo, otras características de las plantas, como sus hojas y flores, se asemejan. Zhan expresó su sorpresa ante el hecho de que la papa sea descendiente del tomate.
Evolución genética y su impacto
Un estudio realizado en 2011 por Salomé Prat, bióloga española, demostró que el gen SP6A actúa como un “interruptor genético” basado en la duración de la luz solar, indicando a la planta cuándo crear tubérculos. Recientes hallazgos revelan que tanto el gen SP6A como el GI, fundamentales para la formación del tubérculo, provienen de la planta de tomate.
Según el estudio, el Tomato y el Etuberosum se separaron hace aproximadamente 13 a 14 millones de años. Su hibridación condujo al surgimiento del ancestro de la Petota hace unos 8 a 9 millones de años, coincidiendo con el ascenso rápido de los Andes hace entre 6 y 10 millones de años. Este antiguo evento de especiación híbrida homoploide entre los predecesores del tomate y Etuberosum pudo ocurrir durante cambios geológicos significativos, resultando en combinaciones alélicas y fenotipos innovadores bajo una mayor selección natural.
La investigación sugiere que las primeras papas se originaron como un híbrido, evolucionando junto con la Cordillera de los Andes hace millones de años. Además, una combinación de genes entre el tomate y el Etuberosum, una planta endémica de Chile en la región andina, pudo haber sido crucial para la habilidad de generar tubérculos, la parte de la papa que consumimos.
Los investigadores concluyen que los tubérculos representaron una innovadora solución para la planta, mejorando su reproducción y supervivencia, especialmente cuando su fertilidad era baja debido a su naturaleza híbrida. Los tubérculos facilitaron una propagación asexual más eficiente, que actualmente abarca 107 especies silvestres, además de permitir su adaptación a entornos distintos, como las zonas elevadas y frías de los Andes.
En el panorama mundial, la papa cultivada (Solanum tuberosum L.) ocupa el tercer lugar entre los cultivos básicos más relevantes, al igual que el trigo, el arroz y el maíz, contribuyendo al 80% de lo que ingerimos. Al contrario del tomate, Petota y Etuberosum son especies geófitas, caracterizadas por órganos subterráneos que permiten una propagación vegetativa. Los tubérculos de Petota, que son las porciones hinchadas de sus estolones, almacenan agua y nutrientes esenciales.
Este estudio fue publicado en la revista Cells y es producto de una colaboración entre diversas instituciones académicas situadas en China, Canadá, Estados Unidos, Alemania y el Reino Unido.