Tenía apenas cuatro o cinco años cuando mi padre me llevó por primera vez a ver al Presidente en la exposición de la Rural. Aún recuerdo la multitud que se amontonaba alrededor de la figura principal del evento, dificultándole el paso, igual que el océano arrastra a criaturas peligrosas a la orilla, así fue como Jorge Rafael Videla, con una sonrisa, me saludó. En ese momento, inocente de mí, no comprendía que estaba frente a uno de los mayores villanos de la historia, uno del cual no puedes simplemente despertar para escapar.
La Fascinación y la Desilusión
Antes incluso de comprender la lectura, solía acompañar a mi padre mientras este revisaba detenidamente las páginas de La Nación, emitiendo sonidos de desagrado ante las noticias que relataban la difícil situación del país. Mi curiosidad nació de ahí, preguntándole sobre todo lo que leía, absorbiendo la triste realidad de esos años sin esperanza alguna.
Desde muy joven, entendí la importancia de luchar por el bienestar de nuestra nación. Participé, de alguna forma, en cada uno de los importantes eventos que marcaron a la Argentina, como si fuera un Forrest Gump local.
La Guerra y sus Consecuencias
El conflicto de Malvinas fue un intento fallido por revivir el espíritu de una dictadura agonizante, pero logró capturar nuestra atención por un momento. Todavía recuerdo el amanecer en que mi padre anunció con orgullo que las Malvinas habían sido “recuperadas”. En ese entonces, conociendo poco y nada sobre estas islas, me dediqué a aprender toda la historia y propaganda construida alrededor de ella por el Estado.
Durante los combates, mi emoción y ansias por contribuir me llevaron a organizar una campaña de recolección de ropa y elementos esenciales para los soldados, que no eran más que jóvenes mandados al frente de batalla sin un conocimiento real del mundo ni de la vida.
La guerra nos unió de formas que nunca habríamos imaginado, pero su pérdida fue un golpe duro de asimilar. Sin embargo, el país intentó avanzar, y con la apertura democrática, vimos una oportunidad para aprender y adaptarnos a un nuevo sistema de gobierno.
Mi compromiso con el cambio me llevó a militar activamente por Raúl Alfonsín en el año 1983, distribuyendo materiales de campaña y esperanzado en una victoria que nos sacara del estancamiento en el que nos encontrábamos.
El juicio a las Juntas Militares y el temor a un nuevo golpe de Estado marcaron los años siguientes, en los que aprendí que la estabilidad de un país es un proceso continuo y delicado.
El neoliberalismo de los noventa y las políticas de privatización del país presentaron nuevos desafíos, y durante mi carrera universitaria en Ciencias Políticas, busqué comprender y analizar estos cambios desde una perspectiva crítica.
Mi experiencia laboral en la función pública y mi participación en el peronismo desde 2003 reflejaban mi compromiso con el país, aunque desilusionado, he llegado a dudar de las capacidades de nuestras dirigencias para alcanzar el cambio sustancial que Argentina necesita.
Hoy en día, mi enfoque se ha desplazado hacia la educación y el arte como medios de expresión y cambio social. A través de la escritura, busco alentar a las futuras generaciones a imaginar y construir un nuevo camino para nuestra historia.