“No deseo mucho más que una vida mejor para mi hijo”. Así fue el último mensaje que Micaela Lator, de 47 años, compartió en Facebook antes del trágico suceso. Estas palabras, cargadas de desesperación, se volvieron inmortales tras el hecho. El pasado viernes por la noche, Florencio Varela se vio conmocionada por una noticia desgarradora. En una sencilla vivienda de la calle Pehuajó al 2300 en Bosques, encontraron a Micaela sin vida, con dos balas, una en la cabeza y otra en el pecho. Esteban, su hijo de 6 años, estaba en la cama matrimonial, cubierto con una manta, también con un disparo en la cabeza. Fernando Cuello, su padre, sostuvo que lo halló aún con vida y que el niño falleció en sus brazos al buscar ayuda.
Fernando relató que llegó a su hogar a las siete de la tarde, después de trabajar. “Al entrar, vio a Micaela tendida en el pasillo. La volteó, notó que sangraba y estaba muerta”, detalló una fuente judicial a Clarín, según las declaraciones del hombre. Al no encontrar al niño, lo buscó por toda la casa. Tras mover las cobijas y almohadas en la cama, lo encontró: aún respiraba. “Lo cargó y al llegar a la puerta, falleció”, precisó.
La situación de Esteban y el día a día de Micaela
Esteban había recibido un tiro en la cabeza. Su situación: un diagnóstico de autismo y no hablaba. Amigos cercanos dicen que su madre lo crió casi en soledad. La vida de Micaela giraba en torno al cuidado de su hijo. Dejó su negocio de ropa para bebés en el barrio Ricardo Rojas para enfocarse en Esteban. El niño asistía por la mañana a una escuela integradora cercana y, por las tardes, a terapias. Micaela estaba siempre con él.
“No tenía tiempo para alguna otra cosa”, repiten quienes la rodeaban. La tarea de criar a su hijo, sumada a problemas de salud, la colmaba: era insulinodependiente, diagnosticada con menopausia precoz y sufría cambios hormonales descritos como “abruptos”. Tenía antecedentes de salud mental, y una historia de intento de suicidio a los 20 años, con tratamiento en el hospital de Berazategui. Un investigador declaró: “Ella mencionó que su psiquiatra había dado el alta”.
Detalles de la Investigación
La fiscalía 1 de Florencio Varela encabeza la investigación bajo la figura de “homicidio seguido de suicidio”, sin descartar teorías mientras aguardan los resultados detallados de las pericias. Se aplicó un barrido electrónico al padre del niño para verificar la presencia de rastros de disparo y se confiscó celulares, armas y otros objetos. En la casa había un revólver 38 y una pistola .22, que habían sido del abuelo de Micaela. El incidente involucra la .22. “Estaba en un estado notablemente impecable para ser un arma que supuestamente no se utilizaba. La guardaban encima del armario, a la vista”, comentó una fuente policial.
Nuevos detalles emergentes de la investigación generaron incertidumbres sobre la teoría principal. Entre esas, el desfase en el tiempo de fallecimiento de la madre y su hijo. El rígido estado del cuerpo de Micaela sugiere que murió alrededor del mediodía. Los forenses confirmaron que sufrió dos tiros (aunque inicialmente se pensó que fue uno solo) y no uno solo inicialmente.
Por otro lado, los peritos verificaron que Esteban tenía una herida de bala en la cabeza. Según su padre, habría muerto cerca de las siete de la tarde cuando lo encontró.
Se desconoce si el niño fue herido al mediodía y agonizó durante horas, como plantean los investigadores, o si murió tras recibir el disparo. Si ocurrió lo segundo, sería imposible para su madre haberle disparado, ya que estaría fallecida.
Mientras tanto, se estudia la coartada de Fernando. “La tarjeta SUBE registró el movimiento que él mencionó; estaba en Plaza Constitución a las 5 de la tarde tras trabajar desde las 4 de la mañana”, comentó una fuente. Sin embargo, el fiscal Darío Provisionato, encargado del caso, solicitó a los agentes que confirmaran con el empleador si el hombre estaba en su puesto en Munro durante ese tiempo.
El apoyo de una amiga
La noticia afectó a la comunidad escolar. Trinidad, madre de una amiga de Esteban, fue de las primeras en sentirse consternada al conocerla: “Conversábamos frecuentemente debido al mismo diagnóstico en nuestros hijos. Últimamente la noté sobrepasada. Le preocupaba que su hijo aún no hablara y el futuro que le esperaría sin ella. Se cuestionaba: ‘¿Qué será de mi hijo cuando yo no esté?'”. Compartían una profunda amistad de tres años. “Ella fue un gran apoyo. Con la obra social y las terapias de mi hija, siempre nos apoyamos. Sé que amó intensamente a su hijo. Era un ejemplo de constancia, siempre estaba con él”, acentúa.
El viernes, Trinidad envió un mensaje. No llegó respuesta. “Comencé a preocuparme a las siete de la tarde cuando no contestaba. La noticia llegó a las diez”, relata,
El entorno coincide: Micaela estaba desbordada. “Nunca me pidió ayuda psicológica. Siempre aparentaba fortaleza, hasta me daba ánimos cuando tenía una crisis”, confiesa su amiga. Pero el cansancio, la soledad y la inquietud por su hijo parecían superarla. “Siempre consiguió terapias con facilidad, pero parecía que ya no podía”, comenta.
Los vecinos también quedaron sorprendidos. La recordaban como una mujer amable, dedicada a su hijo. “Era una persona muy querida por todos. Por eso quise dar mi testimonio, para resaltar eso. Ella realmente amaba a su hijo. No entiendo qué pudo pasar en esa casa”, concluye Trinidad.
En sus redes sociales, Micaela siempre compartía el progreso de su hijo y apoyaba la lucha contra las restricciones para personas con discapacidad.
AA