En un país donde una jueza ha sido destituida por intentar grabar un documental durante un juicio “divino”, es evidente que el true crime y el drama judicial de series y películas es un favorito cultural. Sin embargo, este entusiasmo ha alcanzado otro nivel.
Una experiencia única en el corazón de Buenos Aires
En Buenos Aires, una experiencia inmersiva está causando furor, agotando boletos y desafiando al público a dejar atrás su fascinación pasiva para convertirse, durante 60 minutos, en parte activa del sistema judicial. La tarea: decidir si alguien es culpable o inocente. Este es el final de The Jury Experience, una obra que se presenta en 120 ciudades globalmente, transformando a los espectadores en parte de un juicio con jurado.
Cada asistente se convierte en un miembro del jurado popular, independientemente del precio de la entrada, que oscila entre $26.800 para platea hasta $37.200 para la zona premium. Los miembros del jurado evalúan la evidencia, escuchan a la defensa y a la querella, debaten en momentos críticos y luego emiten un veredicto. La experiencia está tan bien diseñada que no se requiere conocimiento legal previo para participar.
El atractivo de los juicios en vivo
Pero, ¿por qué incluso durante una salida al teatro, donde las “audiencias” ahora ocurren en el Margarita Xirgu con fechas adicionales ya programadas para diciembre, se busca participar de un juicio en vivo basado en casos reales? La audiencia aquí asume el papel de jueces.
Como explica Isabella Szpigiel de Fever, la plataforma líder para buscar entretenimiento en vivo, “La experiencia se inspira en los juicios ciudadanos, que se han convertido en fenómenos culturales como la serie The Good Wife. Hay un creciente interés en la criminología y la ruptura con lo convencional en entretenimiento. El público ya no quiere ser solo un espectador, quiere sentir y decidir”.
“Comenzamos escribiendo la obra basándonos en hechos reales. Sin embargo, como el público tiene un papel decisivo, ellos también dan forma a la narrativa. Y aunque algunas evidencias o testimonios presentados puedan no ser estrictamente reales, sí están inspirados en ellos”, aclara Szpigiel.
Szpigiel añade, “Por el conocimiento adquirido por el público a través del consumo de series de tipo judicial, hemos introducido varios chequeos técnicos en el guion”. En Argentina, las decisiones pueden darse sobre una cuestión de homicidio o una controversia sobre inteligencia artificial y sus implicaciones fatales hasta abril. “Pero estamos planeando expandirnos con más casos aquí”, anticipa.
Para emitir el veredicto, cada asiento está equipado con un código QR en el descansabrazos, proporcionando una experiencia interactiva hasta el final del juicio, momento en que se devela cuál fue el fallo del caso real.
Pero, al igual que en un juicio real, una pieza de evidencia, una inconsistencia en el testimonio, un testigo emocional, un abogado persuasivo o un fiscal incisivo, puede cambiar el curso del veredicto en medio del debate.
Actores seleccionados de un cuidadoso casting de seis meses desempeñan los roles de la querella, la defensa y los fiscales. Todos los actores tienen acento argentino, a diferencia de otras producciones en Latinoamérica, donde el reparto proviene de diversos países. Según la productora, “Queremos apoyar el talento local”.
¿Qué desencadena el catártico proceso de dar un veredicto final? “El público, ya sean parejas, amigos o familias, tiende a cuestionar sus creencias personales. La experiencia no solo provoca debates intensos sino que combina entretenimiento y aprendizaje. Las discusiones éticas o morales sobre los casos frecuentemente persisten más allá de la obra”, concluye.
Un fenómeno cultural mundial
El interés cultural y judicial yace en la conexión entre lo real y lo dramático. Revictimización, un tratamiento superficial del dolor ajeno y el limitado margen entre el entretenimiento y la emoción nos mantienen cautivos del crimen.
Los contenidos de true crime han dominado plataformas durante años. Un estudio recién publicado por Crime Reads indica que, para 2024, cerca de la mitad de los adultos estadounidenses consume al menos una historia de crimen real a la semana, ya sea serie, podcast o documental, con las mujeres representando el setenta y cinco por ciento de esta audiencia.
La inversión en contenido de true crime, en diversos formatos, alcanza entre seis y ocho mil millones de dólares al año. Un tercio de los documentales de Netflix pertenecen a este género, con Monster situado en el tercer lugar de popularidad en la historia de la plataforma.
